AUDIENCIA 40 / “ERAN NICHOS, NO CALABOZOS”

21-3-2024 | Arrigo Bonino ofreció su testimonio con relación a su tiempo secuestrado en el D2. Narró los padecimientos que sufrió en carne propia, el sufrimiento de otras personas detenidas junto a él, especialmente el de muchas mujeres, y también reveló el llamado que uno de los acusados le hizo a finales de 2023 pidiéndole que incurriera en falso testimonio para defenderlo en juicio oral. La próxima audiencia será el 4 de abril a las 9:30.

“Yo era un pibe, era un estudiante de la facultad, un pibe”, dijo Arrigo Enrique Eduardo Bonino antes de dar comienzo al relato de su secuestro. Corrían los últimos días de marzo de 1976 y hacía poco se había concretado el golpe de Estado que derrocó el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón. Arrigo tenía 19 años y estudiaba para convertirse en ingeniero. Aunque tenía en su entorno mucha gente que militaba –“¿Quién no tenía una militancia en esa época?”, dijo–, él no formaba parte de ningún partido ni participaba activamente en las asambleas estudiantiles. Una tarde de sábado, mientras pasaba el rato con un amigo, fue invitado a un cumpleaños de quince en el Golf Club. En la fiesta no pasaba mucho, por lo que una de las chicas que estaba ahí les propuso salir a buscar una obra de teatro para hacerla en grupo y divertirse un poco. Arrigo ofreció su auto y salieron de la fiesta junto a su amigo y un acompañante más.

Declara Arrigo Bonino en la biblioteca de Tribunales Federales

Ya regresando de su búsqueda, cerca del viejo Liceo Agrícola, Arrigo vio luces azules por el espejo retrovisor y empezó a escuchar tiros. Cuando detuvo el auto, escuchó que, a través de un megáfono, se les ordenaba bajar del vehículo, excepto al conductor, para luego detenerlos y llevárselos. A él, por su parte, le colocaron una pistola en la cabeza y lo hicieron manejar hasta una seccional de policía cercana, en la que lo dejaron esperando en un patio interno lleno de jóvenes en su misma situación. Al rato, lo sacaron de ahí y lo obligaron a conducir su auto hasta el Palacio Policial, donde operaba el D2.

El D2

Ya en el estacionamiento del Palacio Policial, le ataron las manos y lo vendaron, lo ingresaron al edificio y lo llevaron, a través de unas escaleras, hasta una pequeña celda en la que lo encerraron. Lo guiaron por los pasillos del edificio dándole golpes en la espalda, Arrigo recordó haber escuchado a alguien que preguntaba si él era “el flaco que hay que matar”. En el calabozo –al que Arrigo prefirió llamar “nicho”–, le informaron que, a partir de ese momento, dependía del PEN –Poder Ejecutivo Nacional–, y lo dejaron ahí para que pasara la noche. Arrigo recordó haber escuchado ruidos que venían de arriba como si allí hubiera gente circulando.

En el D2 no pasó más que un par de días –quizás una semana– secuestrado; sin embargo, las experiencias de esos días lo marcaron a fuego. Así, relató algunas anécdotas en un intento de graficar los abusos que tenían que soportar las personas allí encerradas. 

En primer lugar, contó cómo a la mañana siguiente de su ingreso al D2, un hombre entró a su celda y le preguntó –golpes mediante– por una tal Eva, de quien él no sabía nada y por quien le volverían a preguntar más adelante. Recién al salir del D2, Arrigo se enteraría de que Eva era la mujer que los acompañaba en el auto al momento de la detención. También recordó escuchar el sufrimiento de otras personas en calabozos vecinos, como era el caso de muchas mujeres que por las noches gritaban pidiendo clemencia. “Uno saca sus conclusiones: las llevaban y las torturaban”, sentenció. Relató una situación particular en la que, con el nerviosismo ganándole la partida, le pidió un cigarrillo a un oficial. Este se desabrochó el cinturón y le dijo: “Tengo un Toscano y es para vos”.  La cosa quedó ahí. Pero, tras el hecho, la cara de ese oficial le quedó grabada en la memoria y, por eso, mucho tiempo después, mientras comía en una sandwichería de Mendoza, reconoció a ese mismo oficial en la persona que se había sentado a su lado.

Sobre las razones de su detención, al día de hoy Arrigo duda. Considera que la razón podría ser su expulsión de la facultad –por “terrorista en potencia”–. Pero, tras casi 50 años, no logra recordar si la expulsión se dio antes o después de su detención. Lo que sí pudo relatar con seguridad es que, después de salir del D2, el cursado se le hizo muy difícil: los compañeros no lo miraban y los profesores lo menospreciaban. Además, cuando se dio la expulsión, su padre mandó una carta a la facultad diciendo que Arrigo se ponía a disposición para demostrar que la acusación era falsa. Desde ese momento en adelante, empezaron a seguirlo a todos lados, a cachearlo, a hacerle preguntas.

La llamada del excomisario Venturino Amaker

Una vez concluido el relato sobre su paso por el D2, Arrigo pasó a lo que consideró la parte más importante de su testimonio, aquello por lo que se decidió a declarar: la conversación en la que el excomisario Venturino Amaker –uno de los acusados de este juicio– le pidió que incurriera en falso testimonio para defenderlo en el juicio oral. A fines de 2023, contó Arrigo, la madre le avisó que el excomisario –quien había sido compañero de su abuelo en los boy scouts– había llamado preguntando por él. Cuando le pidió el número de Arrigo, su mamá se negó a dárselo, pero sí tomó el contacto telefónico de Venturino para que Arrigo pudiera comunicarse cuando quisiera. Al tiempo, Arrigo lo llamó y el excomisario –tras “endulzarle el oído” hablándole de su abuelo y de su padre– le solicitó que lo defendiera cuando lo citaran a testificar: “Yo estoy preso en mi casa y mi abogado me ha pedido para ver si ya puedo entrar en libertad porque estamos con el tema del juicio por los presos en el Palacio Policial… y me ha dicho que hable con todas las personas que yo conozca y les pida que me ayuden para que yo pueda salir en libertad”, habría dicho el acusado. Cabe recordar que el abogado de Venturino Amaker es el defensor oficial Leonardo Pérez Videla.

El testigo después de su declaración

Arrigo confesó no creer nada de lo que el expolicía le decía y terminó por convencerse de la insensibilidad de su interlocutor cuando, tras los reclamos que Arrigo le hizo por las atrocidades que ocurrían en el D2, Venturino sostuvo que todos sus compañeros de armas le habían confesado que mataban mujeres, pero que, para él, ese era el límite. El testigo llegó a la conclusión de que para esta persona lo que confesaba le resultaba natural y no quiso saber más nada con él. En ese momento fue que se decidió a ofrecer su testimonio.

Finalmente, antes de concluir con su participación en el debate oral, Arrigo contestó a las preguntas de la fiscalía ofreciendo todo su conocimiento sobre los casos de Billy Lee Hunt, Mario y Gustavo Camín y Amadeo Sánchez Andía. El primero, Billy Lee Hunt, era un amigo de la secundaria de su hermano, que pasó un par de días en el departamento de su familia y fue secuestrado y desaparecido. Luego, el caso de Mario Camín, amigo de su hermano y desaparecido tras ser detenido a la salida de la UTN, y su papá, Gustavo, también desaparecido. Y, por último, Amadeo Sánchez Andía, peruano que estudiaba periodismo y que se hizo amigo suyo por medio de su cuñada, quien también estudiaba periodismo. Amadeo tuvo un accidente en micro, contó Arrigo, y lo trasladaron, muy mal herido, a Palmira o a Junín. De noche lo retiraron del hospital y lo fusilaron en Canota.

La próxima audiencia quedó pactada para el viernes 4 de abril a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.