19-10-17 / Hoy continuaron las declaraciones por el operativo de febrero de 1976 contra militantes de Montoneros y la Juventud Trabajadora Peronista. Declaró Fernando Rule en la sala y Daniel Rabanal por videoconferencia desde el Consejo de la Magistratura en Capital Federal. Además, prestó nuevamente testimonio Alfredo Saieg, quien estaba casado con Olga Inés Roncelli, desaparecida en septiembre de 1977.
El jueves pasado, Guido Actis inauguró una serie de declaraciones por el Operativo Rabanal. Hoy continuaron los testimonios por esta causa con la palabra de Fernando Rule y de Daniel Rabanal. Los detalles en este sentido son importantes para determinar el grado de responsabilidad de Carlos Rico.
Fernando Rule era delegado gremial y había sido candidato a Secretario General de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE). El 9 de febrero de 1976 fue secuestrado en su domicilio junto con su compañera, Silvia Ontivero, y el hijo pequeño de esta, Alejo Hunau. Fue trasladado al Departamento de Informaciones 2 de la Policía de Mendoza (D2), donde permaneció hasta fines de ese mes. La fiscalía comenzó pidiendo que se incorporaran a la causa las declaraciones previas del testigo en otras instancias judiciales y acto seguido interrogó sobre el día y la forma de su secuestro.
Rule explicó que había regresado de trabajar a su domicilio del centro cuando gente de civil, con gorras y caras tapadas, rompió el portón de la vivienda e ingresó armada. La pareja, presintiendo una balacera, alcanzó a gritar por la ventana que daba a la calle pidiendo “no tiren, hay un niño”.
Relató que lo vendaron y golpearon. Cuando preguntó por qué no estaban uniformados si se trataba de policías le respondieron que no tenían uniforme del mismo modo que él no estaba vestido de montonero.
Tras un intento fallido de escape, fue trasladado rápidamente al D2 en un Fiat 125. Semanas después, alrededor del 27 de febrero, lo obligaron a bañarse y vestirse para matizar el terrible aspecto que tenía luego de las inhumanas condiciones de detención ya relatadas por él y más testigos en dicho centro de detención. Lo condujeron a un camión celular con celdas donde también viajaban Silvia Ontivero y Daniel Rabanal.
Luego de un breve recorrido, arribaron a la jefatura policial de calle Mitre, que reconoció fácilmente: había estado detenido en ese mismo lugar en dos ocasiones anteriores, durante 1972.
Recordó que durante todo el trayecto lo trasladaron amarrado y vendado, que recibió golpes, empujones y burlas y estuvo próximo a caer al descender del camión. En la jefatura permaneció alrededor de una hora en un calabozo hasta que lo atendió el juez Carrizo. Le explicaron que el tribunal se había conformado allí “por cuestiones de seguridad” pero dudó que fuera realmente personal judicial, pese a estar vestido de civil. Quiso declarar haber sido objeto de tortura y el juez enfureció: “usted va a declarar lo que yo le digo”. Se negó y fue conducido nuevamente al calabozo, mientras declaraban Ontivero o Rabanal.
Finalmente, fue enviado junto con Rabanal a la penitenciaria provincial. “Esto para ustedes es como salir en libertad”, se habían burlado en el traslado. La cárcel era, efectivamente, la posibilidad de sobrevivir. Allí fue revisado por un médico que le revisó los dientes «como a los caballos».
Sobre la identidad de sus captores, Rule afirmó haberse dedicado a investigar a lo largo de estos años e identificó a Rico como “jefe del grupo”. Sostuvo que está documentado y que existen remitos firmados por él. Afirmó que el traslado a la jefatura lo realizó personal del D2 porque reconoció las mismas voces, las mismas burlas. Además, antes de su captura ya estaba informado sobre la existencia de este “cuerpo de elite” bien diferenciado, siempre vestido de civil y acostumbrado a la violencia.
Por otro lado, reconoció por su voz a Fernando de Rosas como responsable de dar las órdenes e interrogarlo el día del secuestro. Rule aseguró haber sido contratado como electricista por esta persona luego de recuperar la libertad en 1983 y decidir “seguirle el juego”: aceptó sus habanos puertorriqueños y escuchó sus relatos de viajes por Centroamérica. Rosas había confesado ser de la aeronáutica y conocer a otros presos políticos. El testigo sostuvo que en las declaraciones de Rosas en juicios anteriores hubo falso testimonio: negó haber salido del país.
Daniel Hugo Rabanal fue detenido en la vía pública el 6 de febrero de 1976. Era militante de Montoneros y se había instalado en Mendoza hacía algunos meses. Durante la jornada de hoy brindó su testimonio mediante videoconferencia desde Buenos Aires.
Rabanal relató el día de su captura. Luego de apresarlo fue trasladado a una comisaría donde lo golpearon e interrogaron. Esa noche le informaron que lo retiraba gente de Buenos Aires. Atado con alambres, fue metido en el baúl de un automóvil. Lo bajaron en un descampado con una construcción precaria. Nunca pudo determinar dónde estuvo pero supone que se trataba de las afueras de la ciudad por el largo recorrido y el camino de ripio. Permaneció allí por lo menos tres días atado a una cama, desnudo, sin alimento. Luego fue llevado al D2.
El 26 de febrero, previo a su traslado a la jefatura de policía, hubo de parte de sus captores un intento por mejorar la imagen de quienes estaban allí en detención: fue la primera vez que le limpiaron superficialmente una herida infectada en un talón producto de la picana. Posteriormente, junto a Rule y Ontivero, fue conducido en un camión celular a declarar frente al juez Carrizo.
Una vez en la jefatura, llegó a observar una doble fila larga de policías uniformados que llegaba a modo de escolta hasta una oficina. En dicha sala, el juez y sus dos ayudantes le advirtieron que podía decir lo que quisiera porque no había policía. El testigo remarcó ante el tribunal lo ridículo de la recomendación en un lugar rodeado de personal policial. Rabanal se negó a declarar y fue conducido a la penitenciaría en el camión celular.
Por último, relató su ingreso al penal y cómo, después de veinte días en el D2 en “el límite de lo absoluto” y la “violencia extrema”, todo trato, incluso el penitenciario, parecía benévolo.
«Yo soy una revolucionaria»
Alfredo Saieg prestó declaración nuevamente para puntualizar sobre la desaparición de su esposa, Olga Inés Roncelli. Ella tenía 28 años al momento de su secuestro y era profesora de Matemática, Física y Cosmografía. Daba clases en la Escuela del Magisterio -de cuyo sindicato formaba parte-, en Lavalle y en Costa de Araujo. Era una persona muy crítica y exteriorizaba sus ideas de izquierda. El testigo expresó lo que ella pensaba: “si yo fuera profesora de historia, de geografía, de sociología o de economía, sabría en qué medida con lo que enseño contribuyo, o no, a la dependencia del país. Pero me resulta muy difícil con la matemática y la física». «Y se lamentaba de eso”, explicó Saieg.
El 13 de septiembre del ‘77, Alfredo salió de trabajar y esperó a que su esposa lo buscara. Esto no sucedió, ella no llegó y el auto de la pareja no apareció nunca. “Me había manifestado cierta preocupación de que le pasara lo que le pasó”, confesó el testigo. Él recorrió distintos lugares de Mendoza para encontrarla y finalmente, radicó una denuncia ante la Comisaría Séptima de Godoy Cruz.
Hizo muchas gestiones para dar con ella. Intentó rastrear el auto pensando que le podía dar una pista para encontrarla. Habló con la Cruz Roja, con las Fuerzas Armadas y hasta con gente de la SIDE, cuya sede estaba en Martínez de Rozas y Emilio Civit, de Ciudad. Allí menospreciaron su búsqueda y le dijeron que lo de ella era “un problema de pantalones” y se había ido con otro hombre.
Muchos años después supo que algunas personas la escucharon en el D2 y vieron cómo se llevaban un cuerpo envuelto en una frazada.
Saieg dio cuenta de numerosas circunstancias sospechosas, previas al secuestro. A principios del ‘75, el matrimonio había viajado a Europa por 40 días. Mientras no estaban en Mendoza, le prestaron su casa a una pareja conocida por Olga. Las dos personas fueron detenidas en ese domicilio. Meses después, la policía detuvo a Roncelli en la plaza departamental de Lavalle para averiguar por la mujer de la pareja, Iris Santos, que era preceptora y ella conocía de la escuela.
Olga Inés Roncelli había prestado su firma para alquilar una casa en San José que fue allanada por la policía en 1975. En ese lugar, dijo el testigo, encontraron folletería pero no pudo dar más detalles.
Unas dos semanas antes del secuestro, fueron a retirar a su hijo de un año y medio de la guardería y vieron un Ford Taunus anaranjado con techo blanco y algunas personas adentro. Con susto se dirigieron al palacio policial, relataron esto “al jefe del D2” y él los escoltó con el auto hasta buscar a su hijo y llegar a su casa en el barrio Trapiche.