17-07-2020 | Concluyó la lectura de la imputación contra Navarro y el tribunal retomó la etapa testimonial con dos declaraciones vinculadas al Operativo Antijesuita. Ernesto Espeche Vega, hijo de Mercedes Vega, relató detalladamente la historia que pudo reconstruir sobre el secuestro de su madre y la militancia en el barrio San Martín. María Teresa Muñoz, compañera y amiga de María Leonor Mércuri, aportó la información que ella y otras estudiantes de Servicio Social recabaron de la joven desaparecida. La próxima audiencia no tiene fecha confirmada.
La responsabilidad de Navarro Moyano
En esta audiencia se terminó de leer el requerimiento que detalla la imputación a Omar Vicente Navarro Moyano. Luego de una mención general a la inteligencia como parte del aparato represivo estatal, se establecieron los dos planos de análisis en los cuales se puede ubicar la responsabilidad concreta del imputado: el horizontal y el vertical, como se ha explicado en audiencias anteriores.
El primero conduce a entender la autoría mediata en aparatos organizados de poder, es decir, la participación de los mandos medios y altos. Y el segundo entiende el accionar mancomunado de sujetos que coordinan acciones en niveles similares para lograr un objetivo, es decir, la coautoría funcional por división de tareas. Las cúpulas no intervienen generalmente en la ejecución material de los hechos, pero a través de la fungibilidad del ejecutor y de la automaticidad del mismo aparato, aseguran el cumplimiento.
El rol protagónico que tenía el Destacamento de Inteligencia 144 en las tareas represivas aclara cuál es la situación del procesado: como miembro de esa fuerza, no pudo ser ajeno a la función esencial que cumplía esa dependencia. Por lo tanto, la fiscalía aclara que lo encuentra penalmente responsable por todos los operativos ejecutados cuando Navarro formaba parte del 144. En este juicio, esos serían el Operativo Antijesuita y los procedimientos contra militantes de la Juventud Guevarista y el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo).
Ya en 1971, Omar Vicente Navarro Moyano, había hecho el Curso Técnico en Inteligencia y le reconocieron una “aptitud especial”. El 1 de diciembre de 1972 fue designado con el grado militar de teniente primero, como jefe del Grupo Actividades Especiales de Inteligencia en el Destacamento de Inteligencia 144. Entre el 75 y el 76 fue enviado varias veces a San Juan por tareas en comisión. En marzo del 76 fue designado jefe de la Segunda Sección y Ejecución. El 5 de enero de 1977 fue trasladado a Buenos Aires para cumplir funciones en el Batallón 601.
Los delitos y la acusación
Al imputado se le endilga la responsabilidad penal por distintos delitos, cuyas características legales fueron descriptas anteriormente. Estos son: privación abusiva de la libertad, tormentos, homicidios, robos y asociación ilícita. En esta ocasión se volvió a leer este apartado debido a que cuando esto fue detallado en audiencias previas, el procesado se encontraba prófugo.
En definitiva, el acusado debe responder como autor mediato de los siguientes delitos:
– Privación abusiva de la libertad agravada por mediar violencias y amenazas, por diecisiete hechos.
– Privación abusiva de la libertad agravada por mediar violencias y amenazas y por haber durado más de un mes, en 12 casos.
– Homicidio doblemente agravado por alevosía y por mediar concurso premeditado de dos o más personas, por diecisiete hechos.
– Robo agravado por el uso de armas de fuego, en seis casos.
– Robo simple, por la sustracción de bienes de la casa de Nora Rodríguez Jurado y Rafael Olivera.
– Tormentos agravados por la condición de perseguido político de la víctima, por catorce hechos.
– Como autor del delito de asociación ilícita, en calidad de jefe u organizador.
Nuevos testimonios sobre las desapariciones de militantes del barrio San Martín
Luego de que el tribunal definiera la viabilidad de las declaraciones remotas en el contexto actual del juicio, se oyeron dos testimonios por el Operativo Antijesuita: Ernesto Espeche Vega y María Teresa Muñoz.
La detención y desaparición de Mercedes Salvadora Eva Vega
Al concluir la lectura del requerimiento de elevación a juicio contra Vicente Navarro Moyano, fue convocado Carlos Ernesto Espeche Vega, quien declaró desde la sala del tribunal, para reconstruir el secuestro de su madre, Mercedes Salvadora Vega de Espeche, médica y militante social que acompañaba al cura Llorens en el barrio San Martín. Este hecho ocurrió en el marco de la serie de secuestros que tuvo lugar entre junio y septiembre de 1976.
Ernesto tenía dos años y medio y su hermano Mariano un año cuando Mercedes fue secuestrada del domicilio familiar, ubicado en calle Ituzaingó de la Cuarta Sección, entre la noche del 7 de junio y la madrugada del 8 de 1976. Ese año, meses atrás, había sido formalizada su situación laboral en el hospital Lagomaggiore, donde trabajaba como médica.
La familia había sufrido un allanamiento previo en el domicilio. En esa ocasión preguntaron por ella pero no estaba presente. Mercedes también notó que la estaban siguiendo. Por esta razón, se presentó al Comando a prestar declaración para saber qué estaba ocurriendo.
Del marido de Mercedes, Carlos Espeche, hacía ya tiempo que se desconocía el paradero. Habían decidido que ella se quedara al cuidado de los niños mientras él viajaba a Tucumán, por eso resolvió irse a la casa materna. Era medianoche, estaba tomando un café con su hermano y su madre, sus hijos dormían en una habitación del fondo de la casa. Comenzaron los golpes en la puerta y los gritos. En ese momento ingresó el grupo de tareas, disfrazado con medias en la cara y pelucas.
A Mercedes la insultaron reiteradas veces, la maltrataron, se la llevaron a golpes. Ernesto describió en su testimonio: “Mi mamá estaba en camisón, a punto de acostarse, le dicen que se la van a llevar, mi abuela le dice que se lleve el documento y le responden ‘para qué, si no lo va a necesitar, no hace falta’”.
También maniataron a la madre y al hermano de Mercedes. Durante el procedimiento habían cerrado las calles que rodeaban la casa y se la llevaron en un auto. Cuando el hermano pudo liberarse, hizo un intento de seguirlo, pero lo perdió. Mercedes desapareció y nunca se supo más de ella, en ningún centro clandestino de detención, en ninguna comisaria hay datos de su paso.
El hermano, Héctor Eduardo, recibió tiempo después un llamado que le ofrecía información. Fue al Comando, donde le dijeron: “A tu hermana la mataron los subversivos”.
No se sabe el destino de Mercedes, pero sí hay información de que media hora más tarde, en la Sexta Sección, en calle Martínez de Rozas, María Cristina Lillo fue secuestrada. Eran amigas, ejercían juntas la medicina y compartían el ámbito de militancia y el trabajo social en el barrio San Martín. En ese momento, a estos hechos se los conoció como el “operativo de las médicas”, dijo Ernesto.
“A mí el cuerpo me recuerda todos los días que mi papá y mi mamá no están”
El testigo recordó que su abuela murió esperando volver a ver a su hija. También afirmó que su búsqueda más precisa comenzó después de la muerte de quien lo crió, porque el relato familiar carecía de detalles.
Además, comentó que quince años atrás habló con Oscar Rojas quien, junto a su pareja, Cristina Lillo, lo cuidaba cuando Mercedes no tenía dónde dejarlo. Rojas, que eventualmente se mudó a Buenos Aires, era buscado y había intentado convencer a su novia de mudarse también a esa ciudad antes del secuestro, según le refirió a Espeche.
Santiago Ferreira, otra de las personas que ayudó a Ernesto a reconstruir la historia de su madre, le comentó que María Cristina Lillo quedó a cargo de la línea política del Partido Revolucionario de los Trabajadores con la partida de Carlos a Tucumán. Ella y Mercedes eran muy conocidas en el mundo político y social de la época, tenían militancia pública, de superficie.
“Por el sufrimiento que yo he visto en mi familia, por la espera que significa tener a un familiar desaparecido -ni muerto, ni vivo… desaparecido- y por todo el dolor que eso implica para una familia y para un niño que crece, quiero saber dónde estuvo mi mamá”, manifestó Ernesto.
El Ministerio Público Fiscal realizó preguntas sobre la declaración para contextualizar y aclarar algunos detalles. A partir de una pregunta de la fiscal Santoni, el testigo mencionó que su madre se expuso cuando comenzó con la búsqueda de su padre: “Hizo todo lo que podía, no paraba de buscarlo”. También comentó que su madre le había dicho únicamente a su hermana mayor, María Elina, que cuidara a sus hijos si algo le pasaba. Probablemente será convocada a prestar declaración.
Estrategias de la defensa
Durante la jornada, las preguntas del defensor oficial Leonardo Pérez Videla -representante del imputado Navarro Moyano- insistieron en que el testigo definiera conceptos como labores de inteligencia y comandos paraestatales -Comando Pío XII-. También consultó si conocía las tareas de investigación y excavación en Campo Las Lajas.
A su vez, Pérez Videla fue muy incisivo con Espeche solicitando aclaraciones sobre la situación laboral de su madre en esa época, sugiriendo –el defensor- que si a la víctima la habían formalizado en su trabajo no había necesidad de que la persiguieran.
El abogado defensor San Emeterio preguntó por los recuerdos de Espeche del día del secuestro, insinuando que a su edad no podía recordar. En este sentido, vale aclarar que la declaración de Espeche, por reconstrucción a través de relato familiar, está debidamente testificada ante la justicia por sus familiares.
El fiscal Daniel Rodríguez Infante preguntó si supieron de algún seguimiento que no fuera en el domicilio donde habitaba su madre. Espeche respondió que se enteró por relato familiar del seguimiento en la vía pública, eso transmitió Mercedes.
Por último, la abogada querellante Viviana Beigel consultó acerca de la existencia de visitas de algún miembro de las fuerzas de seguridad. En referencia a esto, el testigo hizo mención a una persona llamada Walter, que frecuentaba la familia previo a la desaparición de su madre y de quien posteriormente no se supo más nada. El hombre fue detenido hace unos años en el marco de una causa por delitos de lesa humanidad y su tío lo reconoció en la foto: era Walter Tomás Eichhorn.
El secuestro de María Leonor Mércuri
Con ayuda del secretario del tribunal, María Teresa Muñoz brindó declaración por videoconferencia desde su domicilio. La testigo conoció a la joven desaparecida en la carrera de Servicio Social. Por iniciativa de Leonor, Teresa y otras cuatro estudiantes –Nora Mazzolo, Sonia Dietrich, Susana Negrette y Alicia Lorenzo- comenzaron a participar en el barrio San Martín de la mano del cura Llorens: charlaban con él sobre la realidad de la comunidad y lo que era necesario hacer, también de la represión que se vivía. Todos los sábados se reunían en la iglesia del lugar para organizar tareas de apoyo escolar y actividades comunitarias con vecinos y vecinas.
Teresa relató que, luego del golpe de Estado, el grupo tomaba recaudos. Se avisaban cuando llegaban a sus casas, sabían que ocurrían detenciones. Algunas incluso habían dejado de participar. Sin embargo, agregó, en general en el barrio se sentían seguras.
La Escuela Superior de Servicio Social había sido intervenida. Parte del claustro docente fue removido y perseguido, hubo cambio de planes de estudio y el cursado se trasladó a la escuela Francisco Moreno de Ciudad: pedían documentos y revisaban los bolsos al ingresar. La última persona que vio a Leonor fue, precisamente, su compañera Nora Mazzolo. Un mes antes de la desaparición, Mércuri se había mudado de la casa de Mazzolo –para protegerla, aclaró la testigo- y alquilaba una habitación en la vivienda de una enfermera, en el barrio Cementista.
La noche del 9 de septiembre ambas salieron de clases y caminaron hasta la parada del colectivo. Leonor le comentó que estaba siendo vigilada, pero no quiso irse a dormir a lo de Nora para no ponerla en riesgo. Al día siguiente, como todos los sábados, tenían reunión en la iglesia del barrio San Martín: Leonor nunca llegó. Debido al contexto antes mencionado y a las sospechas que la víctima misma había expresado, sus compañeras intuyeron que algo había ocurrido y contactaron al cura Jorge Contreras. Él les recomendó que avisaran a la familia de la joven, en Buenos Aires, porque tendría más posibilidades de obtener información. La madre y el hermano viajaron casi inmediatamente. Ese mismo día, Nora se acercó a la habitación del barrio Cementista, pero no encontró nada. La hipótesis del grupo era que Leonor había sido secuestrada en el tramo desde la parada hasta su domicilio.
Teresa relató que se reunió una sola vez con la madre de Mércuri en el Arzobispado de Mendoza. La mujer le preguntó sobre la militancia de su hija, que desconocía. Recuerda que estaba muy angustiada por lo que pudiera estar viviendo.
Simultáneamente a este episodio, las estudiantes dejaron de reunirse en el barrio por sugerencia del propio Llorens. Se veían con él en la iglesia de los jesuitas para compartirse las novedades: “Era el único nexo que teníamos”. Teresa explicó que guardaban la esperanza de que a Leonor la blanquearan y quedara a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Sin embargo, un día el cura las recibió con malas noticias: “Igual que otras personas, la información que tenía era que no había soportado la tortura y que había sido tirada al Carrizal”, recordó la testigo muy conmovida. No pudo precisar cómo se enteró el sacerdote.
La fiscal Patricia Santoni preguntó por la pertenencia política de Mércuri. Teresa comentó que ellas provenían de múltiples espacios, pero supo por Nora que Leonor integraba el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) junto a otra militante del barrio San Martín, Inés Correa Llano. También aclaró que en el barrio participaban diversos grupos que no necesariamente se cruzaban porque había actividades con distintos cronogramas.
El suyo, aunque disminuido, siguió concurriendo por dos o tres años luego de la desaparición de Leonor, quien las había convocado originalmente. Teresa destacó que se vinculó con Llorens por el trabajo social que hacía, no por su religiosidad.
La próxima audiencia no tiene fecha establecida.