AUDIENCIA 12 / DECLARÓ POR SEGUNDA VEZ LA HIJA DE «PICHONA» Y CARLOS

27-08-2021 | Declararon Miriam Lourdes y su hijo, Maximiliano Galas. Ambas víctimas habían solicitado al tribunal un espacio para expresarse luego de las testimoniales oídas. La jornada concluyó con un repaso por la prueba ofrecida. El defensor oficial informó que Armando Fernández deseaba ampliar su declaración indagatoria antes de los alegatos. La próxima audiencia será el viernes 10 de septiembre a las 9:30. 

Miriam Lourdes declaró al iniciarse la etapa testimonial del debate. La principal víctima de la causa solicitó al presidente del tribunal una nueva instancia para explayarse, ahora también junto a su hijo Maximiliano, que presenció todas las audiencias. 

Función conciliadora

Con voz por momentos temblorosa, Miriam relató parte de su vida. Al igual que en su declaración previa, se refirió a la infancia como una etapa “normal”. El primer indicio sobre su origen lo tuvo a los cinco o seis años, cuando en una “peleíta de niños” alguien dijo que ella era adoptada. Posteriormente, en la adolescencia, fueron surgiendo dudas que compartió con sus hermanos varones, que son diez años mayores y “tenían noción” de su llegada al hogar.

Entonces enfrentó a Fernández: “Ya eran muchas las situaciones, por la escuela, por los sucesos. Ahí me cuenta que no era hija biológica, que era adoptada en circunstancias no legales, pero él no sabía de mi procedencia”. Fernández se habría mostrado dispuesto a que la joven investigara, pero fue Miriam quien no tuvo necesidad. 

En esa conversación, el principal imputado le explicó las circunstancias de su ingreso a la familia. Miriam reprodujo ante el tribunal un relato exento de precisiones y de nombres. Refirió que a principios de julio de 1977, cerca del aniversario del 9 de julio, Fernández estaba solo en la casa —Luffi había salido— cuando apareció un “conocido” que le planteó al exagente del D2 la situación de su empleada doméstica cama adentro. La mujer había tenido un ACV, estaba internada y su bebé recién nacida había recibido el alta. El hombre no podía hacerse cargo de la niña porque “le había salido un traslado para Buenos Aires”. En consecuencia, Fernández aceptó cuidarla hasta que fueran a buscarla. 

“Mi mamá se casó a los dieciséis (…) es muy madraza, es de cuidar niños”. Además, agregó, “pensaron” en Luffi “porque era ama de casa, otras mujeres trabajaban”. Según Miriam, “era normal que ella cuidara niños de las vecinas». Cuando regresó Luffi se encontró con “esa sorpresa” —una bebé “en un moisés con dos prendas de ropa y pañales” —, pero “era una situación provisoria”.

“Yo venía con el cordón infectado”, relató. Luffi estaba “desesperada” por llevarla al hospital. Como al día siguiente nadie fue a reclamarla, Fernández habría presentido que la situación era rara: “la persona que me llevó no existía”. Entonces, alguien aconsejó a Fernández cuáles eran sus opciones. Podía dejarla en una casa cuna pero eso implicaba que le “abrieran una causa, era mucha responsabilidad”. La otra era tratar de inscribirla y, “sobre el camino”, ir “viendo cómo encarar la situación”. Dado que “conseguir” un acta de nacimiento no era sencillo, le dijeron que buscara dos testigos que acreditaran que Luffi, que tenía 28 años, había dado a luz en su casa. 

Santiago Garay era amigo de Fernández y padrino de uno de sus hijos. A modo de favor, este último le pidió que hiciera de testigo. “No podía saber si mi mamá estaba embarazada o no. Fue y firmó con la confianza en mi papá”, indicó Miriam. “Con esa partida entré a la obra social”, que habría sido el objetivo perseguido por el matrimonio Fernández-Luffi para adulterar la documentación.

Todo el relato ofrecido hizo hincapié en la inocencia de Garay y Luffi: “Mi papá engañó a mi mamá porque le dijo que [la inscripción] tenía un vencimiento, que si venían a reclamarme iba a ser entregada”. Debido a que nadie la buscó, la criaron “como una hija más”.

La mujer mencionó que a lo largo de su vida atravesó situaciones difíciles por su historia —problemas de salud y una relación compleja con el padre de su hijo— pero logró superarlas por la contención de su familia. Miriam consideró que Fernández le “salvó la vida dos veces”, cuando era bebé y luego de ese matrimonio doloroso.  

“Cuando mi papá cae preso, fue muy difícil. De ser un héroe, pasó a ser lo peor para la sociedad. Para mí no”, sostuvo. “Yo solamente sé lo que fueron ellos como padres. No deja de ser mi papá, con sus errores. Yo puedo dar fe de lo que ha sido con nosotros y de lo que nos ha dado”.

A mediados de 2011 o 2012, Miriam comenzó a “tomar conciencia” de su situación. Entonces, como “militancia”, se reunió con hijos e hijas de militares. “En esa época, decir que éramos hijos de militares estaba mal visto”. Para esa misma fecha “corrió un rumor de que el gobernador iba a entregar las partidas de nacimiento a los derechos humanos” y Miriam se preocupó. “Empecé a venir a todos los juicios, a ser parte. No me gustó, sentía mucha exposición”. También se refirió a la prueba de ADN que la justicia ordenó en el caso de Irene Barreiro, hija de un militar, que terminó en un allanamiento por su negativa a realizarse el examen. “No quería exponerme a eso”, indicó. 

En el 2017 recibió la notificación para realizarse la extracción. “Se me cayó el mundo —explicó—, mi miedo era mi mamá. Mi papá ya estaba condenado. Tuve que hacer locuras, me fui a Chile”. Miriam refirió que negaba tanto su identidad que, temiendo un allanamiento, cambió el cepillo de dientes y dejó ropa de sus hermanas en su casa. 

Finalmente, decidió enfrentar la situación y se presentó de forma voluntaria tras una nueva citación. Luffi se exculpaba: “Yo no hice nada malo, lo único que hice fue darte amor”. Fernández, en tanto, “no sabía nada” porque no había investigado, pero “cabía la posibilidad” de que Miriam fuera una de las niñas buscadas por décadas. Recibir la noticia de su verdadero origen, “por un lado, fue una tranquilidad; por otro, incertidumbre y miedo”. 

Aunque inicialmente sintió rechazo, hizo “el click” cuando fue a la ESMA, donde había nacido.  “Si yo estoy en esta vida en esta postura es por algo, creo que mi función es conciliar y apaciguar ambas historias (…) Estuve desde los dos lados (…) Tratemos de bajar los decibeles”, pronunció. “No voy a recuperar a mi mamá ni a mi papá”. Miriam también refirió que se contactó con su tía materna Adriana Moyano, con quien tuvo la posibilidad de hablar y fue de mucha ayuda.  

Se explayó asimismo sobre su decisión de conservar el apellido de su apropiador: “Es muy violento que te quieran cambiar la identidad de un día para el otro. Cambié mi partida, pero no quería cambiar mi apellido. Me tienen en cuenta como víctima, pero hacen humo de mis sentimientos”. Consideró que “la lucha de Abuelas es súper válida” y mencionó que entabló vínculo con la institución, ante quienes explicó su voluntad de mantener el apellido como parte de su función conciliadora. “Dentro de la búsqueda, quise saber sobre ellos. Hacer las cosas legales que corresponden. Todo lo que implica ser hija de ‘Pichona’ y Carlos”, agregó.

También relató que ese rol de conciliación lo tiene al interior de la familia Fernández: “No puedo negar el dolor. Mi hermana se enoja. ‘Hay que ponerse en el lugar de ellos’, le digo. ‘Si a mí me hubiera pasado, si a mí me hubieran desaparecido, imagínate qué hubieras hecho’. No hay que enojarse, el odio no te lleva a ninguna parte”, concluyó.

El presidente del tribunal realizó la única pregunta de la jornada. Alejando Piña mencionó que muchos testimonios se habían dirigido a Miriam y le interesaba saber qué había sentido ella al escucharlos. La mujer rescató “dos testimonios súper valiosos”: los de Adriana Moyano y Beatriz García. “No fueron declaraciones lindas”, pero aseguró que las entendía. “Tengo que respetar lo que sienten, aunque sea doloroso para mí. Ellas tampoco se tienen que enojar conmigo. Son las personas que estuvieron cerca de mi mamá”. Con Beatriz, dijo, se debe “una charla frente a frente” que se pospuso involuntariamente por la pandemia. “Ellas ven en mí a esa amiga que desapareció (…) Construyamos para adelante, desde los distintos lugares en los que estemos”, propuso. 

Por último, habló de sus hermanos y hermanas, que “también la pasaron muy mal con el odio”. “Como hijos no tuvimos la culpa. Si mi papá hizo algo, que sea condenado y que lo cumpla”, sostuvo.

La voz de la generación siguiente

A continuación, y como había solicitado, intervino Maximiliano Galas, hijo de Miriam. Tiene 19 años y es estudiante de Psicología. Introdujo con la aclaración de que su mamá ya había dicho casi todo lo que él sentía: “Siento que somos la misma persona”. 

Expuso que la finalidad de su exposición era “defender a mi mamá y defender a mis abuelos”, la pareja imputada por la apropiación. Relató que, desde chico, él tuvo una relación muy cercana con Iris Luffi, a quien llama “mamá Iris” y Armando Fernández, a quien le dice “tata”. Su madre, Miriam, salía a trabajar y él fue, en parte, criado por quienes considera abuela y abuelo. De chico lo cuidaban, lo alimentaban, lo bañaban. 

A Luffi la considera una “segunda madre” que siempre lo apoyó y acompañó; sobre Fernández aseguró: “Es la mayor figura paterna que tengo”. “Mis abuelos me criaron a la par de ella [Miriam], “estoy orgulloso de ser quien soy gracias a mi mamá y a ellos dos”, aseguró.

En las audiencias donde se juzga al matrimonio Fernández-Luffi por el delito de lesa humanidad de apropiación de una menor, Maximiliano Galas manifestó haber escuchado “cosas que sentí injustas”. Dijo comprender el dolor de las víctimas del terrorismo de Estado pero reclamó que se entendiera al mismo nivel “lo que sentimos hacia los abuelos”.

Rebatió la idea de que su madre estuviera afectada por un posible “síndrome de Estocolmo” y destacó el hecho de que tanto Luffi como Fernández se hicieron cargo de ella desde días después a su nacimiento: “Llegó a la vida de mis abuelos cuando era bebé, habrá tenido días. Mi abuela le tuvo que curar el cordón umbilical. No es un síndrome ni manipulación porque la criaron, es su hija”. Al igual que Miriam, Maximiliano aseguró tener una familia “muy unida”, que siempre se ha brindado apoyo. Eso, manifestó, “no es al azar, se lo debemos al amor y los valores que nos enseñaron”. 

Para concluir, compartió su percepción de que el proceso penal contra Iris Luffi y Armando Osvaldo Fernández está basado en cierto “odio hacia lo que pasó y lo reflejan hacia ellos”. Sobre esta idea, expresó: “Nos están perjudicando a nosotros y particularmente a mi madre que es la víctima”.

Cuando las declaraciones habían terminado, habilitó el micrófono Marcela Fernández, otra de las hijas del matrimonio imputado, con la intención de decir unas palabras. Desde el tribunal, inmediatamente silenciaron a la mujer y el presidente aclaró: “Lo siento, pero no se puede hablar”.

Repaso sobre la prueba ofrecida

Antes de terminar, se mencionó la incorporación de prueba documental muy variada: declaraciones, documentos públicos, actas, informes, legajos, fallos judiciales. Debido a que en la audiencia pasada el tribunal rechazó la idea de hacer una inspección ocular en la ESMA, se incorporarán fotografías del excentro clandestino de detención, torturas y exterminio. Por otra parte, el equipo de acompañamiento a testigos víctimas informó que Liliana Giuliani no se encuentra en condiciones de prestar testimonio. 

En la próxima audiencia tendrá lugar la ampliación de la declaración indagatoria de Armando Osvaldo Fernández e iniciarán los alegatos. Será el viernes 10 de septiembre a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.