Marcelo Carrera, nacido en Mendoza el 3 de noviembre de 1955, integraba una familia formada por su madre, Esther, su padre, Guillermo y su hermana Mariú. Marcelo era el menor.
Hizo la primaria en la escuela Daniel Videla Correas, ubicada en el barrio donde vivían y tuvo una infancia feliz en una casa antigua, muy grande, donde “teníamos perros, gatos, una paloma, árboles, un horno… era una casa siempre llena de chicos”.
Su hermana lo describe como juguetón, activo, deportista, rebelde, bonito, lúcido, con una enorme capacidad para hacer amigos en todos los lugares donde desarrollara sus actividades.
Marcelo creció entre el barrio, el deporte y una escuela a la que prestaba atención escasa, tanto que “pasó por todas las escuelas que existían” durante la secundaria, desde el Colegio Nacional hasta el Bachillerato del Oeste. Su mundo, más bien, estaba formado de música y los deportes, que le encantaban. Jugaba al rugby en el Mendoza Rugby Club.
Cuando el jovencito travieso y activo creció, su inteligencia aguda y su manera filosa de ser lo fueron despertando a la vida política. A partir de un viaje a Buenos Aires, realizado en junio de 1973, en tiempos de la llegada de Perón a Ezeiza, Marcelo obtuvo de Rubén, su cuñado, un contacto con el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en Mendoza.
Apenas volvió de Buenos Aires se conectó con Sebastián Llorens y Diana Triay e inició su militancia con la gente que vivía entonces en el basural ubicado en la actual zona de La Estanzuela. También había conseguido trabajo en YPF desde 1974 y estaba en pareja con Adriana Bonoldi, una joven profesora de Música.
Marcelo y Adriana compartían la militancia y la música. A él le encantaba escuchar folclore, pero también rock, tocaba la guitarra y disfrutaba de cantar con Adriana.
Marcelo fue secuestrado el 24 de noviembre de 1976 por un grupo de hombres que ingresó en su casa, en la calle Democracia de Godoy Cruz. Poco tiempo antes (el 21 de octubre de 1976) había sido detenido ilegalmente por personal de la Comisaría 7ma. de Godoy Cruz Juan Rubén Bravo, su cuñado, compañero de militancia y amigo, y el 1 de diciembre Adriana, que estaba embarazada de muy poco tiempo, fue secuestrada en la calle a plena luz del día.
Su hermana lo recuerda tierno, bromista, agudo, protector y desgrana suavemente: “mi relación con él ha sido y seguirá siendo franca, directa, como inseparables desde que nació”.