AUDIENCIA 29 / “LLORENS ALBERGABA A TODOS LOS QUE VENÍAN A APORTAR”

21-8-2020 | En esta jornada testimoniaron tres personas por el Operativo Antijesuita. Mario Gaitán, sobreviviente, recordó las actividades en el barrio San Martín y a su compañera “Piri” Lillo. Estela Yelich trabajó junto a María Inés Correa Llano y relató lo que supo tras su desaparición. Ricardo Puente declaró sobre su cuñado, Rafael Olivera, y la situación de las cuatro hijas del matrimonio desaparecido. La próxima audiencia será el viernes 28 a las 9:30.

El encuentro virtual se desarrolló con múltiples interrupciones. El abogado defensor Carlos Benavídez solicitó constantes cuartos intermedios aunque los testimonios vertidos no tuvieran vinculación con las causas de sus defendidos y pidió postergar la declaración del testigo de contexto para la semana que viene por problemas personales de horario. El tribunal accedió y Luis Miguel Donatello declarará el próximo viernes.

Audiencia 29

Inteligencia sobre la militancia barrial

Mario Gaitán ha prestado testimonio en ocasiones anteriores y en esta oportunidad se le pidió que se centrara en lo que sabía del cura “Macuca” Llorens. Declaró haberlo conocido en la capilla del barrio San Martín, alrededor de 1973. “La caja de resonancia de todo lo que ocurría en el barrio San Martín era el padre Llorens”, aseguró el testigo. Y remarcó que recibía los problemas de salud, vivienda, trabajo y demás de todas las personas que vivían allí.

Gaitán era obrero de la construcción y comenzó a trabajar en una cooperativa organizada para realizar una fábrica de ladrillos “Block” y que las personas del barrio tuvieran ese material para construir sus casas. Por la participación en esa cooperativa conoció a estudiantes de distintas facultades de la Universidad Nacional de Cuyo, como Trabajo Social y Medicina.

Se organizaban en distintos grupos para ayudar a la gente. Hacían actividades de alfabetización y salud preventiva y, además, Llorens tenía una especie de bolsa de trabajo y una proveeduría de alimentos para quienes más lo necesitaban.

Cuando le preguntaron a Mario Gaitán si recordaba a alguna otra persona que militara en el barrio San Martín, él se explayó sobre “Piri” Lillo. Se vieron algunas veces en las actividades del local de la Coordinadora Peronista que después devino en Peronismo de Base y se reconocieron en actividades del barrio. Entablaron una relación política y de amistad, que sostuvieron incluso después de que Piri pasara a militar en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

Declara Mario Gaitán

Describió a Piri como una persona muy comprometida, humilde, activa y sensible a los problemas de la gente. Siempre que alguien necesitaba atención médica, ella estaba dispuesta a interrumpir sus actividades para asistir. La vio por última vez en diciembre del 75, en un encuentro casual. Charlaron de lo sucedido “la noche negra” del 22 de noviembre, en la que detuvieron a militantes políticos, sindicales, sociales y estudiantiles e, incluso, asesinaron a Samuel Pringles. No imaginaban que el golpe se avecinaba.

El testigo recordó a otras militantes como Mercedes Vega y a Zulma Zingaretti y remarcó que, en general, los y las estudiantes que tenían vinculación con Llorens, tenían además militancia política. “Llorens realmente albergaba a todos los que venían a aportar al barrio San Martín”, y mencionó al Peronismo de Base, al socialismo, al PRT y a Vanguardia Comunista.

De las personas que se reunían en la capilla siempre conocían su origen, dónde militaban, qué estudiaban o a qué se dedicaban. Sin embargo, recordó que en distintas oportunidades iban algunos sujetos que nadie identificaba, participaban una o dos veces y no volvían más. Llorens les advirtió a los y las jóvenes que podían estar vigilando.

Gaitán aseguró que existieron actividades de persecución e intimidaciones. Más de una vez, las fuerzas de seguridad le advirtieron al cura que cesaran las actividades. Incluso recordó un ataque a la capilla del barrio San Martín, cuando arrojaron una bomba molotov. También conoció el desempeño de grupos parapoliciales, sus trabajos de inteligencia e infiltración.

Mario Gaitán fue secuestrado en abril de 1976 y alojado dos años en la Unidad 9 de La Plata. Desde allí se enteró de varios secuestros de compañeros y compañeras, como el caso de María Cristina Lillo.

La desaparición de Inés Correa Llano en palabras de su compañera de trabajo

Estela Ida Yelich declaró en instrucción en el año 2006. En esta ocasión, la testigo relató que ingresó al Hospital Central en 1972. Allí conoció a María Inés Correa Llano, que era técnica anestesista, aunque no pudo precisar la fecha.

Testimonio de Estela Yelich

Recordó que Inés “siempre andaba para arriba y para abajo” y las invitaba a la capilla del barrio San Martín donde se dictaba alfabetización para niños y niñas. Algunas de las compañeras del hospital participaron de estas actividades. Aseguró que Correa Llano integraba el Ejército Revolucionario del Pueblo.

Yelich mencionó también a un “muchacho joven y lindo” que estuvo internado y al que Inés cuidó con esmero: “Ese chico tenía problema de arterias y venas y ella iba y lo acomodaba, le daba de comer”. La fiscal Patricia Santoni le recordó palabras de su declaración anterior y la testigo confirmó que era la pareja de la joven desaparecida, de nombre Carlos Jakowczyk. Con él Inés se había “resguardado” en una “finca” o “covacha” que era de la familia.

En un momento dado, la joven dejó de presentarse en su trabajo: “para que no perdiera su sueldo, íbamos de a poco, uno por vez, y marcábamos por ella, para que pasara que estaba en el hospital. Y así fue bastante tiempo”, relató.

Como la casa de la familia Correa Llano quedaba a unas cuadras de la suya, cerca de Beltrán e Yirigoyen, Estela se acercó a hablar con la madre de Inés y le contó que se había ausentado del hospital. Poco después la mujer volvió a contactarla y le contó que en el “campito” donde Inés y Carlos se habían instalado estaba todo revuelto y el perro muerto: “Yo no sé cómo Inés vive en ese lugar”, dijo la mujer.

También señaló que la madre estaba sorprendida ante su desaparición: “¿cómo se ha ido si esa niña está embarazada?”, fueron sus palabras. La testigo declaró haber visto “algo de panza” en la joven: “yo le corté un vestido para que no se le vea tan grande”. En otro tramo de su testimonio mencionó que tenía un embarazo de cuatro o cinco meses.

Además, refirió que alguna fuerza se hizo presente en el hospital cuando Correa Llano dejó de concurrir: “Entró la Federal o la Policía (…) a un cuarto donde tenían la ropa estéril para operar. Entraron con bayoneta y pinchaban para ver si había alguien o algo escondido. Y nunca encontraron nada”. Con el tiempo se oyeron algunos rumores: “a la Inesita la han sacado”. La última noticia que tuvo de Inés la escuchó de un cardiólogo del hospital de apellido Fiorentini. El hombre comentó “que la habían encontrado en San Luis, muerta, por supuesto”. Y concluyó: “Nunca nos quiso decir quién se lo dijo”.

La historia de la familia Rodríguez-Olivera

Ricardo Alfredo Puente era cuñado de Rafael Olivera. En 2011 brindó declaración como testigo de contexto en otro proceso judicial de nuestra provincia. Hoy se lo convocó para reconstruir los secuestros de Rafael y Nora y el derrotero de las cuatro hijas del matrimonio desaparecido, que quedaron finalmente bajo su cuidado.

La declaración fue extensa y detallada. Comenzó explicando que conoció a Rafael desde antes de que se casara: “éramos muy amigos”, pero siempre fue una persona reservada. Mucho tiempo después de su secuestro supieron que jugaba al rugby, por ejemplo.

Declaración de Ricardo Puente

Nora y Rafael se conocieron en la Universidad Católica mientras cursaban Sociología. Se casaron en octubre de 1969 y se fueron a Bielefeld, Alemania, con una beca de estudios. Estuvieron en Europa dos años y allí nacieron sus primeras hijas: Ximena y Soledad.

La pareja regresó a Buenos Aires en 1971 para doctorarse y se instaló en la calle Viamonte. El testigo refirió que no se vieron muchas veces a lo largo de ese año y que Nora y Rafael no estaban trabajando. En 1973 se trasladaron a San Juan para dar clases en la universidad y ese año nació Rosario, la tercera hija. Según comentaba la familia Olivera, vivían de manera muy austera.

Entre 1975 y 1976 fueron pocas veces a Buenos Aires. En marzo del 76 Puente vio a Nora por última vez. Cuando la pareja se trasladó de San Juan a Mendoza, cortó toda comunicación con la familia: “Estaban en la clandestinidad, suena fuerte”, dijo el testigo. No conocían su nuevo domicilio. En Mendoza debió nacer Guadalupe.

Los secuestros ocurrieron el lunes 12 de julio de 1976. Ese jueves por la tarde, la madre de Nora recibió una llamada desde el extranjero: le avisaban que sus nietas estaban solas en Mendoza y que debían ir a buscarlas porque “sus padres habían sido tomados prisioneros”. La mujer era viuda, estaba muy asustada y sugirió que hablaran con el padre de Rafael. Después de llamar a un número con característica de Miami y recibir la misma información, decidieron viajar.  Ese viernes, Olivera, su esposa y la madre de Nora volaron a Mendoza, “posiblemente en un avión militar”, refirió Puente. Olivera era médico y general retirado del Ejército. Antes de embarcar, la madre de Rafael llamó a Puente y su familia se trasladó desde Campana hasta Capital Federal para aguardar noticias.

Cuando llegaron a Mendoza, aunque Olivera había declarado razones familiares para su traslado, lo recibió un médico militar: “General, yo sé a qué viene. Viene a buscar a sus nietas, estaban inscriptas con su nombre y su apellido”. El sábado ya habían encontrado a las chicas y tenían boletos de micro para volver a Bs. As., pero había que esperar a que el juez autorizara la tenencia. Entonces decidieron reunir dinero entre familiares y amistades para hacer el viaje en avión. Puente fue el encargado de llevarlo a Mendoza.

Supo entonces que su suegro se había entrevistado con la máxima autoridad militar apenas había llegado a la provincia, pero el Ejército negó saber el paradero de la pareja. Únicamente existía una orden de captura con la misma fecha de la desaparición. El señor Olivera pidió visitar la casa donde vivía su hijo pero se lo prohibieron porque estaba intervenida. El testigo explicó que las ideas de Rafael eran “fuertemente contrarias a las de su padre”. Para un exgeneral bastaba esa palabra, pensaba que no les iban a mentir y cumplía las órdenes. Sí recibieron una bolsa pequeña con ropa interior de las niñas, sus documentos y las libretas de vacunación.

Hasta el lunes, las chicas permanecieron donde las había ubicado el juez. Se reencontraron con ellas en el aeropuerto, llegaron en distintos vehículos: “Ese fue el primer contacto con mis sobrinas, ahora mis hijas”, declaró el testigo. En el avión no lloraron. Puente relató que Ximena, la mayor, les dijo a sus hermanas: “ya saben, no se llora, no se pregunta, no se habla”. Conocían sobre todo a la abuela materna, ahí paraban cuando visitaban Buenos Aires y con ella se quedaron inicialmente. El resto de los elementos de la historia son palabras de Ximena, la mayor, además de relatos que oyeron con posterioridad las cuatro hijas de la pareja en sus visitas a Mendoza.

Pudieron reconstruir que el lunes 12 de julio, que era el cumpleaños de María del Rosario, Nora llevó a sus tres hijas mayores al jardín de infantes, donde estaban anotadas con sus nombres verdaderos. Ximena no quiso quedarse porque se sentía mal y regresó con su mamá a la casa. En un momento “bajaron” a hablar por teléfono, se les acercaron hombres y las subieron a un auto. A Nora le envolvieron la cabeza con su bufanda. La mujer advirtió que su hija menor estaba sola en la vivienda: “No se preocupe, ya hay gente”, le respondieron. Ximena pudo ver que habían llegado al centro. En un edificio, las separaron y dejaron a la niña jugando con una máquina de escribir. En algún momento de ese día regresaron con Ximena a la casa donde todavía estaba su hermana menor. Había personas comiendo pizza y pasaron allí la noche. El martes por la mañana las dos niñas fueron entregadas a la portera del jardín.

Las pistas sobre Rafael, según Puente, “son cuentos de terceros”, menos precisos. El domingo habría estado presente en el festejo del cumpleaños de Rosario. Algunas versiones señalan que fue herido cuando volvía en bicicleta.

En cuanto a la situación judicial, a pedido de la abogada Viviana Beigel, el testigo compartió lo que investigó de los expedientes referidos a sus sobrinas. El mismo lunes de los secuestros se abrió el primer expediente de “abandono” por Soledad y Rosario, que habían quedado a cargo de las maestras. Esa noche ya aparecían bajo la tutela de un juez de menores. El martes a la tarde hubo un segundo expediente, ahora por Ximena y Guadalupe. Las niñas fueron entregadas a distintas personas que figuran en estos documentos y que las llevaron finalmente al aeropuerto: Ximena permaneció con Marta Sícoli, Soledad y Rosario con Juan Pedro Crayó y Guadalupe con Héctor Molina, militar e intendente de Mendoza. En algunos casos, los vínculos habrían sido las maestras.

La querella preguntó por la actividad social y política de Nora y Rafael y Puente refirió que “trabajaban socialmente en el barrio San Martín” con un grupo de gente vinculada a “un sacerdote que se llamaba Llorens”, pero no recuerda cómo se enteró. Después quiso explicar el itinerario ideológico de su cuñado y relató el contenido de una carta que Rafael le envió cuando vivían en Alemania y estaba por nacer Ximena. En el texto le ofrecía ser padrino de la niña e indicaba cómo querían que fuera criada si les pasaba algo. También hacía “un juicio muy fuerte sobre la sociedad” después de viajar por Europa del Este, donde había visto “a las mujeres haciendo trabajos de barrendero, cuidador de plaza, hablando de la igualdad de las personas”.

“Mis cuñados eran personas de gran fe, vivían esa fe, mis hijas querían rezar antes de comer”, continuó. Su deseo era “amalgamar ideas comunistas con su fe católica. Esa amalgama entendía la violencia como un hecho natural de la lucha de clases”. Fueron a Alemania a una universidad que tenía fama de “muy comunista” a estudiar cómo ligar “la fe con la doctrina marxista, cosa difícil”. “Ese era el mélange ideológico que le permitía (…) pensar la violencia para alcanzar el poder”, sostuvo sobre Rafael. En cuanto a Nora, recordó que “era una chica más moderna (…) se pintaba mucho. A mis suegros, personas muy tradicionales, no les satisfacía”.

Por último, se mostró sorprendido cuando oyó el nombre que recibió el operativo dentro del cual se investigan los casos de la pareja: “Antijesuita”. Sabía, por un sacerdote jesuita, que esta orden era mucho más conservadora en Argentina que en Chile, por ejemplo.

La próxima audiencia será el viernes 28 de agosto a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.