Nilda Brito

AUDIENCIA 12 / DOS MUJERES Y UN ASESOR DE LA POLICÍA

06-10-21 | En la audiencia de este miércoles brindaron su testimonio Edith Gamboa, esposa del desaparecido Ricardo Ríos, y Nilda Brito, ambas citadas en relación con los nuevos imputados. Carlos Masini, en tanto, dio detalles de la detención de su hermano y de su función como asesor de la Policía de San Rafael. La próxima audiencia será el miércoles 20 de octubre a las 9:30.

En el calabozo, atado con alambre

Edith Nélida Gamboa brindó detalles sobre la detención de su compañero, Ricardo Ríos, quien permanece desaparecido. Rememoró que su captura se produjo el 24 de marzo de 1976 en la noche y que estuvo a cargo de policías y militares. El matrimonio estaba en la casa con sus tres hijos, de siete, seis y tres años. 

Edith Gamboa

«Me sacaron afuera, a él lo tuvieron contra la pared, le pegaron. Yo salí a defenderlo y me pusieron contra una esquina de la cocina (…) y se lo llevaron», relató la testigo sobre la primera detención de Ríos, cuando fue trasladado a Infantería. Allí lo mantuvieron por el lapso de un día, sentado en el piso con las manos atadas por la espalda con alambre. Estos detalles se los confió a su esposa cuando lo soltaron al día siguiente. Luego de la liberación, Ríos retomó su trabajo como pintor junto a su suegro. El 29 de junio volvieron a irrumpir en su casa para llevárselo.

«Me rompieron la puerta, le pegaron patadas y la rompieron; él se puso los pantalones y la camisa. ‘Tengo miedo, mamita’, fue lo último que me dijo. Salió para el comedor y lo agarraron ahí. Yo abrí la ventana y me dijeron que la cerrara,  que me estaban apuntando. Hacía seis grados bajo cero y se lo llevaron descalzo y con la camisa nada más. Un zapato quedó en la vereda y otro en la acequia», señaló la testigo. 

La esposa de Ríos alcanzó a ver que lo golpeaban y una vecina le dijo que vio que lo metieron en el baúl de un auto rojo. «De ahí no lo vi nunca más. Con mi papá pusimos la denuncia, nos la tomó Trentini y me dio el papel donde dice que lo habían sacado». Gamboa detalló que a su marido lo tuvieron en los sótanos del juzgado y de allí lo llevaron a la cárcel de Mendoza: «Y lo hicieron desaparecer, creo que lo mataron».

Tras la segunda detención de Ríos, un grupo de militares volvió a la casa de la pareja «a revisar todo”: “Me sacaban cajones del ropero, me preguntaban si sabía en qué andaba mi marido. Vinieron tres veces después de que se lo llevaran de forma definitiva, en julio y en octubre dos veces. Mis hijos se agarraban de mis piernas, creo que por eso no me llevaron a mi también». 

Sobre la militancia de Ríos, señaló la mujer: «Siempre tenía ideas de izquierda, me acuerdo de sus compañeros que militaban con él y están desaparecidos». Recordó a Marta Guerrero, nombrada por su esposo, también a Sonia Luna y a «un joven zapatero que vivía en calle Alem». Se trataba de Omar Ozan.

El padre de Ríos era guardiacárcel jubilado y trataron por su intermedio de obtener información sobre su destino, pero fue en vano. Un sereno de tribunales fue quien le dijo a la familia que Ríos había pasado por allí. 

Torturas a una embarazada 

Nilda Brito declaró sobre su detención y la de quien era su esposo en ese momento, Ramón Rosales, detenido el 26 de febrero de 1976 a los veintidós años.

«A mi expareja lo sacaron en la noche de la cama, donde estábamos durmiendo, lo tiraron al piso apuntándole con armas en la cabeza. A mi también me sacaron de la cama con mis dos niños. Además, yo estaba embarazada. Esa noche también mataron a los perros de los vecinos», recordó. 

Nilda Brito

A Rosales y a su hermano Roberto los llevaron a Infantería y Nilda acudió con su cuñada Carmen a averiguar cómo estaban. «Los militares nos apuntaron con los revólveres a la cabeza y nos dijeron que no fuéramos más hasta que ellos nos avisaran. A los dos días nos llamaron y fuimos a llevarles comida, frazadas y ropa, pero no nos permitieron verlos».

Rosales fue trasladado a Mendoza, después a la Unidad 9 de La Plata. Hasta allí fue Nilda, a dedo y con su hijo mayor. A su regreso ella también fue detenida, ya con cuatro meses de embarazo. «Me sacaron de la casa, me arrastraron de los pelos, me vendaron los ojos. Me sacaron a mis dos niños que lloraban, que quedaron a cargo de la madre de Ramón», señaló.

En los operativos de detención, recordó la testigo, había policías y militares. En cada oportunidad hicieron destrozos en la casa: «Me rompieron la cocina, la estufa, buscando no sé qué. Cuando me detuvieron a mí estaba durmiendo con mis dos hijos en la cama y me volvieron a sacar de los pelos. Me vendaron los ojos y me llevaron».

Nilda relató las sesiones de tortura a las que fue sometida. La llevaron de un lado a otro con los ojos vendados y le hicieron saltar, agacharse y esquivar alambres que supuestamente tenían electricidad. Fue conducida hasta una casa con “portón de lata”, pasillo, un ventanal grande y un parral. En esa casa le quitaron la venda y le pidieron que identificara a decenas de personas allí detenidas. «Pero yo no conocía a nadie», siguió. Luego la volvieron a torturar y la “abandonaron” en una calle con otras víctimas. Les dijeron que se quitaran las vendas recién cuando sintieran que la Policía se hubiera alejado. 

Las personas liberadas se refugiaron en la casa de un tío de Ramón Rosales que vivía cerca. Allí permanecieron hasta la madrugada del día siguiente, cuando el hombre llevó a cada una a su casa. Los hijos de Nilda tenían en ese momento uno y dos años. Aseguró que no les dijo a sus captores de su embarazo por temor a consecuencias peores. 

Ariel Civit le preguntó a la testigo si alguna vez había denunciado o contado en un tribunal los sucesos de su detención y torturas. «Me llamaron varias veces a declarar, pero siempre he dicho la mitad de las cosas por no herir a los niños», sostuvo. 

Testigo propuesto por Civit

Por último, en la audiencia declaró Carlos Masini —propuesto por el defensor Ariel Civit—, quien durante la dictadura trabajó como abogado en el área de sumarios internos de la Policía. 

El testigo dijo que el 24 de marzo del 76 su padre estaba a cargo de la Municipalidad de San Rafael como interventor. Tras el golpe, lo buscaron en su casa y lo demoraron «durante un día y medio, con muy buen trato». El 22 de agosto de ese año detuvieron a su hermano en el estudio jurídico de la familia. Fue llevado a los calabozos de Tribunales de San Rafael unos veinte días, luego fue trasladado a Mendoza —donde estuvo varios meses— y desde enero del 77 estuvo en la Unidad 9 de La Plata. Durante ese período él no tuvo contacto con su hermano. Aseguró que aquel nunca dio detalles a la familia sobre su detención, que lo afectó profundamente. «Era una persona brillante y creo que él termina muriendo de cáncer por estos años que no pudo superar. Nunca contó nada para no afectar a sus padres, ya mayores, y a su familia», sostuvo. 

«Yo era abogado particular y en el comienzo del 74 hasta julio del 77 desarrollé tareas administrativas para la Policía de Mendoza en San Rafael», detalló. Agregó que trabajó como asesor en la Unidad Regional 2, pero no recordaba en qué dependencia específica. Allí estaba abocado a la elaboración de sumarios para citar a uniformados por cuestiones disciplinarias y su jefe era Raúl Alberto Ruiz Soppe. Además, mencionó haber compartido con Ángel Videla y «un señor Archilla».

Civit le consultó quiénes eran los que dirigían la represión: «Los militares», respondió. “¿Podía la Policía impedir la actuación de los militares?», inquirió el defensor. «Creo que los militares intentaron asimilar a la Policía y sus hombres, pero quienes estaban a cargo eran del Ejército», explicó el testigo, aunque admitió que algunos policías se “asimilaron” a las prácticas conducidas por los militares.

Masini dijo que no hizo ninguna gestión en favor de su hermano detenido: «No me parecía prudente ni inteligente», se excusó. 

«¿Quién era la cabeza máxima de los procedimientos de detención?», consultó Civit. «Creo que era el mayor Suárez», contestó el testigo, para quien la Policía no fue invitada a participar de las decisiones. «La conducción, institucionalmente hablando, era del Ejército. La Policía cumplía lo que tenía que cumplir», subrayó. 

En julio del 77, a Masini le pidieron la renuncia. «Ruiz Soppe me mandó a llamar a la Unidad Regional Primera. Me dijo que tenía que renunciar por la situación de mi hermano. Era un hecho muy notorio en San Rafael. Mi papá intendente, mi hermano detenido. A partir de ahí, me desvincularon», detalló.

La próxima audiencia será el 20 de octubre a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.