12-10-17 / El testimonio de Alberto Scafatti inició la jornada de hoy. Fue indagado por los ilícitos cometidos contra la Juventud Guevarista. Particular atención mereció el caso de Daniel Moyano, quien aún está desaparecido. Por otro lado, una vez más, el Operativo Rabanal es objeto de investigación. La palabra de Guido Actis inició la serie de audiencias que se dedicarán a seguir esclareciendo esta causa.
Los dos testimonios de hoy se refirieron con detalles a dos causas distintas. En primer lugar y en relación con declaraciones anteriores, la indagatoria por la causa de la Juventud Guevarista. Y, en segundo lugar, las detenciones a miembros de Montoneros y la Juventud Trabajadora Peronista previa al Golpe de Estado.
Alberto José Guillermo Scafatti fue detenido el 14 de abril de 1976 en su lugar de trabajo. Desde esa fecha hasta el 23 de mayo de ese año estuvo alojado en el D2. En otras ocasiones ha contado minuciosamente su periplo, razón por la cual no se profundizó en esto, sino que se incorporarán esos dichos a la causa.
El fiscal Dante Vega mencionó a Daniel Moyano y el testigo recordó que compartió cautiverio con una persona con ese nombre. Sin embargo, aclaró que hubo un homónimo de él que habían secuestrado por confusión. No pudo precisar sobre aquel Daniel Moyano militante de la Juventud Guevarista que hoy está desaparecido.
Contó Scafatti que un hombre detenido en la celda contigua a él un día volvió en muy mal estado de la tortura. Se quejaba y pedía agua. Entraron guardias, le pegaron muchas patadas, se hizo silencio y al día siguiente el calabozo estaba vacío.
Al preguntar el fiscal por distintas personas que estuvieron detenidas en el D2, Scafatti recordó a Víctor Sabattini, Graciela Leda, Silvia Schwartzman, Siro Vignoni, Raúl Acquaviva. Él ya estaba en ese Centro Clandestino de Detención (CCD) cuando llegó ese grupo, “los trajeron a todos en 24 horas”. Fueron muy maltratados, “quedaron como despojos humanos, estábamos en un infierno”, refirió el testigo.
Tuvo los peores recuerdos de aquel lugar. “Nosotros éramos un muñeco de trapo, podían hacer lo que querían con nosotros”. Sufrían no solo golpes sino constante humillación, “venían a divertirse con nosotros”.
Además, allí vio a otras personas que no eran del personal del D2. Por ejemplo, un médico colega de él y un hombre que simulaba ser un detenido pero era un infiltrado y pertenecía a una agencia privada de vigilancia en la que Alberto también había trabajado.
El testigo contó que en la celda estaba sin venda y que se acordaba de la cara de los policías de aquel CCD pero que, debido al paso del tiempo, no reconocería su fisonomía actual. Pablo Salinas, integrante de la querella, solicitó que se le mostrara un álbum con fotos de estos personajes en aquel entonces y el juez accedió a hacerlo en los próximos días.
El Operativo Rabanal
A pesar de ciertos inconvenientes técnicos se iniciaron los testimonios por esta causa de febrero de 1976. El primero en declarar debió ser, justamente, Daniel Rabanal, que se encuentra en Buenos Aires. Sin embargo, inconvenientes técnicos impidieron una videollamada exitosa. Dará más adelante su testimonio.
Guido Esteban Actis fue detenido el 20 de febrero de 1976 en su domicilio de Ciudad. Era delegado gremial de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) y había resistido otro intento de secuestro días antes. Fue trasladado al D2 donde permaneció una semana. Como en otras ocasiones brindó testimonio, la fiscalía pidió que se incorporaran sus declaraciones anteriores.
El testigo comenzó relatando su detención a manos de dos policías y el posterior traslado al D2 en un Peugeot 504. Ya en el estacionamiento del edificio, reconoció el vehículo con el que habían tratado de secuestrarlo en la ocasión anterior. Antes de ser conducido a una celda, ingresó en una sala con dos o tres personas detenidas, una de las cuales, descalza y vestida de rojo, más tarde reconocería como Silvia Peralta.
En dicho CCD compartió cautiverio con Miguel Ángel Gil, Silvia Ontivero, Marcos Ibáñez y Fernando Rule. Durante su semana en el D2 fue víctima de brutales golpizas que se repitieron diariamente hasta que, posiblemente por la muerte de Miguel Ángel Gil, supuso, se detuvieron hasta su traslado.
Cerca del mediodía del 27 de febrero fue conducido vendado a un camión con celdas individuales. Retirada la venda, pudo observar a través de la mirilla, el conocido recorrido céntrico que realizaron hasta detenerse en calle Mitre, en la Unidad Regional I: no sabía que allí funcionaba el juzgado. Cuando descendió del camión identificó a otras cuatro personas detenidas, en un estado físico “muy deteriorado” y con escasa vestimenta: Alberto Muñoz, Rodolfo Molinas -sin cuatro dientes delanteros y con las manos colgando inmóviles-, Stella Maris Ferrón y Olga Zárate. No pudo identificar a los responsables del traslado pero sí observó gran cantidad de personal policial en el lugar antes de ser, nuevamente, vendado.
Posteriormente, describió una primera sala donde permanecieron con custodia policial varias horas hasta ser llamados individualmente y por sus nombres a la habitación contigua. Actis, último en ingresar, encontró a Guiñazú, secretario del juez y conocido suyo del mundo del rugby, quien le recomendó no declarar: “estás en una dependencia policial, el escribiente es policía, no declares”. Tras brindar sus datos de identificación fue llevado nuevamente con vendas y esposas al mismo camión con destino a la penitenciaría. Allí fue recibido junto con Molina y Muñoz por el Alcalde Manrique y luego examinado por el médico Carlos Tarquini.
Día de todos los muertos
A pedido de la fiscalía, el testigo relató una serie de episodios ocurridos en el penal de nuestra provincia durante los últimos meses de 1976. Explicó que luego del traslado masivo hacia la penitenciaría de La Plata en septiembre, para octubre de ese año permanecían detenidas aquí únicamente treinta personas, al punto de encontrarse por un momento solo en un pabellón entero. Después de algunos movimientos, cuando el testigo se hallaba en un pabellón con otras personas, el suboficial Kenan leyó una lista de personas que debieron trasladarse, quedando aislados del resto. Se trataba de Carlos Pardini, Guillermo Martínez, Juan Koncurat, Daniel Rabanal, Walter Salinas, Juan Sgroi, Claudio Sarrode, Armando Bustamante y el propio Actis. Sin embargo, paulatinamente y por tandas, los fueron trasladando. Tiempo después, un 23 o 24 de diciembre, se reencontraron en el mismo pabellón, las ocho personas que habían sido llevadas a Campo Los Andes. Allí habían estado en dos habitaciones, de a cuatro, esposados por la noche a las camas.
Recordó que un 2 de noviembre, Día de Muertos, cuando quedaban únicamente en el pabellón, Rabanal, Martínez Agüero y él, los retiraron sin colchones y los condujeron hasta la dependencia de entrada del complejo. Allí permanecieron encapuchados y atados con alambres. Mencionó que alguien, después de preguntarles sus edades, había exclamado “qué lástima”. A la mañana, cuando la cárcel retomaba la actividad, una voz dio la contraorden de llevarlos adentro: ahí descubrieron que habían perdido las pocas pertenencias que tenían. Años más tarde, Rabanal le contó que había intervenido un pariente suyo -Pancho Rabanal, dirigente radical- para que no los mataran. Actis se lamentó no poder corroborarlo por el fallecimiento de aquellos protagonistas.
La próxima audiencia será mañana viernes 13 de octubre a las 9.15.