A Celeste, Belén, Mara, Romina y Miriam
Cuando supimos la fecha de nacimiento de Miriam, inmediatamente empezamos a buscar las embarazadas que habían dado a luz en esa época. Las buscamos y ahí vimos a Pichona y a Carlos. “¡Es igual!”, dijimos. Por unos minutos, el silencio se apoderó del local de las madres, el lugar donde nos reuníamos, la piel se nos encrespó. Cuando salimos del asombro, vimos que también coincidía con la fecha de parto de Adriana Bonoldi, pero en ese caso no la vimos parecida. De todos modos, tratamos de calmarnos, nos manejábamos con datos certeros y el parecido no era uno, además esa beba había nacido en Buenos Aires y ella vivía acá desde recién nacida. Sin embargo, ese día del año 2012 creímos por primera vez que Miriam podía ser hija de Pichona y Carlos. Y no estábamos equivocadas.
De los delitos cometidos durante la dictadura y el proceso represivo previo, hay uno que continúa vigente y se trata de la apropiación de menores. Los y las bebés fueron un botín de guerra. Las Fuerzas Armadas y de seguridad persiguieron a nuestrxs familiares, lxs asesinaron y desaparecieron. Pero pudieron ir más allá y cometer delitos impensados, como robar bebés, esconderles su identidad y criarlxs durante años en una mentira.
Hasta acá pareciera que, de esta historia, con todas las características de un cuento de terror, nada bueno puede salir. Pero eso no es así. Tempranamente familiares de personas desaparecidas empezaron a encontrarse, a buscar respuestas, a buscar justicia. En 1995 surge HIJOS y 3 años más tarde funda la comisión Hermanos, que tendrá como objetivo la restitución de “lxs hermanxs apropiadxs” durante la última dictadura. En Mendoza, durante 20 años la comisión se dedicó incansablemente en encontrar a aquellas personas que fueron apropiadas durante ese periodo.
Para hacerlo, se trabajaba de dos formas. Una, denominada presentaciones espontáneas, donde personas se acercaban voluntariamente creyendo ser hijos o hijas de personas desaparecidas. La otra, con datos aportados por terceras personas que creían conocer a alguien que podía ser hijx de desaparecidxs, lo que internamente llamábamos denuncia. En ambos casos se iniciaba una investigación para recabar más datos y solicitar (o no) el análisis genético.
Muchos datos llegaban por año, también muchas personas se acercaban voluntariamente para cotejar su ADN con el Banco Nacional de Datos Genéticos. Los resultados siempre eran excluyentes, es decir, negativos. Buscar a un o una joven apropiadx, no es una tarea sencilla. Es como buscar una aguja en un pajal, una tarea dificilísima, que no sé si es posible dimensionar. Los datos son elocuentes: en 45 años, solo doscientas personas han recuperado su identidad, cuando se calcula que se apropiaron de 500. Hay muchos factores que juegan en contra: el pacto de silencio de los genocidas y sus cómplices; que muchas de las víctimas creen ser hijas biológicas; también la culpa que les genera investigar si sospechan ser hijas de personas desaparecidas. Pero, además, es una tarea que implica desentrañar un delito cometido y ocultado, durante años, por el aparato estatal. Por otro lado, en esa búsqueda estábamos en condiciones completamente desiguales. Sin herramientas económicas, con poca disponibilidad de tiempo y con recursos limitados. Pese a esto, seguíamos con nuestra tarea.
Así, en el año 2012 llegó el dato de que Miriam Fernández, como se llamaba entonces, podría ser hija de personas desaparecidas. El caso no fue uno más, su apropiador estaba siendo juzgado y ya tenía cadenas perpetuas por su actuación durante el genocidio. Entonces nos llenamos de preguntas, el caso debía tomarse, aún, con más recaudos. Nos entrevistamos varias veces con Mariana y Cintia, nuestras informantes, pero también investigábamos por nuestra cuenta. Debatíamos mucho la forma de continuar. En los casos anteriores siempre éramos nosotras las que nos acercábamos a la persona para comentarle lo que estaba sucediendo. Pero acá el cuidado debía extremarse. Entonces, y por primera vez, decidimos hacer una presentación a la justicia.
El 22 de octubre de 2012 presentamos la denuncia en la fiscalía, ese fecha es el Día Nacional por el Derecho a la Identidad, un dato para nada menor. Fuimos con Mara, Belén y Celeste. Era de tarde, pero se nos hizo la noche exponiendo lo que íbamos a decir. Sabíamos que era un paso importante, no solo porque era la primera vez que hacíamos una denuncia sobre un caso, sino porque había muchas posibilidades que algunx (la denuncia era por varias personas) fuera hijx de personas desaparecidas. Sobre todo, Miriam.
En diciembre de 2017, 5 años después de esa denuncia, se confirmó nuestra primera sospecha, Miriam era hija de María del Carmen Moyano y de Carlos Poblete. Nos invadió la alegría, pero también las preguntas ¿cómo una beba que nació en la ESMA fue traída a Mendoza con pocos días de vida? ¿cómo Fernández terminó quedándose con ella? Las dudas demoraron años para comenzar a esclarecerse. Fue en el juicio donde pudimos entender algunas cosas, sobre todo las que estaban vinculadas con el traslado de Miriam hacia la provincia donde era oriunda su madre. El rol del D2 y de su apropiador –Armando Osvaldo Fernández– en la persecución de su madre fue clave. El plan sistemático de apropiación de menores quedaba en evidencia nuevamente.
La restitución de la nieta 127 fue el resultado de un arduo trabajo. Fue también el reconocimiento de una labor silenciosa, meticulosa y muy comprometida. Eso quedó demostrado con nuestros testimonios en el juicio. Testimonios personales, pero que fueron posible por nuestro trabajo colectivo en la organización. En esas audiencias pudimos hacer público nuestra investigación, esa que mantuvimos en estricto secreto para preservar a nuestras informantes y para no exponer a Miriam. Pudimos dar cuenta del compromiso de la organización, una organización sostenida por mujeres jóvenes, con mucha formación en la tarea que realizábamos, pero sobre todo con entrega y con amor hacia lxs 30 mil, hacia Pichona, Carlos y Miriam.
Restituir la identidad de Miriam es restituir la verdad de una historia que buscó ser silenciada, es reivindicar la lucha de Pichona, de Carlos y de lxs 30mil.