07-12-2018 | En la jornada, Antonia Reitano y Julio Bozzo ampliaron sus declaraciones indagatorias. Con versiones casi idénticas, negaron conocer la procedencia de Claudia Domínguez Castro. Apuntaron a Carabajal como el único responsable de la apropiación de la menor.
El matrimonio que crió a Claudia Domínguez Castro está imputado por considerarse coautor de los delitos que rodearon a la apropiación de esa beba en 1978: retención y ocultamiento de una menor de diez años, alteración de su estado civil y falsedad ideológica de los documentos públicos destinados a acreditar su identidad. Con sus relatos, hoy procuraron deshacerse de cualquier tipo de responsabilidad sobre el conocimiento del origen biológico de Claudia.
Antonia Clementina Reitano declaró que recibió a “una bebé como a una bebé normal”, sin saber que era hija de personas desaparecidas. Su cuñado les pidió que no dijeran que él la había llevado. Ese hombre, llamado Segundo Héctor Carabajal, hoy está imputado por la sustracción de la menor. La mujer aseguró que la relación con su cuñado era normal hasta que empezó la discordia por este tema.
Reitano había intentado quedarse embarazada y, al no conseguirlo, cayó en un estado general de depresión. En varias oportunidades le ofrecieron pagar pero ella aseguró que un bebé no se compra sino que se da de corazón. En enero o febrero de 1978 su cuñado les contó que una señora “sola” iba a tener un bebé en un mes y lo quería dar porque no lo podía mantener.
En marzo Carabajal les llevó a la pequeña en un moisés junto con un papel: “Presenten este certificado como que es hija suya porque está hecho a nombre suyo”, les habría dicho. “Inocentemente, con la alegría de tener una bebé en los brazos”, hicieron caso. “Ni remotamente” imaginaron que podía ser hija de personas desaparecidas porque en esa época no se hablaba de eso. Dos o tres días después su cuñado les reveló que la mujer había muerto en el parto. Antonia Reitano declaró que a los cinco años le dijeron a Claudia que era adoptada y ella vivió su vida conociendo esa información. Mentían cuando alguien les preguntaba cómo la habían conseguido porque así lo había ordenado su cuñado.
En 1978 conocían que Carabajal tocaba el clarinete en la banda de música del Liceo Militar pero nunca lo vieron con aquel instrumento. Jamás supieron exactamente a qué se dedicaba. Luego “se comentaba que era de inteligencia”. Él mismo lo decía en reuniones familiares. La declarante remarcó que su cuñado siempre estaba metido en “cosas raras”, “él por cualquier cosa extorsionaba”. Siempre debía plata y eso lo metía en problemas. Relató además aquel episodio de la extorsión: un desconocido llamó a su hermano Horacio para que le pidiera a Julio la plata que Carabajal debía. De lo contrario revelarían que Claudia era hija de personas desaparecidas. A pesar de los claros indicios, la señora Reitano afirmó que nunca ataron cabos sueltos para relacionar todo esto con el posible origen de Claudia.
Jueces, fiscales y defensores le hicieron preguntas a la imputada. Destacó el cuestionario del juez Piña sobre los detalles del momento de la entrega de la beba. Indagó cómo llegó, en qué auto, qué ropa tenía puesta, quién la recibió y hasta en qué estado estaba su ombligo. Posiblemente el magistrado haya querido averiguar las condiciones de la niña, cómo había sido el parto de Gladys y saber si la habían entregado inmediatamente después del nacimiento o cuál habría sido su recorrido.
A continuación, y con ayuda de la secretaria del tribunal por sus problemas de audición, Julio Bozzo fue respondiendo preguntas de las partes para reconstruir los hechos.
Comenzó explicando que hacia 1978 trabajaba en el Correo Central. Su único vínculo con el Ejército habría llegado cuando Claudia trabajó en el Liceo Militar. Sin embargo, en otro tramo de su declaración señaló que hizo el servicio militar en San Luis.
Se refirió a Claudia como la “solución a sus anhelos” y confirmó la versión de Reitano respecto de ofrecimientos previos de bebés de parte de una vecina. La primera vez había pedido que cubrieran los gastos del sanatorio. La segunda oferta directamente demandaba dinero. “La vida de un ser humano no se puede comprar”, sostuvo Bozzo.
Como toda la familia sabía que querían adoptar, Carabajal les ofreció el/la bebé de una “señora del trabajo, viuda, que quería donarlo”. Faltaba un mes de gestación. En la fecha prevista, cierta noche llegó Claudia en un moisés. Luego fueron con Carabajal hasta la casa de la familia Reitano, donde también vivía una hermana de Antonia (su hija Silvana declaró en la audiencia anterior).
Según Bozzo, si hubieran conocido el origen real de Claudia no habrían aceptado “un bebé a costa de la desaparición de los padres” (más adelante se refirió a Gladys y Walter como “fulanita” y “menganito”). Sin embargo, nunca cuestionaron los documentos falsos que entregaron en el registro civil porque, supuestamente, “no conocían cómo se llevaba adelante una adopción”, ni mencionaron la posibilidad de hacerla por la vía legal. Para el matrimonio, alguien “donó” una bebé con “todos los derechos” y “no era relevante” conocer la identidad de la madre.
Respecto del pedido de silencio de Carabajal sobre su intervención, Bozzo respondió que “posiblemente la mamá no quería saber adónde había ido su beba”. También confesó que a Claudia la engañaron acerca de ese elemento por cumplir con su promesa: él y su esposa inventaron que la oferta la había hecho un excompañero del servicio militar de Bozzo de San Luis. A Carabajal le propusieron el padrinazgo “por agradecimiento”.
A pedido de las partes, el imputado relató el episodio de extorsión tantas veces mencionado. Explicó que “un señor que trabajaba con Carabajal” llamó por teléfono a Horacio Reitano para que le transmitiera un mensaje a él: si Carabajal no pagaba un dinero que le debía, denunciaría que “tenía una nieta de las perdidas en el gobierno de Videla” (el testigo luego sostuvo que el mensaje había sido “hija de desaparecidos/as”). Según Bozzo, creyeron que la amenaza era mentira e incluso pensaron que podía ser el propio Carabajal que buscaba sacarles dinero.
Bozzo interpeló a su cuñado por la amenaza recibida pero el militar aseguró que “eran todas mentiras” y que “ya lo arreglaría”. También dijo que hablaría con sus superiores. Diez días después llegó una segunda llamada. Esta vez, la conversación entre Bozzo y Carabajal habría terminado violentamente porque este último no quería discutir lo que hacía en su trabajo.
Justamente, el trabajo de Carbajal era una incógnita para la familia. En algún momento pidió la baja del Ejército y su esposa dijo que era chofer y guardaespaldas del dueño de una farmacia. Sin embargo, Reitano declaró que Carabajal mismo decía ser de inteligencia.
A diferencia de lo declarado por los y las restantes testigos, Bozzo ubicó las llamadas extorsivas tres o cuatro años atrás, es decir, casi en paralelo al inicio de la causa, que comenzó luego de conocerse los resultados del examen de ADN en 2015. Posiblemente, la intensión es relativizar que él y su esposa pudieran conocer el origen de Claudia (o, al menos, que había elementos contundentes para tener sospechas) desde hace más de quince años.
Para la audiencia de hoy estaba previsto que comenzaran los alegatos del Ministerio Público Fiscal. Sin embargo, el abogado defensor del matrimonio Bozzo-Reitano solicitó la incorporación de nueva prueba (citar a declarar a Horacio Reitano e investigar un domicilio de calle Paso de los Andes al 1752 que puede tener relación con el llamado extorsivo) y el tribunal acompañó el pedido.
La próxima audiencia será el jueves 20 de diciembre a las 9.30.