02-11-17 / Por videoconferencia, el matrimonio Alberto Muñoz-Ivonne Larrieu compareció ante el Tribunal para dar cuenta de los detalles de sus detenciones, en febrero de 1976. Por el mismo medio, prestó declaración Alfredo Hervida.
Operativo Rabanal
Alberto Mario Muñoz y su esposa Ivonne Larrieu, ya declararon, ampliamente sobre su detención en el D2, junto a un numeroso grupo aprehendido en virtud de la ley 20.840. Dichas declaraciones serán agregadas a esta causa.
La indagatoria de la jornada se centró en determinar qué fuerzas participaron, tanto en la detención del matrimonio como en los traslados desde el D2 hasta la comisaría donde operaba el juez de la causa; y desde allí a la penitenciaría. De las preguntas realizadas por los abogados de las partes se puede inferir que se trataba de establecer qué divisiones participaron de los procedimientos. Los letrados indagaron sobre el tipo de uniforme, color, calzados y otros aspectos que permitieran esclarecer quiénes actuaron en este caso.
Como se pudo fundamentar en anteriores juicios, el D2 tenía la potestad de requerir asistencia a las divisiones Motoriza e Infantería de la Policía de Mendoza, en su cruzada contra la “subversión”.
Alberto Muñoz tenía dieciocho años cuando lo secuestraron junto a su esposa e hija recién nacida, en su domicilio. La familia fue conducida al Departamento de Investigaciones de la Policía de Mendoza (D2).
Según su relato, él y su esposa dormían cuando a la vivienda ingresaron, de manera violenta, aproximadamente, quince personas armadas. Algunas de ellas iban de civil, junto a policías uniformados. Después de vendarlos y golpearlos, los arrojaron a la vereda y los introdujeron a un vehículo en el que sonaba una radio de comunicación de alguna fuerza de seguridad.
A lo largo de su declaración quedó establecido que, junto a personal de civil, había unos 15 uniformados con ropa de fajina gris y borceguíes, que intervinieron en el procedimiento. Asimismo, la Fiscalía trajo a colación que el testigo, en su primera declaración ante la CONADEP, los denominó como miembros de Infantería.
Luego de su detención en el D2, Muñoz fue trasladado vendado, descalzo y con el torso al descubierto, hacia un camión celular, con celdas individuales, y de allí a la Jefatura Policial a prestar declaración. Estaba físicamente muy deteriorado producto de las golpizas y los episodios de tortura.
Relató que fueron recibidos por personal policial y luego por un señor muy exaltado que los insultaba y tildaba de “subversivos”, que luego se presentó como juez. Para Muñoz todo se trababa de “una pantomima”. Tiempo después confirmó que, efectivamente, había sido personal de la justicia.
También narró un episodio con un policía, con uniforme de comisaría, que lo dejó ver a su esposa, quien se encontraba en la misma dependencia. Además, pudo observar a otro detenido con quien después compartiría cautiverio en la penitenciaría: era Rodolfo “Fito” Molina, desdentado y con sus manos inmóviles. Finalmente, fue conducido junto a otros detenidos (a quienes pudo escuchar) a la cárcel provincial en un camión celular.
Respecto de los traslados, el testigo aseguró que eran siempre similares ya que se trataba de un sistema de control por amedrentamiento, con violencia verbal constante y la amenaza presente del golpe físico.
Ivonne Larrieu, por su parte, contó que estaba durmiendo con su esposo y su hija de 15 días cuando escuchó un ruido muy fuerte, como una explosión que ella pensó sería del calefón. Era 9 de febrero de 1976 y tanto Ivonne como Alberto tenían 18 años. Ingresaron violentamente muchos hombres armados, la mayoría uniformados, aunque algunos de civil. Percibió que el calzado era tipo borceguíes. En esa vorágine, a los gritos y forcejeos, la tiraron al suelo y le vendaron los ojos con la funda de su almohada. Pensó que los iban a matar a los tres.
La arrastraron hasta una especie de furgoneta y le dejaron al lado a su hija María Antonia con el moisés. La llevaron al D2 pero no estuvo en las celdas como el resto, sino en una oficina con su beba. A pesar de los malos tratos y vejámenes a los que fue sometida, pudo seguir amamantándola.
A fines de febrero la subieron a un camión celular con su hija en brazos. El vehículo tenía varios compartimentos ya que se escuchaban las voces de otras personas. Al descender, entró a un lugar con un patio grande y le dieron pan y agua para un muchacho que ella creyó muerto en una habitación. Era Rodolfo Molina, tenía las manos inmóviles y el cuerpo muy dañado. La llevaron a otra sala donde pudo ver a su marido en condiciones físicas también deplorables, extremadamente delgado y con un pantalón solamente.
Luego, en otra habitación le quisieron tomar declaración. Había dos personas de civil, uno de ellos hacía preguntas. También entraba y salía un uniformado que intentaba apurar el trámite. Ella tenía alzada a María Antonia, estaban las dos muy sucias y contó lo que había sufrido desde su secuestro. Esta escena es relatada por todas las víctimas de la causa Rabanal y el hombre que tomaba declaración era el juez Carrizo, condenado en el IV juicio por delitos de lesa humanidad de Mendoza.
Nuevamente, subida a un camión celular, la trasladaron a la penitenciaría. Entró a la cárcel con 10 kilos menos y los pies hinchados porque había sido obligada a estar parada durante muchas horas a modo de tortura.
Pocos recuerdos
Alfredo Daniel Hervida prestó breve declaración mediante videoconferencia desde Buenos Aires. Relató que fue detenido en la vía pública, cerca de un club barrial en Guaymallén, con la excusa de “averiguación de antecedentes”. Permaneció largo tiempo en un calabozo. Luego fue trasladado al D2, de allí a la penitenciaría de Mendoza y posteriormente al penal de La Plata.
Mientras permanecía detenido “haciendo tiempo” en la comisaría, en un determinado momento sus captores se habrían enterado de su participación en el centro de estudiantes y este dato habilitó el maltrato y las golpizas. Hasta el D2 fue llevado en una camioneta junto con el responsable de dicha dependencia policial.
A pedido de la fiscalía explicó haber sido interrogado dos o tres veces por personal del ejército a lo largo de su detención en la penitenciaría. Dijo haber sido obligado a firmar declaraciones sin leerlas.
Finalmente, reconoció haber compartido cautiverio con Juan Koncurat, Claudio Sarrode, Vicente Zárate y Walter Salinas y haber escuchado de boca de algún detenido el episodio del traslado del grupo a Campo Los Andes.
La próxima audiencia será el viernes 3, en horario habitual.