Carlos Armando nació el 20 de junio de 1927. Tenía dos hermanas y tres hermanos. Trabajaba de manera independiente como comerciante. Se casó con María del Carmen Almazán y tuvieron tres hijas: María del Carmen, María Celina y Graciela Adriana.
Carlos vivió en Estados Unidos y en Puerto Rico por motivos laborales. Quería que toda la familia se fuera a vivir con él, pero nunca consiguió residir legalmente allá.
Su hija Celina recuerda que tenía con ellas una relación estrecha y, a pesar de estar separado de su esposa, “pasaba todos los días por casa”. Visitó en algunas oportunidades a su hija más grande en Buenos Aires. Cada día, a media mañana, iba a buscar a Celina y ella le pedía que no peleara con la madre.
Un tipo tan afectuoso como ingenuo, de sentimientos inocentes. Era un hombre de familia, muy formal y de pocos amigos. Su personalidad era reservada, melancólica y muy introvertida.
Siempre trabajó mucho y deseaba que cada una de sus hijas tuviese educación universitaria.
Para la época de su secuestro, vivía con una de sus hermanas.
Carlos nunca militó, pero a la casa llegaron algunas cartas escritas en código para su hija María del Carmen. Con la intención de protegerla, no se las dio. No confrontaba con ella para que dejara de lado la militancia, pero siempre intentaba “por las buenas” que volviera a Mendoza.
No midió el riesgo concreto. Sobre su hija y el grupo de militancia hablaba con sencillez: “No están en peligro. Yo los conozco, son unos muchachitos”.
“Se lo llevaron porque pensaron que les podía decir algo sobre mi hermana y sus compañeros”, dijo Celina.
Carlos Armando Marín tenía 50 años cuando fue secuestrado, el 28 de julio de 1977, horas después de que su hija se suicidara tomando una pastilla de cianuro en el Centro Clandestino de Detención conocido como Campo Las Lajas.