AUDIENCIA 48 / SECUESTROS Y VIGILANCIA A MILITANTES COMUNISTAS

14-5-2021 | Declararon dos testigos. El primerio, Luis Blejman, fue encerrado en un calabozo y amenazado mientras cumplía el servicio militar en la IV Brigada Aérea en 1978. El segundo, Carlos Tassín, militaba en el Partido Comunista y fue secuestrado el segundo día del golpe de Estado. La próxima audiencia es el viernes 28 de mayo a las 9:30.

La jornada de este viernes constó de dos declaraciones testimoniales. Luis Blejman sumó su testimonio al de su hermano, Eduardo, y su hermana, Susana, quienes se habían presentado ante el tribunal la audiencia pasada. Por otra parte, Carlos Tassín relató su secuestro la madrugada del 25 de marzo de 1976 y su alojamiento en las celdas de la Comisaría 16 con compañeros y compañeras del Partido Comunista (PC).

La Fuerza Aérea y la persecución a la familia Blejman

Luis Enrique Blejman fue citado para contar sus vivencias en la IV Brigada Aérea mientras hacía el servicio militar.

En enero de 1978, con 18 años, ingresó a la Fuerza Aérea como soldado conscripto. Allí transitó las diversas “peripecias de la denominada colimba”, dificultada por su origen judío y ateo, lo que le valió, desde el principio, una diferenciación: “Sería bullying hoy en día”, aclara el testigo. Luego del entrenamiento, atravesó la etapa de asignación a pelotones: “Hasta septiembre fue la experiencia de un conscripto normal”, aseguró.

Luis Blejman

Durante su conscripción, a veces le tocaba hacer guardia y un camioncito los iba repartiendo por los puestos designados: la pista, la cabecera de la pista, el polvorín o la entrada. Antes de llegar al polvorín, entre el puesto 1 y el 3, veían “una pieza que, a mi entender, estaba bajo nivel, donde sabíamos que había gente. Pero siempre se pasaba muy rápido y no había forma de ver más nada. Sabíamos que no eran militares”, contó el testigo. Estaban “en alguna condición extraña”, aseguró Blejman, “a espaldas del cementerio judío que estaba detrás de la IV Brigada. No sabíamos quiénes eran, cuántos eran, cuándo llegaron, cuándo se fueron”. Una vez consultó qué pasaba ahí pero le respondieron que no hiciera más preguntas.

Lo que sucedió en septiembre escapaba a la rutina de la colimba. Ese mes lo derivaron del pelotón al sector de Inteligencia de la IV Brigada, donde fue detenido en un calabozo por “el suboficial Carelli”. “Fui víctima de golpes, tortura psicológica y distintas presiones sobre mi persona —expuso Luis Blejman—. Presiones que incluían la seguridad física de toda la familia “y sobre todo la mía, que era el que estaba, en ese momento, en manos de ellos”. La acusación de Carelli se fundaba en la militancia del conscripto en la Federación Juvenil Comunista.

Durante esos interrogatorios, que pendulaban entre conversaciones amenas y golpes, “estaban muy interesados en mis hermanos, en Eduardo y en Susana”, recordó el testigo. Insistían en que Susana se presentara a declarar y ella terminó presentándose. Estando preso, un día le llevaron ropa de fajina y su madre lo pudo ver en un edificio ubicado a la izquierda en la entrada de la Brigada. Emocionado, Luis recordó que el suceso duró pocos minutos pero “fue un momento muy importante”.

Fiscalía

En el calabozo estuvo alrededor de diez días. En el interín solicitó que un médico constatara los moretones en su cuerpo, pero el profesional “dijo que estaba perfecto, que era el hombre más sano del mundo”. Un día lo llevaron hasta las oficinas de Inteligencia, donde se encontró con una gran cantidad de libros que habían sido secuestrados de la casa de su familia y fue obligado a inventariarlos.

Un sábado, estando preso, le entregaron su ropa de salida y le avisaron que se podía ir a su casa. La situación lo sorprendió porque, si bien habitualmente era día de franco, él se hallaba detenido. Cuando salió de la IV Brigada le dijeron “caminá y no mirés hacia atrás”. “En ese momento procedieron a cargar las armas. Yo seguí caminando, crucé las vías. Toda esa caminata estuve esperando que dispararan. Cuando miré hacia atrás me di cuenta de que era un simulacro, una cuestión armada para generar temor y miedo. Esa situación me ha perseguido el resto de mi vida”, reveló Luis Blejman.

Después de estar en el calabozo lo derivaron a un lugar sin contacto con armas y estuvo a disposición de un alférez con un apellido de origen alemán que no recordó. Se dedicó a limpiar la pileta, cortar el césped del Casino de Oficiales y tareas similares.

“Fue una situación muy violenta”, añadió el testigo, e incluso relató que, luego de finalizado el servicio militar —a mediados del 79—, la vigilancia continuó. A veces se daba cuenta de que lo estaban siguiendo y que querían que se supiera controlado. Cuando salió, supo que habían allanado la casa de su hermana Susana, la de su hermano Eduardo, la de la familia de su esposa y también la suya. De esa vivienda se llevaron los libros, “el tesoro de la casa”.

Supo también que a su madre la habían citado en el centro de Mendoza, con una presunta carta escrita por él, que la pasearon por la ciudad y la interrogaron. Conoció además las acciones  llevadas a cabo por su familia: notas al general Saá, a la IV Brigada, al subsecretario del Interior; la presencia de la madre, la acción de padres, suegros y suegras. Todo permitió “que la situación se blanqueara de tal forma que ninguno fuera víctima de desaparición o asesinato”. Además, buscaban incidir sobre las distintas fuerzas según la asignación de las áreas de represión en Mendoza. Según sabían —aunque no recordó la fuente— el Ejército tenía injerencia en toda la provincia pero Las Heras correspondía a la Fuerza Aérea.

En su interrogatorio, el abogado del exvicecomodoro Santa María —Carlos Benavídez— intentó argumentar que lo que le había sucedido al testigo era algo normal, un castigo usual del servicio militar. Blejman remarcó que los castigos —por hacer algo mal, por ejemplo— consistían en dejarlos en sus habitaciones, nunca en un calabozo. El defensor, además, puso en duda el simulacro de fusilamiento y el declarante respondió con claridad: “Si a usted le dicen que camine, que no se dé vuelta, y detrás se cargan las armas, en mi interpretación de ese momento —y por lo que me dura en la cabeza después de 40 años—, eso es un simulacro de fusilamiento”.

Alberto Carelli, presidente del tribunal

“Esa situación es un punto de quiebre en mi vida que no tiene retorno —se explayó—. Modifica todo lo que se vive. Hace poco tuve oportunidad de ir a la IV Brigada, en marzo de 2021”. Después de muchos años, caminó los metros que caminó aquella noche “para poder sentir que ese peligro ya no estaba”. La tortura psicológica, explicó, “tiene esa característica de ser perdurable en el tiempo y el delito sigue causando sus efectos”.

“Quiero agradecer esta oportunidad de expresar lo que me ha ocurrido, con todas las lagunas en la memoria que se producen después de 40 años. Los delitos cometidos, y mi familia fue víctima de esos delitos, perduran en el tiempo y nos acompañan toda la vida. Por eso es tan importante que estos juicios lleven a la verdad, lleguen al castigo y se hagan en este ámbito de la justicia”, concluyó Luis Blejman.

Secuestro de Carlos Tassín

Carlos Jacinto Tassín tiene 75 años. El testigo declaró en sala sobre su detención en la Comisaría 16 de Las Heras.

Carlos Tassín

El 24 de marzo de 1976 a las cuatro de la mañana un grupo de “treinta militares” ingresaron a su vivienda, ubicada en calle Perú al 902 de Las Heras. El testigo sostuvo que era personal de la Fuerza Aérea, posiblemente de Infantería, por la vestimenta y los vehículos. Muchos tenían cerca de cincuenta años y “eran de la banda”, aunque también había jóvenes.

Según Tassín, de acuerdo a las preguntas que le hicieron, buscaban armas, pero solo encontraron un viejo miméografo con el que había confeccionado volantes para manifestaciones. El testigo era el tesorero del Partido Comunista en el departamento de Las Heras. También se llevaron material de la organización. Más adelante en su relato refirió que su casa quedó hecha “un desastre”: “Tenía seis hijos chiquitos. Una barbaridad hicieron conmigo, mis hijos, mi mujer”.

Durante el operativo lo amenazaron de muerte. Pero como el testigo se mostraba tranquilo, le pasaron un revolver para que lo hiciera él mismo. Finalmente lo sometieron a un simulacro de fusilamiento. También le dijeron que otro compañero, Rogelio Rivera —de avanzada edad—, lo había “vendido”. Pero el testigo aclaró que no era cierto: “Le dieron una culetaza al pobre viejo”.

Subieron a Tassín a un “colectivo” y pasaron a dejar a Rogelio en su domicilio, “cerquita” de la Comisaría 16. El testigo ingresó luego a la dependencia policial, donde estuvo detenido doce o trece días: “Fui de los primeros en llegar”, señaló. En el edificio confluyeron más tarde varias personas —diez o quince— del Partido Comunista que también vivían en Las Heras: Capurro, Margarita Tapia, la familia Alliendes —padre, madre, hija e hijo—, los hermanos Herrera —uno de ellos con labio leporino, recordó—. Al que “más le dieron” fue a un detenido que era actor: “paliza y picana”. A todas estas personas las conocía “desde hacía veinte años”, agregó.

La seccional se caracterizó por los gritos y llantos: “No sé si hubo muertos”, indicó Tassín, “pero sí que pegaban”. Según el testigo, recibían patadas a diario de gente con pelucas. La comida era casi nula. Durante sus días de cautiverio, progresivamente las personas detenidas fueron trasladadas en grupos de a tres con destino desconocido. Tiempo después supieron —por los relatos directos de las víctimas— que algunos pasaron a la IV Brigada Aérea. Entre ellos, nombró a Herrera, González y Capurro.

Por su parte, Tassín, junto a los otros dos hermanos Herrera, fue conducido al Liceo Militar. Ahí estuvo treinta días más. Eran vigilados por soldados. Mencionó que en esta dependencia del Ejército había “muchos presos de distintos partidos”, así como secretarios generales de organizaciones sindicales: conoció al hijo de Martínez Baca, a Giol, al secretario de Minetti, a Valderrama. Transcurrido un mes, recuperó la libertad y regresó a su casa. Pero como la vigilancia era constante, pronto cambió de lugar. Relató que “cada tanto” la Policía se acercaba a su vivienda. También lo habían hecho durante su detención. En esas ocasiones interrogaban a su esposa.

Más adelante, pero aún en dictadura, el testigo volvió a ser detenido porque alguien hizo “una tontería” con su documento. Primero estuvo en la Comisaría 25 y luego en el Departamento de Informaciones de la Policía (D2). Allí se reencontró con un efectivo flaco y alto, de unos treinta años, que lo golpeó mucho durante su cautiverio en la Seccional 16. El policía lo recordaba: entre sus insultos le decía “comunista”.

A pedido de uno de los abogados defensores, Tassín mencionó los nombres de algunos policías de la Comisaría 16 que constan en una declaración previa del tesigo del año 2013: Valenzuela, Ulloa, Rodriguez. Sabían los apellidos porque Alliendes, “lamentablemente”, los conocía: “Éramos todos de la misma zona”, explicó.

Los defensores Ariel Civit y Eduardo San Emeterio volvieron sobre la descripción de los uniformes de sus captores en marzo de 1976. El testigo apeló a la distancia temporal con los hechos, pero no expresó dudas respecto a la intervención de la Aeronáutica. Aclaró que muchos de los soldados eran vecinos y se conocían y sostuvo que el “colectivo” en el que lo trasladaron era de esa fuerza.

Eduardo San Emeterio

San Emeterio quiso desestimar la declaración del testigo-víctima y preguntó por sus problemas de salud: Tassín respondió con sinceridad que había perdido la audición, que tenía mal de Parkinson desde aquella época y que la “cuestión psicológica” es lo que “más le pesa a uno”.

La próxima audiencia será el 28 de mayo a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.