26-04-2023 | Se reprodujeron los testimonios de Héctor Ortiz Bellene, Roberto Rolando Flores y Germán Ríos, tres de las víctimas del presente juicio contra Mario Ocampo. La próxima audiencia será el 3 de mayo a las 9:30.
Al igual que la jornada anterior, las testimoniales previstas para la fecha consistieron en la reproducción de las declaraciones de Ortiz Bellene, Flores y Ríos en 2021, durante el décimo primer juicio de San Rafael. Los tres hombres sufrieron persecución y detenciones en 1976.
Héctor Ramón Ortiz Bellene
El 17 de noviembre de 2021 Héctor Ramón Ortiz Bellene, quien ya había brindado su testimonio en el quinto juicio realizado en San Rafael, refirió las circunstancias de las múltiples detenciones, allanamientos y persecuciones de que fue objeto desde el 76 hasta el retorno de la democracia. La primera detención fue en los días previos al golpe de Estado, recordó, junto a un grupo de docentes y militantes peronistas del Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación (SUTE) que estaba reunido. Lo detuvieron en las inmediaciones de las vías del ferrocarril —entre Zapata y Luzuriaga— con Osvaldo Hipólito Chaca, compañero de militancia política y gremial. Fueron liberados el 28 de marzo.
«Estuvimos en la Comisaría Octava. Después me detuvieron varias veces, no recuerdo ahora los tiempos ni lugares. La última vez me detuvieron el 17 de septiembre del 76 en Alem y Mitre, me llevaron a Mendoza, de allí en avión a La Pampa», recordó. El testigo aseguró que las sucesivas detenciones le dejaron secuelas psicológicas.
En una de las detenciones, rememoró frente al tribunal, se habían juntado tres amigos a cenar y estaban llevando a uno de ellos a su casa, Ricardo Hugo Merín, cuando los interceptó una patrulla policial y los llevaron a la Comisaría 8. El otro amigo del grupo, Javier Gustavo Guevara, estaba haciendo el servicio militar y pidió hablar con el comisario. Se lo concedieron, pero de todas formas estuvieron detenidos cuatro horas.
En cada una de las detenciones por las que pasó Ortiz Bellene los interrogatorios giraban en torno a su militancia y a quiénes eran sus compañeros. «No sufrimos golpes ni torturas, solo nos mantenían detenidos y nos preguntaban cosas pero no éramos agredidos. Siempre fue personal policial», aseguró.
Dijo reconocer al teniente Guevara como protagonista de allanamientos y otras medidas contra las personas perseguidas luego del golpe de Estado. «Una vez en mi casa de calle Mitre 531 siento golpear las puertas. Y estaba el teniente Guevara con personal del Ejército, me dice que viene a allanar mi casa porque estaba haciendo comunicaciones nocturnas tendenciosas de naturaleza política. Yo he sido radioaficionado desde niño, desde afuera se veía una antena (…) era del vecino, el señor Patruno. Nos obligaron a ir de testigos a la casa de Patruno, le sacaron todo el equipamiento, lo tiraron al suelo y lo rompieron”. Patruno vivía en la calle Olascoaga, detrás de la casa del testigo. Tenía aserraderos y era un conocido radioaficionado.
En ese momento, señaló Ortiz, no sabía el nombre de Guevara, pero luego lo conoció: «Todas las veces que tuve que presentarme a declarar, tenía que ir lunes y viernes a las delegaciones para probar que no me había ido de San Rafael».
Volvió a ver a Guevara en otras oportunidades en que allanaron su casa, contó. «Nunca me dijeron por qué allanaban. Mi madre era delegada de la Fundación Eva Perón, en mi casa funcionaba una sede del Partido Peronista en ese entonces. Mi madre estuvo detenida un año en Olmos en el 55 y mi padre fue suspendido de sus actividades como suboficial técnico aeronáutico, le bajaron el sueldo y tenía que presentarse al Comando que estaba en la avenida Hipólito Yrigoyen. A mí me mandaron a Malargüe cuando detuvieron a mi madre y estuve un año en la casa de mis tíos. A mi madre la cesantearon de las escuelas, nunca más volvió a recuperar sus cargos», detalló.
A Ortiz Bellene, en tanto, lo cesantearon de su puesto en el Ministerio de Cultura y Educación un día antes de su segunda detención y recién en 1985 pudo recuperarlo. Era parte de los despidos que había ordenado el coronel Echazú, quien había dado de baja a más de treinta docentes por «subversión ideológica». En una oportunidad, su madre confrontó a Echazú en Mendoza por la cesantía de su hijo. «Tiene que agradecerme que su hijo está vivo, y fue por la circunstancia del segundo apellido, porque es sobrino del coronel Julio César Bellene, gracias a eso tiene a su hijo vivo», le respondió.
La última de las detenciones fue el 17 de septiembre del 76, cuando terminaba una de sus jornadas de estudio. «Todas las noches veía un Falcon gris o un Peugeot amarillo que estaba parado afuera y luego me seguía a mi casa. En una de esas noches venía caminando y el coche me siguió. Cuando llegaba a mi casa el Falcon dobló y había una camioneta del Ejército adelante. Me llevan detenido a Garbín. Estaban todos de civil».
En Garbín había otras personas detenidas, señaló el testigo. Allí identificó al mayor Suárez y a Rizzo Avellaneda: «Lo conocí a posteriori cuando tenía que presentarme. A Suárez lo conocía porque había participado en mi cesantía con la directora de escuelas de San Rafael (…) A Guevara lo conocía de los allanamientos». Según contó el testigo, le preguntaron insistentemente por Rosa Luna, de quien había sido compañero en la secundaria.
Luego lo trasladaron a Mendoza y pasó dos años detenido en La Pampa. Fue liberado el 24 de diciembre de 1978 junto a Luis Bazán y Jesús Lazo. Desde entonces, y hasta 1983, debía presentarse todos los lunes y viernes para comprobar que estuviera en San Rafael. Ortiz Bellene recorrió distintas sedes: identificó una en calle Avellaneda, otra en Cuadro Nacional, y una tercera en Day y Pellegrini, frente a la plaza San Martín.
Sobre la sede de calle Avellaneda, indicó: «Allí, el escribano Ríos, que tenía un servicio de llamadas, interceptaba las llamadas de San Rafael. Yo tenía una persecución permanente, conseguía un trabajo y a los dos o tres días me decían ‘no podés trabajar acá’. Mi situación y la de mis compañeros fue muy complicada. Tuve que abandonar la carrera de Abogacía porque no podía salir de San Rafael. Me seguían y tenían conocimiento de lo que hacíamos con mi mamá para casa Tala, que nos daban para hacer sábanas, toallas. Trabajábamos de noche cosiendo con tres máquinas (…) No podía trabajar de otra cosa».
Ramiro Dillon, defensor oficial del décimo primer juicio, le preguntó al testigo por los allanamientos en su casa y acerca de los lugares donde identificó a Guevara, Suárez y Rizzo Avellaneda. Sobre este último imputado, Dillon reclamó que el testigo no lo había identificado en el juicio anterior. También preguntó cuántas personas participaban de los allanamientos y si estaban armados y uniformados. Ortiz Bellene ratificó: «Guevara, Rizzo Avellaneda y Suárez interrogaban a todos en Garbín. Lo que puedo decir es que a él lo vi en esas oportunidades, y sobre todo frente a la plaza San Martín, en Day y Pellegrini». Aseguró que a Rizzo Avellaneda lo vio por última vez tras ser liberado, en dos oportunidades en que tuvo que ir a firmar.
A Guevara también lo vio en la bodega Garbín y en la Intendencia: «Donde nos interrogaron a los que pertenecíamos a los gremios. Estaba Oscar González que era quien yo más conocía. Estaba Chávez, estaba Chafi Félix como exintendente». Acerca de cómo supo que era Guevara, respondió: «La primera vez que va a mi casa dice que es Guevara. Con el tiempo, y habiéndolo visto en el juicio en San Rafael, lo reconocí. Lo ubiqué en Garbín y en los allanamientos». Civit le preguntó sobre el seguimiento del Falcon, y el testigo dijo que no pudo identificar si eran policías o militares quienes iban a bordo.
Roberto Rolando Flores
El segundo video proyectado en la audiencia fue la declaración de Roberto Rolando Flores del 28 de julio de 2021. El testigo estuvo preso desde abril hasta octubre del 76 y fue liberado en la bodega Garbín junto a Hugo Riera, también víctima de este juicio.
Refirió que parte de su familia —su hermano Pedro, su padre y su madre, Isabel Catodio— fue detenida cerca del 15 de febrero de 1976. También su hermana, Estela Flores, y sus tres hijos —Pedro, Noelia y Alexis Benedetti—. Estela vivía en Pueblo Diamante.
La familia Flores, señaló, fue trasladada a Infantería. Allí compartieron celda con Nilo Torrejón, los hermanos Berón, Roberto Rosales, “Coco” Rosales, Vitalio Acuña, “un amigo boliviano que vivía con nosotros”. “Los conocía de toda la vida. Nos criamos juntos y militábamos en la JP, toda la vida fuimos peronistas y seguimos militando con la edad que tenemos”, recalcó Rosales.
El testigo tenía que hacer el servicio militar y el 24 de marzo le tocó presentarse en la VIII Brigada, pero lo hicieron volver. Poco después, el 7 de abril, lo apresaron a él junto a Vitalo Acuña. “Cuando me detuvieron tomé conocimiento de que a mi hermano lo habían trasladado y torturado en Infantería, luego lo habían llevado a Mendoza y a La Plata, y de ahí perdí contacto con él porque estuve escondido”.
De Infantería, la familia fue llevada a Tribunales, donde vieron a Hugo Riera, Sergio Chaki, Luis Barahona, Hugo Magallanes, Humberto Roca, Mario Bracamonte, Alfredo Porras, Roberto López, Hugo Quinteros, Hugo Montenegro —“que era un compañero de Alvear”– y “otro hombre de apellido Montenegro del Sindicato de la Alimentación”, refirió. También nombró a Juan Carlos Castro.
“Montenegro venía muy maltratado, muy golpeado, con ropa muy precaria para la época, era dibujante, pintor, hacía muchos dibujos. A Montenegro lo habíamos sentido nombrar por la familia Balbuena que tiene un hijo muerto en La Plata, Daniel (…) Era muy amigo de la familia Balbuena”. Señaló el testigo que, junto con Roberto Rosales y Bracamonte, ayudaron a Montenegro “a sobreponerse”. “Estaba muy maltratado y sin ganas de vivir, no tenía familiares que le llevaran comida así que la comida que nos llevaban la compartíamos”. No se enteró de que hubiera recibido atención médica.
También declaró haber conocido a Félix Órdenes Velázquez —el joven soldado cuya desaparición se investigó en el 11 juicio— en el servicio militar. “Habíamos compartido el mismo día de revisación médica un año y medio atrás y lo conocía de jugar al fútbol en la calle Telles Meneses, nos conocíamos de toda la vida”, señaló el testigo. “En política participaban su hermana Rosa y su cuñado. Su madre también, pero muy poco, solo en actos de la JP, o fechas en las que se reivindicaba a Perón o Evita. Me enteré con el tiempo de que habían detenido a su mamá, a su hermana y a Luis. A su madre la detienen con una prima mía que era Nilda Britos”, concluyó.
Subrayó que quienes llevaron a cabo su detención fueron fuerzas conjuntas —militares y de la Policía de Mendoza—. La Policía era un “desastre”. A su familia le robaron “muchas cosas de valor”: además de vaciarles la heladera, “les robaron aros, anillos, cuestiones de valor”. También dinero de su padre, que tenía una discapacidad, precisó.
“En la Departamental recibimos el trato de cualquier preso político, fui torturado físicamente y psicológicamente. Nos torturaban en una oficina de Bomberos, nos golpeaban a todos juntos, llegaba la patota, llegaban curados, Labarta, Daniel López, Mussere… En las torturas masivas que hacían se filtraba el cura Franco Reverberi con una pistola en la cintura porque era parte de ellos. El cura Cresciteli era de la Policía, no del Ejército, pero Reverberi andaba con el Ejército. Lo acompañaba siempre Aldo Sarmiento que era de Infantería de Montaña en Uspallata. Eran muy amigos”. Del Ejército, mencionó a Suárez. La custodia la realizaba el Servicio Penitenciario de la cárcel de San Rafael. Después supieron que los exteriores los custodiaban el Ejército y la Policía.
Flores estuvo en la Departamental desde principios de mayo hasta la noche del 28 de octubre del 76, cuando obtuvo la libertad en la Bodega Garbín. El médico Ruiz le preguntó si estaba bien y lo dejaron irse junto a Hugo Riera. Riera llamó a su cuñado, Armando Dauverné, y Flores se fue con ellos. Se conocían por la militancia peronista. Fueron cinco meses de cautiverio.
Germán Ríos
El 20 de octubre de 2021 brindó declaración Germán Ríos, quien ya había testimoniado en los juicios de lesa humanidad llevados adelante en San Rafael en 2010 y 2015. Ríos dio detalles de su detención, ocurrida en agosto de 1976 en su domicilio. El testigo, que tenía entonces 26 o 27 años, relató que fue capturado cuando llegaba a su vivienda, momento en que se percató de que la casa estaba rodeada de policías. Profundamente conmovido, ni bien inició su relató pidió unos minutos para continuar.
Una vez recuperado, detalló que lo detuvieron junto a su esposa, embarazada de ocho meses, su hermano Jorge Omar Ríos –de visita– y su cuñada, Mónica. Identificó como parte del operativo a Labarta y Fierro, a quienes conocía «de verlos en la ciudad»: «Yo sabía quiénes eran».
«Pudimos dejar al bebé de mi hermano con la vecina. Nos detuvieron a los cuatro (…) Fui trasladado a una dependencia policial donde fui golpeado, desde el mediodía hasta la noche soporté castigos, insultos. De mi casa se llevaron todo lo que pudieron (…) dinero que tenía en la mesa de luz para comprar la cuna y ropa del bebé, se llevaron anillos y toda la comida de la heladera», recordó. Del operativo, explicó, participaron policías. No reconoció a personal militar, aunque podrían haber estado de civil.
A la mañana siguiente Ríos fue trasladado a Infantería, donde estuvo un par de horas. Luego lo alojaron en Tribunales. Un día lo condujeron a la bodega Garbín. «Allí me golpearon con tablas un montón de tiempo. Me llevaron al baño, me sacaron la venda y estaba el oficial López. Me dejaron lavarme la cara. En una mesa que estaba lista como para almorzar estaba el mayor Suárez, que me insultaba y me decía que iban a matar a todos los guerrilleros. Por lo que vi en la mesa eran todos militares. Era un comedor de una casa donde funcionaba Garbín».
En este lugar le preguntaban por Irma Berterre, que había sido compañera suya del colegio nocturno. «Yo ya había terminado el secundario y estaba dedicado a mi familia, había perdido el contacto con ella. Me enteré de su muerte en el primer juicio, sentí un profundo dolor porque era una buena persona», declaró.
Ríos reveló que en otra oportunidad sus captores lo hicieron salir con los ojos vendados, le apoyaron un arma y le dijeron que lo iban a desaparecer: «No supe quién era porque tenía los ojos vendados». La golpiza y el momento en que apoyaron el arma en su cabeza fueron, según el testigo, uno de los momentos más traumáticos que vivió en reclusión.
En noviembre del 76 lo condujeron a Mendoza, donde compartió cautiverio con Humberto Roca y Francisco Flores. Posteriormente fue trasladado a la Unidad 9 de la Plata en un avión Hércules. Viajó encadenado y soportando constantes golpes. «Nos robaron todo, a mí una cadenita y dos pesos que me había dado mi madre», señaló.
En La Plata permaneció hasta septiembre del 77, fecha de su liberación. En esta cárcel estuvo detenido junto a Barahona y Masini. «Con Barahona compartí muchos meses la celda en La Plata. Era muy buen compañero de celda, y muy buena persona», describió.
En relación a su cautiverio en la Departamental, Ríos relató que también se hallaba Berón y que «escuchaba a Montenegro»: «Pero tuve poca relación porque a ellos los fueron liberando (…) Los escuchábamos cuando íbamos al baño. Yo estaba muy mal psíquicamente, estaba en el piso, si no hubiera sido por la gente que estuvo conmigo no hubiera podido soportarlo», admitió agradecido el testigo. Precisó que a Montenegro lo conocía previamente «del barrio», porque solía ir mucho por la zona de Constitución y lo conocía de vista.
Por último, Ríos señaló que tuvo militancia en el Partido Justicialista y que conoció a Humberto Roca en Santa Fe porque compartieron la pensión cuando ambos eran estudiantes: «Pero no compartimos vinculación militante».
La próxima audiencia será el miércoles 10 de mayo a las 9:30.