06-09-2024 | Declararon Anabel Tortajada y Ricardo Puga. La mujer fue secuestrada en el 75 y alojada en el D2 con su bebé de cinco meses. El hombre fue secuestrado en enero del 76 y, antes del Palacio Policial, estuvo cautivo en un edificio de Colonia Papagallos. La próxima audiencia será el 20 de septiembre a las 9:30.
En la nueva sala de audiencias de Tribunales Federales de Mendoza, dispuesta en la biblioteca del edificio, se desarrolló la audiencia 27 del juicio que investiga la estructura del D2 y su participación en el plan criminal de la dictadura. Con público presente y la jueza Paula Marisi en la presidencia, pero sin imputados en el piso, declararon dos sobrevivientes. Anabel Tortajada está en Mendoza, pero por trabajo tuvo que declarar de manera virtual. No logró concluir el relato y su testimonio tuvo que ser pospuesto por problemas de conexión. Ricardo Puga, a sus 87 años, fue acompañado hasta el edificio por su familia, presente en la sala durante toda su declaración.
Anabel Tortajada: “Medio siglo”
Ana Mabel Tortajada ha declarado en instancias anteriores, pero no por su caso. En esta ocasión fue guiada por la abogada Analía Quintar de la fiscalía quien, luego de aclarar que tenía en cuenta todo el tiempo transcurrido desde los hechos hasta el juicio, le pidió que relatara su secuestro. “Medio siglo”, dijo la testigo, e inició su declaración.
Anabel, como la conocían, tenía 18 años y un hijo de cinco meses cuando fue secuestrada, la madrugada del 5 de noviembre de 1975. Hasta ese momento había estudiado en la Escuela del Magisterio y hacía changas para poder comer y pagar la habitación donde vivía con su bebé, Ernesto Camilo, en Guaymallén. Aquella noche entraron policías uniformados a su dormitorio sin que ella se diera cuenta. Cuando despertó, había un grupo de hombres con armas largas que allanaron el lugar y se la llevaron, a cara descubierta y con su niño en brazos.
Recuerda que ingresó al D2 por la playa de estacionamiento. Ella recuerda que la hicieron entrar al edificio, subió unas escaleras y la encerraron en un calabozo, todavía con Camilo. A la hora o dos, una policía mujer le fue a pedir al niño, le dijo que iba a estar más cómodo y se lo llevó. Hoy sabe que el pequeño inauguró la guardería de ese lugar, donde permaneció aproximadamente un mes. Pasado este tiempo la familia consiguió que se lo entregaran. Ella no volvió a verlo hasta que cumplió un año.
Ya en la celda ella sí fue vendada, pero igual recuerda sonidos y espacios. Hace poco volvió al D2 y vio las dimensiones mínimas del calabozo: “Ahora entiendo por qué no me podía acostar”, pensó en voz alta. En ese centro clandestino fue ultrajada y torturada hasta tener un paro cardiorrespiratorio.
Cuando la fiscal le preguntó si ella tenía algún tipo de militancia respondió que pensaba distinto a lo establecido «y tenía la mala costumbre de decir lo que pensaba». El testimonio de Anabel Tortajada tuvo que ser suspendido por problemas de conexión. La mujer vive en Mendoza, pero los viernes trabaja y no puede acercarse al edificio. Con la jueza, Paula Marisi, acordaron posponer la declaración para otro día de la semana.
Ricardo Puga: “Seguiría pensando lo que pienso”
En un segundo momento de la audiencia del día, el exdiputado y periodista Ricardo Puga ofreció su testimonio como víctima y sobreviviente del circuito represivo que se investiga en este juicio. Puga ya había prestado declaración en los dos primeros juicios realizados en Mendoza en 2011 y en 2012. La fiscalía ha incluido sus testimonios como prueba en este proceso.
Circunstancias de la detención
Ricardo Puga fue detenido el 13 de enero de 1976 en Guaymallén. Desde entonces, tuvo que soportar maltratos y torturas en distintas dependencias policiales y militares que formaban parte del circuito represivo. En primera instancia, pasó por la Colonia Papagallos —establecimiento escolar utilizado como Centro Clandestino de Detención— y, luego, por el D2. Finalmente, fue trasladado a la penitenciaría de Mendoza, en donde quedaría privado de su libertad hasta diciembre de 1976.
En Colonia Papagallos, donde estuvo casi siempre con la cara tapada, lo sometieron a torturas indiscriminadas. Los interrogatorios eran violentos y la violencia no se restringía a lo físico: a él y al resto de los detenidos los amenazaban con la muerte e, incluso, los hicieron pasar por un simulacro de fusilamiento. “Uno no sabía qué iba a pasar”, dice Ricardo. De estos interrogatorios recuerda que participaban varias personas, pero que uno siempre sobresalía por su autoridad: “el porteño”. Además, recordó haber coincidido en este establecimiento con Juan Basilio Sgroi y con Francisco Solano López, ambos víctimas sobrevivientes de los hechos que investiga este juicio.
Distinta dependencia, mismo nivel de violencia
Tras varios días en este establecimiento, fue trasladado al Palacio Policial, donde operaba el D2. Allí, fue ingresado por el estacionamiento trasero y, a través de unas pequeñas escaleras, entró a una planta baja en donde lo mantuvieron durante “dos, tres cuatro días”, encerrado en una celda estrecha. Durante este tiempo, siguió sufriendo violencia física y psicológica, interrogatorios y torturas —comandadas aquí también por un porteño, probablemente el mismo—. Además, desde su celda, escuchaba los gritos y los llantos de otros detenidos en su misma situación. Entre esos otros detenidos con los que compartió cautiverio, recordó a Sgroi y a Solano López, a “dos o tres” Fioretti —Mario, Alejandro y Leonardo, dijo una década atrás—, a Walter Francisco Quispe y a Roberto Blanco, este último dirigente gremial que se encuentra desaparecido desde fines de marzo de 1976.
Tras sobrevivir durante un lapso aproximado de veinte días a la crueldad represiva de estos centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, Ricardo fue trasladado, finalmente, a la Penitenciaría de Mendoza, de donde sería liberado en diciembre de 1976. Durante todo este tiempo —casi un año desde su secuestro en enero—, nadie nunca le informó el motivo de su detención.
Una vez finalizadas las preguntas de la fiscalía, Ricardo Puga quiso concluir con las siguientes palabras: “Seguiré pensando lo mismo, seguiré siendo peronista y oponiéndome a todo eso que ocurrió en esa época”, para luego retirarse entre los aplausos de todo el público presente.
La próxima audiencia quedó estipulada para el viernes 20 de septiembre a las 9:30.