07-09-2012 | Una foto, una carta escrita a sus hijos y el cuaderno de anotaciones del desaparecido Juan José Galamba fueron presentados como ejemplos de los valores de su generación y la persecución a la que fue sometida. Alicia Morales -su compañera, testigo de contexto en el anterior Juicio- y Paula Natalia -hija de ambos- señalaron el exterminio a la solidaridad. El ataque a Víctor Hugo Herrera. Confirmaciones acerca de los Camín.
Miriam Susana Astorga relató el secuestro de su marido, Víctor Hugo Herrera, la noche del 25 de mayo de 1978. La pareja -que se había casado el día 6 de ese mes- vivía en casa de los Herrera. Mientras la familia dormía, seis personas encapuchadas ingresaron violentamente a la casa, llegaron al dormitorio de la pareja y en la cama -mientras ataban a Miriam con una sábana- arremetieron a puñetazos contra Víctor Hugo. Astorga evocó que los secuestradores buscaban libros y armas e interrogaban a su marido por “Josecito”: “Donde te llevamos no necesitás documento”, lo amenazaron mientras se lo llevaban desnudo a la calle.
Al periplo en búsqueda de Víctor Hugo, relatado por su madre y hermanos -comisaría 27, Hospital militar, VIII Brigada, habeas corpus-, Miriam añadió que en el D2 les exhibieron fotos de las armas que supuestamente portaban quienes eran “detenidos”.
Astorga -que durante semanas se sintió vigilada desde vehículos apostados- contó el lazo amistoso que con “Tonio” -Víctor Hugo- tuvieron con Margarita Dolz. Del operativo que derivó en su desaparición, Miriam se enteró por Carlos Castorino.
“Se lo chuparon a Mario” fue lo primero que escuchó Ricardo Blanco cuando llegó a la UTN el 23 de mayo de 1978. La noticia salió de boca de sus compañeros y no necesitó datos precisos para saber que era verdad, “en esos tiempos las cosas eran así” definió. Ricardo cruzó palabras con Mario el día anterior, al salir del curso, cerca de las 20:30; “me voy a comer a lo de mi novia y vuelvo”, le dijo. Los jóvenes se conocieron en la primaria y cursaban ingeniería electrónica en la Universidad Tecnológica Nacional.
Pasado más de un año del secuestro, Ricardo preguntó a Sergio Lier -un policía de su barrio, integrante del D2- si conocía datos sobre Mario: “si le robaron algo no va a aparecer”, le certificó el oficial. Cobraba importancia el dato del auto de Mario. Al poco tiempo, Lier huyó a Canadá.
El testigo mencionó que Mario y Gustavo Camín -que solía ayudar con trabajo a los compañeros de su hijo- se destacaban por la humildad y la solidaridad. Gustavo lo ocupó para confeccionar planos y por él supo que un muchacho había conseguido empleo en la cantera de San Juan. Después, Blanco se enteró de que ese joven era Juan José Galamba.
“Espero que esto tenga un final feliz, es decir que todos los responsables paguen, porque se llevaron a los mejores” pidió Ricardo en el cierre de su testimonio.
El testimonio de la solidaridad
“Alto, rubio, ojos azules, flaco”; describió Alicia Beatriz Morales Fernández de Galamba a Juan José Galamba; “mi amigo, mi marido, el padre de mis hijos, el hombre con el que elegí tenerlos. Todo eso fue sistemáticamente destruido para implementar un sistema no basado en la solidaridad ni en el amor, sino en el individualismo y la explotación”. Alicia apoyó la descripción de José con una foto de casamiento que cedió al Tribunal, “para todos era un tipo muy querible, apoyaba a los chicos para que estudien, preocupado por la desigualdad social”, agregó.
Alicia y Juan José se conocieron en 1972 en la facultad. Participaron del Partido Socialista Popular y años después en la Juventud Universitaria Peronista. Estuvieron cercanos a Montoneros, con lazos solidarios: “por eso Jorge Vargas y María Luisa Sánchez Sarmiento estaban en mi casa, no tenían dónde estar, no se puede dejar a una familia en la calle a merced del monstruo del terrorismode Estado”.
El 12 de junio de 1976 Alicia fue secuestrada en su casa, junto a María Luisa y las hijas de ambas. Para Alicia, Juan José -que llegaba a la casa- notó el operativo y decidió no entrar. Trasladadas al D2, las mujeres fueron interrogadas por primera vez: “Me sorprendió la cantidad de información que tenían sobre nosotros. Aturdida por los golpes y la presión de la goma sobre los ojos y el reflector enfrente, vi diagramas, fotos, nombres, cruces en un pizarrón. Ya tenían armado todo. Montones de fotos de todos los estudiantes habidos y por haber, fotos enmarcadas con círculos”. Apenas una pregunta sobre su marido hicieron los captores a Alicia: “¿dónde está?”
Alicia estuvo detenida en varias prisiones hasta 1980. Sólo sabía que José había logrado escapar. Presa, “nunca tuve noticias de él ni me atreví a preguntar por su situación, la cárcel no cesaba. Al salir, cuando pudimos hablar, nos costaba mucho. Había que querer acordarse, preguntar y no poder hablar”. Sobre el itinerario de Galamba, dijo: “Sé que estuvo en San Juan afines del 76 -en muy mal estado físico-, en Mendoza -donde trabajó en una cantera y en un horno de ladrillos, los mil y un trabajos para sobrevivir-, en algún momento en (General) Alvear. Sé que quería ver a los chicos”.
Ni el contexto ni la fecha del secuestro de Galamba -28 de mayo de1978- fueron para Alicia “por azar o porque sí. Si en el 77 estaban descabezadas y aniquiladas las organizaciones, el 78 fue el momento del mensaje-planificado, previo al Mundial- contra la solidaridad remanente”. Del grupo de personas desaparecidas que integran esta Causa, Alicia recordó que con José conocían a Margarita Dolz “del viejo Partido Socialista”. Agregó: “En la época, todos nos conocíamos, siempre nos estábamos encontrando en peñas, asambleas, por estudio”.
Consecuente luchadora por los Derechos Humanos, explicó Morales: “Estos Juicios demuestran que querían exterminar el accionar de militantes activos, supuestos guerrilleros, de sus familiares, de sus amigos. Querían exterminar personas e ideas y también la solidaridad. Nosotros como estudiantes, como ciudadanos, éramos solidarios. José sobrevivió esos dos años por la solidaridad de los compañeros”.
En “un cuaderno que sobrevivió a José, enterrado en la finca de sus padres”, hay una carta escrita por el joven a sus hijos, en noviembre de 1976. Alicia pidió presentar la carta al Tribunal, como la voz de Juan José Galamba. Para ella, “expresa todo su amor contundentemente, es una historia de amor, del amor que sentía por la gente, por los hijos, por mí”. Sonnia de Monte amiga de la pareja- recibió el cuaderno de manos de José, se lo entregó a sus padres, y en una marcha en memoria de los desaparecidos a treinta años del golpe, se lo restituyó a Alicia y a sus hijos.
Paula Natalia Galamba -hija mayor de Juan José- leyó pasajes del cuaderno. “Quiero leerlo porque refleja lo que él sentía en ese momento y lo que sentían muchos de sus compañeros. Lo que nos dejó aquí es una lección de vida y de amor. Es su testimonio”:
“Queridos hijos: con la caricia más tierna que un padre puede hacer, quiero que sepan que papá nunca los olvida y todo lo que hace es por la felicidad de ustedes. Así como con mamita los quisimos, hoy más que nunca debemos seguir adelante hasta conseguir lo más ansiado para todos y que es lo que se llama igualdad, que cuesta mucho conseguirla pero que no es imposible alcanzarla”.
Juan José también explica la situación por la que se atravesaba “entre esas grises paredes, donde está mamá, están miles de madres y de padres que no callaron por decir la verdad”; los objetivos que se perseguían: “no podemos seguir aguantando que los miserables por un poco más de dinero estén haciendo estragos, mientras en unas mesas hay caviar en otras apenas hay pan”; también relataba el amor por Alicia, la esperanza de encontrarla y la desazón de no saber si los volvería a ver.
“Encontrarme con este cuaderno fue una forma de entenderlo, de comprenderlo, durante mucho tiempo los cuestioné por no haberse ido, por no haber pensado en sus hijos; comprendí entonces que no se fueron justamente porque pensaban en sus hijos”, relató conmovida Paula, como quitándose un gran peso.