María del Carmen Marín nació el 10 de agosto de 1954. Era la mayor de tres hermanas.
Su padre trabajaba de manera independiente, su madre era modista. Vivían en la esquina de Belgrano y Emilio Civit, en la Ciudad de Mendoza, arriba de la heladería Soppelsa.
“Maricarmen”, como le decían en su familia, era inquieta y cuestionadora. Pasó por distintos colegios: Normal, Liceo de Señoritas, Colegio Schweitzer y “terminó, como nosotras, en el Martín Zapata pero por casualidad”, explicó Celina, quien recordó que tanto ella como Graciela Adriana, la otra hermana, eran “muy aplicadas”.
María del Carmen era muy hábil manualmente. Era artesana, hacía grabados en cuero ‒algunos de los cuales todavía conserva Celina‒ y se destacaba como dibujante. También era sociable: “Mi hermana era muy amiguera, se relacionaba siempre con mucha gente”.
Sensibilizada por la desigualdad, con un grupo del colegio se volcó al activismo social en los barrios. Su compromiso la involucraba en lo personal y se desprendía hasta de su ropa nueva. Celina recordó entre risas que, cuando era adolescente, lamentaba cada vestido que su madre hacía para su hermana mayor.
María del Carmen se incorporó a la Juventud Peronista en Mendoza. En 1975 fue a Buenos Aires a estudiar Bellas Artes. Su hermana cree que el motivo real de su partida era político.
La militancia de la joven mantenía preocupada y alerta a la madre. Celina veía a su mamá tan afligida que quería convencer a su hermana de que dejara su actividad política.
Supo que, en Buenos Aires, se integró a Montoneros. “Ave” la llamaban sus compañeros y compañeras. Convivía en La Plata con su novio, que era empleado en una fábrica. Era “… buenísima y muy rebelde”, según su hermana, quien señala además que chocaba permanentemente con su madre por el carácter fuerte de ambas.
Baschetti ubica a María del Carmen entre la militancia de zona sur del gran Buenos Aires. En julio del 77 volvió a Mendoza por las vacaciones de invierno. Cuando llegó estaba muy asustada, debía temer por lo que pudiera pasarle a ella y a toda la familia.
El 27 de julio, su compañero de regional, Juan Ramón Fernández la buscó en su casa y, ante la respuesta de su madre diciendo que no estaba, decidió intentar más tarde. Se encontraron en esa vivienda a la noche y tuvieron una larga charla, también con el padre de María del Carmen.
Fernández y ella salieron a tomar un café y nunca regresaron. Esa noche, antes de partir, le dijo a su hermana Celina “no te duermas, quiero hablar con vos cuando vuelva”.
El 28 de julio de 1977, en horas de la madrugada, fue secuestrada, a los 22 años de edad.
Fue llevada al Centro Clandestino de Detención Las Lajas. Según el testimonio de Ferraris, sobreviviente de ese CCD, María del Carmen se suicidó ese mismo día tomando una pastilla de cianuro. Y los captores, impotentes, patearon el cadáver de la joven y la insultaron ya estando muerta.
Fue en esa circunstancia que fueron a buscar a su padre pensando que él podría aportar datos de la vida y militancia de su hija.