Raúl Walter Reta Camacho nació en Real del Padre, San Rafael, el 13 de abril de 1955. Asistió a la escuela primaria Juan de Dios Correa de esa ciudad. Su familia –compuesta por su padre Manuel, su madre Isabel y su hermana Estela- se trasladó a General Alvear, donde tenía fincas, y Raúl hizo la secundaria en el Bachillerato. Allí, cuando él cursaba quinto año, lo fichó Stella Maris Rodríguez, quien años más tarde sería su novia: “era re lindo”, confiesa. En Alvear se referían a él como “el loco Reta”.
Luego de egresar, en 1972 se mudó a la Ciudad de Mendoza para cursar Periodismo en la Escuela Superior de Comunicación Colectiva. En la capital alquiló un pequeño monoambiente cerca de Casa de Gobierno con otro alvearense llamado Carlos Ferraro. Héctor Iturbe, sureño como él, lo señala como su mejor amigo, “su compañero de vida”, y asegura que Raúl lo convenció de cambiarse de carrera e inscribirse también en Comunicación: “El periodismo era una herramienta tremenda para nosotros”. En los meses posteriores al Mendozazo, cuando se implementó el toque de queda, pasaban de una casa a la otra: “Vivíamos prácticamente juntos”. “Era un tipo con un corazón enorme, de principios, bondadoso”, dice Héctor. Por estos años hicieron viajes a Chile y, con dos amigos más, llegaron en moto hasta Entre Ríos. Stella confirma que la moto era una de sus pasiones.
Durante esta época de efervescencia, Raúl se acercó al Frente Antiimperialista por el Socialismo (FAS) y asistió, junto a gran cantidad de jóvenes estudiantes de Mendoza, al congreso del FAS en Rosario, en junio de 1974. Héctor señala que se hicieron muy amigos de Mirtha “Monona” Ramírez, compañera de carrera y esposa de Amadeo Sánchez Andía. Y recuerda que Monona y Amadeo eran los cuadros del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en la Escuela de Comunicación. La muerte de este último en 1975 los impactó fuertemente. Rafael Bonino, también militante del PRT que compartió con Raúl tomas y guitarreadas, lo describe como un joven “pintón, simpático, un humanista”. Vilma Rúpolo agrega que ella, Daniel Moyano y Virginia Suárez tuvieron reuniones de formación teórica con Raúl, que era aún más joven pero muy comprometido con el estudio.
En 1976 regresó a General Alvear. Su departamento de Mendoza fue allanado y extrajeron material y libros. Los secuestros a estudiantes de la escuela aumentaban y Raúl, que era consciente de la creciente persecución, decidió hacer el servicio militar cuando ya no pudo extender más la prórroga por estudio. Primero estuvo en Campo Los Andes, Tunuyán. Uno o dos meses más tarde lo trasladaron a Corrientes. Ese movimiento a un lugar tan alejado no era una buena señal. Stella relata que durante los seis meses que pasó en el Litoral, Raúl escribía constantemente cartas pero temía que las respuestas fueran interceptadas y recomendaba no contestar. Su novia recuerda: “No soportaba el servicio” pero “era re creativo (…) ahí se puso a estudiar guaraní y me ponía cosas en guaraní”. Su amigo Héctor también relata que “tenía muchos problemas en la colimba”: “La última vez que tuve noticias de él lo estaban persiguiendo, estaba por subir a un avión a Tucumán y lo hicieron bajar”.
Ocho meses más tarde, a principios de 1977, Stella y Raúl se reencontraron en Alvear durante una licencia del servicio. La idea de este era quedarse cerca de su familia, ayudando en la finca: “Le encantaba el campo”, aseguró su compañera. Héctor indica que escuchaban a León Gieco, César Isella, Daniel Viglietti. Cada uno tenía su ejemplar de Benedetti, leían al “Che”. Stella, que era más chica y de una familia conservadora, explica que junto a Raúl fue “despertando”: Carta abierta a Buenos Aires violento, de Kieffer, es uno de los textos que compartieron.
A Raúl lo secuestraron poco después de regresar a su pueblo. Su madre, Isabel Camacho, declaró en juicio que lo noche anterior habían vivido un episodio similar: mientras la familia -incluido Raúl- volvía de San Rafael, un Peugeot claro se cruzó en el camino y sus ocupantes les apuntaron con armas desde las ventanillas. Su marido logró esquivarlos y escaparon.
El 31 de mayo de 1977 por la medianoche, luego tomar algo en una cafetería, Stella y Raúl detuvieron la camioneta Ford en la que viajaban cerca de la ruta 188. Sorpresivamente, rompieron los vidrios del vehículo, redujeron a Stella y se lo llevaron. Cuando pudo liberarse de las ataduras, la joven corrió hasta la vivienda más cercana y pidió ayuda. Una vez en su casa, dio aviso a la familia Reta. No supieron nada más de él. En abril, Raúl había cumplido 23 años. Como homenaje, ese mismo nombre eligió Héctor para su hijo, quien –asegura- “tiene muchas cosas del otro Raúl”.