01-10-2024 | Ana Mabel Tortajada completó presencialmente el testimonio que había dejado inconcluso por problemas en su conexión. Relató los pormenores de su cautiverio en el D2, su paso por la penitenciaría de Mendoza y el destino de su hijo que, secuestrado junto a ella, inauguró la guardería policial de esta dependencia. La próxima audiencia será una inspección ocular a Colonia Papagallos —establecimiento escolar utilizado como centro clandestino de detención— y quedó pactada para el lunes 14 de octubre a las 14:00.
Hacia las 13 horas del día de la fecha, Ana Mabel Tortajada —Anabel, desde que tiene uso de razón— ingresó a la sala del Tribunal Oral Federal N.° 1 para completar el testimonio que quedó inconcluso en la audiencia del día 6 de septiembre. En aquella oportunidad, había comenzado a relatar las circunstancias de su secuestro en la madrugada del 7 de noviembre de 1975 y su llegada al Departamento de Informaciones (D2) junto a su hijo de cinco meses, Ernesto Camilo. En tanto que hoy, guiada por las preguntas de la fiscal Analía Quintar, continuó con su historia hasta que fuera liberada en 1981, aunque aclaró de antemano que en su memoria tiene “un montón de baches”.
Maltratos y torturas en el D2
Tras el secuestro de ella y de su hijo, Anabel fue llevada al D2. Allí la separaron de Ernesto Camilo unas pocas horas más tarde y luego la condujeron a una celda muy pequeña donde pasó casi un mes en soledad, soportando maltratos y torturas continuas. Recordó una ocasión particular en la que la sacaron de su celda y la llevaron a otra sala muy pequeña dentro del mismo recinto en el que estaba su calabozo, sala en la que un oficial comenzó a desvestirla y a tocarla. Tuvo “suerte” de que en ese momento alguien entrara, le recriminara al oficial lo que estaba haciendo y la devolviera, así como estaba, a su celda.
Durante el mes que estuvo recluida, Anabel sufrió torturas continuas en una sala a la que llegaba atada, vendada, completamente desorientada y tras atravesar unas escaleras y un piso como de goma. En esta habitación la ataban a una banca, le colocaban un trapo en la boca y le aplicaban picana mientras la interrogaban. Al día de hoy, Anabel aún puede recordar el ruido que hacía la picana: una mezcla entre “una soldadora y un taladro”, dijo. En medio de una de esas sesiones, la testigo perdió el conocimiento. “Se me corta la película y, cuando la recupero, estoy en la celda con un médico”, comentó. Tiempo más tarde, estando ya en la penitenciaría de Mendoza, se enteraría de que había sufrido un paro cardiorrespiratorio. De ese hecho en particular Anabel solo recuerda que estaba siendo torturada e interrogada.

Sumado a esto —y como si el maltrato físico no fuera suficiente—, la amenazaban, en medio de los interrogatorios, con torturar a su hijo si no hablaba. A Ernesto Camilo, separado de ella pocas horas después de ingresar al D2, lo llevaron a lo que se convertiría en la guardería policial de este centro clandestino de detención. Fue el primer niño alojado allí. En este establecimiento —cuya ubicación Anabel nunca conoció—, Ernesto estuvo más o menos el mismo tiempo que su madre permaneció recluida en el D2, para luego ser recuperado por su abuela materna. Ninguna de las dos detenciones fue reconocida oficialmente, ni la de Anabel ni la de Ernesto. Durante ese mes “estuvimos desaparecidos en el D2”, remató.
Además, explicó que el D2 “se fue llenando”. Y si bien nunca supo con quién compartió cautiverio, sí hablaba con otras personas detenidas y recordó cómo se prestaban apoyo de celda a celda.
Traslado a la Penitenciaría de Mendoza
Tras su paso por el D2, Anabel fue llevada a la Penitenciaría de Mendoza, sobre calle Boulogne Sur Mer, donde padeció nuevos maltratos y hasta un simulacro de fusilamiento. Sin embargo, reconoció que, en comparación con el trato que recibían las detenidas y los detenidos clandestinamente en otras provincias como Tucumán o Córdoba, en el penal de Mendoza las trataron “como princesitas”. Este trato “preferencial” no evitó que Anabel sufriera las consecuencias de la reclusión y de las torturas. Al mes de llegar a la penitenciaría, tuvo un principio de surmenage —también llamado colapso intelectual— que no le permitía ver con claridad y que le dejó secuelas que mantiene al día de hoy.
En el penal, y después de varios meses separados, recibió la visita de su mamá y de su hijo Ernesto, quien ya tenía casi ocho meses. Desde entonces y hasta los seis años, cuenta Anabel, ella fue la mamá de los dibujos, la que le mandaba cuentos mientras su abuela cuidaba de él. Nunca pudo recuperar el vínculo con su hijo. “Creo que al haberse roto el vínculo de apego tan temprano, siempre quedó tironeado”. A los 45 años —y como consecuencia de una serie de situaciones familiares—, él decidió sacarla de su vida y ella lo respetó.

Traslado a Buenos Aires y recuperación de la libertad
Durante su estancia en la Penitenciaría de Mendoza, Anabel fue condenada a siete años de prisión por una causa judicial que llevaba su nombre. Más adelante, su mamá le dijo que el acta de allanamiento se la habían realizado entre quince y veinte días después del allanamiento. La testigo relató que quisieron informarle la sentencia cuando aún no tenía abogado defensor. Al tiempo fue trasladada a la cárcel de Devoto, donde estuvo recluida hasta diciembre de 1981. Luego de que un decreto del Poder Ejecutivo Nacional le diera la libertad, la llevaron a Coordinación Federal. Anabel no sabía qué esperar: “Era vox populi que era el último filtro, es decir: si te sacaban por una puerta, te desaparecían; si te sacaban por la otra, salías a la calle”, comentó. Por suerte para ella, la liberaron, la buscaron sus familiares y viajaron rápidamente a Mendoza.
Aquí, inicialmente no pudo continuar con sus estudios por integrar durante varios años una especie de lista negra. Sin embargo, nunca se resignó. Con el tiempo, se decidió por la docencia, hizo el preuniversitario, cursó los cuatro años del profesorado y también una licenciatura. Años después realizó una maestría, aunque le faltaron una materia y la tesis para completarla.
Antes de concluir su testimonio, la fiscalía le consultó por algunas víctimas que podrían haber compartido cautiverio con ella. Anabel recordó a tres: Silvia Aravena, Carolina Abrales y Néstor Ortiz.
Ya retirada de la sala Anabel, el tribunal informó que aceptó el pedido de la fiscalía de citar a Laura Rodríguez Agüero y a Ana Cecilia Saroff y la fiscalía reiteró el pedido de que, a modo de reparación histórica, Eva Lerouc y Ana Cecilia Saroff formen parte de la inspección ocular pactada para el 14 de octubre.
La próxima audiencia —inspección a Colonia Papagallos— quedó pactada para el día lunes 14 de octubre a las 14:00, mientras que la próxima audiencia testimonial será el viernes 25 de octubre a las 9:30.