AUDIENCIA 40 / LA PERVERSIDAD Y LA VALENTÍA

15-09-14 | En el primer tramo de la jornada se escucharon los testimonios de Vivian Acquaviva y Silvia Schvartzman quienes relataron escenas dantescas con entereza y valentía. Después del cuarto intermedio, Mario Gaitán aportó una valiosa declaración y compareció Mario Acquaviva.

Vivian Acquaviva
Vivian Acquaviva

 Con tenacidad y coraje

Vivian Acquaviva tenía 18 años cuando observó que Eugenio Paris, amigo de su hermano Raúl, era detenido en una confitería y arrojado en un Peugeot 504 rojo. Desesperada, la joven le pidió ayuda a un amigo, siguieron al auto y lo vio entrar al D2. Vivian se dirigió a la puerta principal del Palacio Policial con la intención de denunciar lo que había visto. La atendieron por un altavoz y le dijeron que fuera a la Seccional Tercera. En el camino la interceptaron y la detuvieron. Llegó a su hogar justo en el momento en que por orden de Juan Oyarzabal y Celustiano Lucero (condenados en anterior juicio) la patota del D2 secuestraba a su hermano.
Desde ese momento Vivian y su madre se abocaron a velar por la vida de su hermano. Convencidas de que Raúl estaba en el D2, las mujeres iban al lugar hasta 4 veces por día para llevar alimentos y ropa. Finalmente, un día les devolvieron la ropa sucia. Esto les dio la certeza de que allí lo tenían. También soportaron el merodeo del entonces jefe del D2, Pedro Dante Sánchez Camargo, quien comenzó a frecuentar su casa para “tomar mate”. Con la vida de Raúl Acquaviva en sus manos, la madre accedía a recibirlo con la ilusión de que así, su hijo estaría mejor. Al regresar a su casa, relató la testigo, solía encontrar el “poncho (del policía) en la mesa y sobre el poncho, la pistola”. El ejercicio de poder y el sometimiento a las que estaban sujetas las dos las mujeres era permanente.
Ambas eran seguidas a todas partes. En el mes de octubre, a la salida del colegio nocturno, Vivian fue secuestrada y trasladada en un Peugeot 504, color rojo, a un rancho iluminado con un sol de noche, lugar alejado que, a través de fotos, reconoció como el Campo Las Lajas, principal centro de exterminio de la Provincia. En ese sitio vio a la desaparecida Virginia “Vivi” Suárez muy mal, débil y casi sin voz.
La testigo revivió con dolor los vejámenes de los que fue objeto por su condición de mujer y concluyó diciendo “por suerte no fue nada más que la violación” y agregó “no quedé embarazada”, lo que habla por sí solo acerca de los ataques sufridos. Poco después fue liberada cerca de su domicilio; según conjetura, el propio Sánchez Camargo estuvo involucrado en su secuestro. Vivian guardó silencio sobre el episodio sufrido en Las Lajas, hasta que, cinco años atrás, decidió denunciarlo ya que fue la única y última persona que vio con vida a Virginia Suárez después de su secuestro y desaparición en mayo del ’76.
Entre otras cosas, la testigo llegó a hablar con el dictador Jorge Rafael Videla para pedir por la vida de Raúl, quien era sometido a permanentes castigos en la U9 de La Plata “se estaba muriendo”, dijo. También se entrevistó con el arzobispo de Mendoza, Rafael Rey, quien le prometió que haría alguna gestión, pero no cumplió.
El conmovedor testimonio de Vivian Acquaviva mereció un prolongado aplauso de la audiencia.
Los abogados defensores de los imputados no tuvieron preguntas para hacerle.

Escuchá el testimonio de Vivian Acquaviva

 

Hallazgo de un muerto en el D2

Silvia Schvartzman / Cortesía Guadalupe Pregal Salles
Silvia Schvartzman / Cortesía Guadalupe Pregal Salles

Silvia Schvartzman fue secuestrada el 13 de mayo de 1976. En horas del día allanaron su casa justo cuando llegaba con sus hijas, de cuatro y dos años, y por la noche volvieron por ella para llevarla al D2. Allí fue interrogada bajo tortura y supo, días después, que su esposo también se encontraba en el lugar, mientras que las niñas quedaron bajo la tutela de sus abuelos.
Silvia no tenía militancia política pero compartió el circuito recorrido por las jóvenes detenidas en el operativo de Mayo del 76. Al igual que ellos y ellas fue sometida a Consejo de Guerra y trasladada, directamente, el 7 de julio de 1976, a la Penitenciaría Provincial. En septiembre de ese año pasó al penal de Devoto y luego al de Ezeiza desde donde recuperó la libertad, el 15 de agosto de 1983.
Estando en el D2, en una oportunidad en que fue sacada al baño, Silvia pudo ver, entre la basura, el cuerpo sin vida de un hombre bajo, con saco y camisa, boca abajo, con las manos y los pies atados. Tiempo después, detenida en Devoto, conoció a María Laura Sarmiento, esposa del abogado sanjuanino Jorge Vargas, ambos secuestrados en el D2 a principios de junio. Tanto por coincidencia en las fechas, como por la descripción física, presume que su visión en los baños del D2 se trataría de Vargas, quien permanece desaparecido.
La testigo resaltó el estado de indefensión a la que fue sometida. Recordó haber soportado el antisemitismo, propio de las fuerzas armadas. Entre las cosas que le hicieron cuenta el hecho de que le quitaron la patria potestad de sus hijas y la sometieron a una farsa de Tribunal militar. En medio de todos esos agravios rescató la actitud de los organismos de DDHH que en aquel momento ofrecieron contención y orientación a los familiares de las y los detenidos.
Al finalizar su testimonio, Fernando Peñaloza, abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, le mostró una declaración en la que se autoendilgaba ser “colaboradora y miembro del ERP”. Schvartzman desmintió sus términos y dijo desconocerla.
Terminado el testimonio fue recibida con el calor de su familia y compañeras/os.

Escuchá el testimonio de Silvia Schvartzman

 

“Para saber que están vivos”

Mario Lorenzo Acquaviva
Mario Lorenzo Acquaviva

Mario Lorenzo Acquaviva es tío de Raúl Acquaviva y Carlos Roca. Este último buscó refugio en la casa de su tío Mario, quien le aconsejó que se entregara y no lo comprometiera.
Primero negó conocer detalles de las detenciones de sus sobrinos pero luego la fiscal Patricia Santoni le hizo acordar el incidente de la visita de Carlos Roca, quien siguió el consejo de sus tíos y quedó detenido. Fue torturado en el D2 y circuló por distintas cárceles hasta recuperar la libertad en 1983.
Mario Acquaviva justificó esa recomendación, que coincidió con la de otro tío de Carlos, el militar Enrique Miranda, afirmando ante su sobrino: “así vamos a saber que están vivos y vas a tener alguna chance”.

Lapaz, cada vez más complicado

Mario Roberto Gaitán Jofré
Mario Roberto Gaitán Jofré

El último testimonio fue el de Mario Roberto Gaitán. Militante del Peronismo de Base, fue secuestrado el 24 de abril de 1976, permaneció entre 40 y 45 días en el D2, sometido a interrogatorios bajo tortura. En junio de ese año pasó al Octavo de Comunicaciones y el 27 de septiembre lo trasladaron a La Plata. Salió en libertad a mediados de 1977.
Del D2 recordó que “fueron 45 días de terror” e hizo hincapié en los ataques sexuales a las mujeres. Dijo que podía identificar a los verdugos por los apodos y también por sus rostros. A pedido del abogado del MEDH, Carlos Varela, Gaitán se puso de pie, observó a los imputados y señaló claramente a Julio Lapaz, a quien identificó como “El Padrino” y a quien vio entrar a las celdas en las que había mujeres para abusarlas.
En las sesiones de torturas a Gaitán le preguntaban continuamente por la actividad de los sacerdotes Jorge Contreras y Macuca Llorens.
Del Octavo de Comunicaciones, donde también hubo torturas, ratificó que el máximo responsable fue el entonces teniente Dardo Migno y recordó los apellidos de los suboficiales Peralta, Largacha, Pagella, Cabañas y Robles.
Cuando Gaitán fue detenido también se llevaron a su novia de entonces, Edith Arito, a quien pudo ver en el D2. Arito dará su testimonio este martes. Además comparecerá Leticia Lucero.

 

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.