14-10-2024 | Dos testigos, Ricardo Puga y Eva Lerouc, guiaron una inspección ocular en Colonia Papagallos, establecimiento educativo del piedemonte mendocino que fue utilizado como centro clandestino en el contexto del terrorismo de Estado. La próxima audiencia será el 25 de octubre a las 9:30.
Ricardo Puga y Eva Lerouc se prestaron por convocatoria del tribunal a guiar la inspección ocular realizada a Colonia Papagallos —así está deletreado su nombre en el arco que marca la entrada—, el centro educativo perteneciente a la Dirección General de Escuelas que fue utilizado como centro clandestino de detención, torturas y exterminio (CCDTyE) durante el terrorismo de Estado. De esta forma, expandieron los testimonios que, con anterioridad, habían realizado en este 13.° juicio por delitos de lesa humanidad en Mendoza.


Ricardo fue trasladado aquí el 13 de enero de 1976 y tuvo que soportar golpes, torturas con picana y hasta un simulacro de fusilamiento. Eva es hija de Marta Saroff y realizó durante la pandemia una visita con Sergio Miranda, última persona que vio con vida a Marta en ese lugar previo a su desaparición. Por estas razones, hacia las 14:30 de una calurosa tarde de primavera, junto a una comitiva conformada por el tribunal, la fiscalía, el equipo de acompañamiento a testigos/víctimas, la prensa y personas allegadas a las víctimas —ningún integrante de la defensa hizo acto de presencia— dieron inicio al recorrido por el establecimiento donde, presumiblemente, hubo más víctimas de las que se tiene registro.


El establecimiento
Colonia Papagallos se encuentra bien escondido en el piedemonte mendocino. Ubicado a aproximados 11 kilómetros del centro de la provincia, para llegar hay que atravesar varios barrios de El Challao, recorrer caminos de ripio y bajar la ladera de un monte por un camino zigzagueante que concluye en lo que, hasta la última dictadura cívico-militar, era una colonia de vacaciones para estudiantes. En la entrada se ha colocado recientemente un cartel conmemorativo que informa: “Aquí se cometieron crímenes de lesa humanidad durante el terrorismo de Estado”.


El establecimiento realiza, hoy en día, excursiones didácticas de cuatro u ocho horas y campamentos de dos días. Está compuesto por un quincho, una pileta y tres edificios: una casa, un edificio para los campamentos y otro para las excursiones. En este último fue que Ricardo Puga estuvo secuestrado en aquel enero de 1976.


De centro educativo a centro clandestino de detención, tortura y exterminio
Cuando Puga fue llevado a este lugar hace casi 50 años, lo metieron a través de una escalinata —hoy una rampa— a una sala alargada —hoy una especie de museo—. Allí, lo mantuvieron durante aproximadamente diez días del mismo modo en que llegó: vendado y esposado. Con las esposas, escribiría en una de las paredes. Próximo a este primer espacio, después de una pequeña escalinata, se encuentra otro más pequeño —aproximadamente de 3 m x 3 m— que hacía las veces de sala de tortura y hoy es una oficina. Ricardo, a pesar de haber estado vendado casi todo el tiempo, pudo recordar el desnivel que separaba a ambas salas y también a Francisco Solano López, una de las otras víctimas con las que compartió cautiverio.




Atrás de lo que era la sala de tortura —y adyacente a esta aunque sin una conexión directa—, se encuentran los baños. Eva Lerouc explicó que —tal y como le relató Sergio Miranda— esos eran los calabozos en los que mantenían recluidas a las personas presas, quienes no tenían baño, resalta.

Más allá de este edificio, hay una pequeña meseta arbolada en la que, en algún momento, a Ricardo le supieron sacar la venda de los ojos. Allí, recordó el ciruelo cuya fruta se convirtió en el único alimento que ingirió a lo largo de los diez días que permaneció secuestrado en este establecimiento. En esa zona, “nos hacían cavar los pozos donde nos iban a enterrar”, confesó. Y concluyó: “Afortunadamente, no fue así”.
Muchas más víctimas de las que se tiene registro
Al día de la fecha, la fiscalía tiene registradas seis víctimas que pasaron por este CCDTyE: Ricardo Puga, Sergio Miranda, Marta Saroff, Juan Carlos Gutiérrez, Liliana Riveros y Juan Basilio Sgroi. Sin embargo, antes de concluir la inspección, Eva comentó que Sergio Miranda nunca pudo corroborar la cantidad de personas que estuvieron detenidas junto a él. El hombre aseguró que pudo haber hasta cincuenta personas al mismo tiempo. También explicó que se llevaban a algunas víctimas pero luego ingresaban otras.


Tras su paso por Colonia Papagallos, Ricardo Puga fue trasladado al D2 y luego a la cárcel de la provincia, para ser liberado en diciembre de 1976. Tiempo después, ya terminada la dictadura, realizó un reconocimiento del lugar. En dicha ocasión encontró su apellido grabado por él mismo con las esposas en una de las paredes del establecimiento. Esa pared fue demolida junto con el edificio, por lo que las fotografías que Ricardo le tomó y que luego envió al Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) constituyen la única prueba material de lo que fuera originalmente este centro clandestino de detención, tortura y exterminio.


La próxima audiencia será testimonial y tendrá lugar el 25 de octubre a las 9:30.