AUDIENCIA 35 / LA PEDAGOGÍA DE LA PRÁCTICA

16-10-2020 | Declararon tres personas citadas por la fiscalía. Carlos Suárez, hermano de Virginia Adela Suárez, relató el secuestro de “Vivi” en mayo de 1976. María del Carmen Llorens, sobrina de “Macuca” y participante de los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT), compartió sus vivencias en el barrio San Martín y el derrotero de los encuentros impulsados por el sacerdote jesuita. Sobre ellos habló a continuación una de sus coordinadoras nacionales, Mercedes Gagneten.

El orden de los testimonios se modificó a pedido del abogado defensor Carlos Benavídez, representante del exvicecomodoro Carlos Santa María. Sin embargo, no se quedó a presenciar la declaración del hermano de Virginia Adela Suárez, cuya causa se enmarca dentro de los operativos desplegados contra el Partido Revolucionario de los Trabajadores. El tribunal convocó al abogado para discutir esta situación.

La desaparición de Virginia Adela Suárez

Carlos Suárez declaró sobre el secuestro de su hermana Virginia, “Vivi”, el 13 de mayo de 1976. Este caso, aunque comprendido para la acusación dentro del megaoperativo de mayo y junio de ese año contra militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), también se vincula a las desapariciones del Operativo Antijesuita porque Virginia era alfabetizadora en el Barrio San Martín. A Llorens lo habría conocido, según el testigo, por el trabajo de su madre en la Escuela República de Cuba, que inicialmente era un galpón.

La joven se había recibido de maestra en 1972 o 1973. Trabajaba al momento de los hechos en la Escuela Serú, de Luzuriaga, donde acababa de titularizar su cargo. Además, estudiaba periodismo en la Escuela Superior de Comunicación Colectiva. Carlos recuerda que un día que fue a buscarla se acercó con un poncho y le dijo que se quedaba porque habían tomado la institución. Su hermano asegura que tenía militancia partidaria, pero no conversaban sobre las organizaciones.

Carlos Suárez
Carlos Suárez

Antes de su desaparición, un policía pidió el documento de Virginia y dijo: “estás pedida”, pero ella y su hermano relativizaron las palabras: “No sabíamos que la represión iba a ser así”, explicó.

El 13 de mayo por la madrugada ingresaron por los techos a la casa de la familia, en calle Barraquero de Godoy Cruz. Rompieron el protón, vendaron a Carlos y a su madre y se llevaron a Virginia de su habitación en camisón. El testigo logró ver a unas cinco personas con pelucas y armas grandes, “Itacas o fusiles”. Oyeron que Virginia se resistía: “Gritaba, no pedía que la soltaran, lo ordenaba”, recordó. La calle era angosta y de tierra y un vecino, Américo Giunta, observó el episodio. Alguien del Ejército le dijo que entrara. Calló esta información mucho tiempo por miedo.

Se llevaron también una máquina de escribir, un proyector de diapositivas de la escuela de su madre y el dinero que había. Cuando se retiraron vieron la marca de huella de borcego con la “E” de Ejército. A los días, personal de esta fuerza se presentó en un camión con soldados uniformados y entró al domicilio para revisar el ropero de la joven secuestrada. Controlaron hasta los ruedos de las prendas. Tiempo después, cuando la familia movió el mueble, cayó un “bono” del ERP que debía estar oculto.

Luego de la conmoción, María Haydeé Moreno emprendió la búsqueda de su hija. Cuando se enteraban de otro secuestro, ella y Carlos se entrevistaban con las familias. El testigo mencionó los casos de Granic y Campos. Así iban conociendo la actividad política de Virginia.

Armaron dos habeas corpus. Las familias de personas desaparecidas comenzaron a reunirse en la iglesia de la Carrodilla los días de misa. Ahí compartían las novedades y buscaban conexiones. Sin embargo, un sacerdote de apellido Plaza las echó porque “no se podía hacer reuniones” y se trasladaron a Castelmonte, donde había un cura francés. Recuerda que en el grupo eran casi todas mujeres, menos el padre de “los chicos Talquenca”.

La familia Suárez-Moreno también sufrió persecución: tenían los teléfonos intervenidos y Ángel Bustelo les recomendó que extremaran los cuidados al trasladarse, nunca volviendo por el mismo camino. A Carlos lo citaron al edificio del Ejército en calle 9 de Julio, retuvieron su documento y lo dejaron varias horas en un salón.

En cuanto a las amistades de Virginia, Carlos nombró a Daniel Moyano, Alicia Rodríguez, Eugenio París, Vilma Rúpolo y “gente de Chile o Perú”. También señaló que durante unos meses su hermana había vivido en una casa de la calle Clark con más estudiantes. Refirió que la joven salía con “un tal Hugo”, amigo de Ricardo Mur, que era compañero de periodismo. Luego del secuestro no apareció más por la vivienda familiar, aunque trataron de contactarlo.

Sala del Tribunal Oral Federal 1

En esas reuniones de familiares se confeccionó una lista con las víctimas, que eran cerca de doce: figuraba nombre y fecha de secuestro. Su madre la había llevado ante al cardenal Primatesta en Córdoba. “La Iglesia por doce personas no puede hacer nada”, le habría dicho, provocando una profunda decepción en Haydeé Moreno, que era muy católica.

Por último, la fiscalía preguntó por Vivian Acquaviva. El testigo refirió que había escuchado su declaración en un tribunal. En esa ocasión, la mujer contó que vio a Virginia por última vez, muy maltrecha, cuando las fuerzas represivas las trasladaban a ambas en un vehículo.

Los Campamentos Universitarios de Trabajo y la familia Llorens

María del Carmen Llorens es sobrina de José María, “Macuca” Llorens y fue de las primeras participantes de los CUT. Un verano de 1964 el sacerdote citó a un grupo de jóvenes de entre 22 y 24 años, en su mayoría estudiantes universitarios. Asistieron algunos sobrinos y sobrinas del propio Llorens: “Nos acercamos al proceso del barrio San Martín, que ya era un barrio con cooperativa organizada y construcción de vivienda. Todo lo que implicaba una vida más digna”, relató.

María del Carmen Llorens

Fue un verano de mucho aprendizaje. El trabajo era ir al barrio y hacer “a la par de la gente”: “No íbamos a enseñar”, sostuvo la testigo. Algunas personas se quedaban en las casas de los y las vecinas, otras dormían en la escuela. “Nos golpeó muy fuerte, no conocíamos la situación en la que vivía una parte del país. Teníamos otras comodidades”, explicó. “El barrio nos recibió con mucha alegría y solidaridad, compartíamos fogones”.  Asistió gente de distintos puntos del país: Mendoza, Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba. Eran treinta.

Precisamente, el cura se fue a vivir al barrio en el 64, después de ese famoso campamento. Su sobrina cuenta que le trajo complicaciones con la Compañía de Jesús. “Nunca lo nombraron párroco, recién en el 84, cuando muere”, explicó.

“Quedamos con la idea de hacer otro campamento para conocer la realidad del país, sumándonos al trabajo colectivo donde hubiera”. La segunda vez, en 1965, también fue en Mendoza. Pero entonces participaron más de cien campamenteros y campamenteras. Esta vez fue “mucho más rico” porque la cooperativa estaba más organizada. Se trabajó sobre todo en la construcción, con la fábrica de bloques, pero también en cosecha de tomate. María Llorens rescata el trabajo colectivo: “Macuca nos tiraba la pelota para la cancha nuestra: había que organizarse. Fue un gran aprendizaje la autonomía”.

Quienes participaban de uno de los encuentros debían organizar los siguientes, “iba pasando de mano en mano”. El último se realizó en 1972. Se había complicado “por la inseguridad y cierta represión”. La testigo refirió que “Macuca” fue “muy audaz”, pero no era prudente continuar los campamentos en esa condición.

Sobre el impacto de la experiencia de los CUT, la testigo relató: “A mí me detienen en el 74 por vivir en una villa en Santa Fe, con el padre Catena, amigo de Llorens”. Querían organizar la guardería del barrio y el loteo. “A muchos compañeros nos pasó, la toma de conciencia sobre las desigualdades nos llevó a tener un compromiso consecuente”.

Esos años, antes y durante la dictadura, había muchos problemas para conectarse con el sacerdote. Su sobrina explica que, no obstante, la visitó varias veces estando detenida, a ella y a sus otros sobrinos. También se comunicaban por carta. Así se fue enterando de lo que pasaba en el barrio: habían colocado una bomba, a “Macuca” lo habían secuestrado brevemente. María comentó que “vivía ese periodo tan difícil y peligroso con el padre Herrera”, su colaborador. Pero era muy reservado con cosas que no se podían hablar libremente, menos con una persona en prisión y en situación de peligro.

La testigo oyó que hubo detenidas y detenidos que trabajaban en el barrio. A Llorens “le dolía fuertemente”. Dijo que el sacerdote apoyó con mucha prudencia a las familias. A diez años de su muerte, en 1994, integrantes de los CUT se reunieron en Mendoza. Fueron tres días de jornadas en los cuales setenta u ochenta campamenteros y campamenteras durmieron en la escuela. En esa ocasión armaron una lista con las más de cincuenta personas desaparecidas o asesinadas vinculadas a los campamentos. Los CUT habían sido “una marca, una toma de consciencia que llevó a muchos a comprometerse en las organizaciones armadas u otros espacios de compromiso social”. Después, en los noventa siguieron haciendo experiencias en la sede del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), con comunidades mapuches en el sur, en asentamientos, etc.

La pedagogía de la práctica

Mercedes Gagneten fue la última en prestar testimonio. Fue citada por la fiscalía porque fue compañera del cura “Macuca” Llorens durante mucho tiempo: “Conozco prácticamente toda su vida”, aseguró. Sus palabras reconocieron permanentemente el aporte de Llorens a la sociedad.

Mercedes Gagneten

Es doctora en Filosofía y directora de diversos proyectos, como también presidenta de la Fundación Equipo de Producción y Construcción Alternativa (EPyCA). Desde esa organización publicaron en 2012 “Prácticas Estratégicas fundantes de una metodología liberadora. La gesta de Macuca y los Campamentos Universitarios de Trabajo”.

La testigo rememoró la humanidad de Llorens: “Toda una vida desarrollada en base al pensamiento, al sentimiento y al enorme compromiso (…) El padre Llorens ha sido mi mejor maestro”, afirmó Gagneten.

Tuvo su primer contacto con el sacerdote a principios de la década del 60 y fue coordinadora de los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT) desde sus comienzos, en 1963. Participó en Mendoza, en Santa Fe y en Neuquén, hasta su suspensión por el aumento de la persecución contra sectores sociales y políticos. En memoria de Llorens, se retomaron los CUT en 2011, cuando Gagneten era presidenta de la Fundación EPyCA.

Mercedes Gagneten detalló que los CUT tenían un solo método de trabajo que consistía en “ir a vivir en medio del dolor”, en lugares con realidades complicadas que les hacían “repensar la vida”. Así, a través de “la pedagogía de la práctica”, estudiantes de todo el país aprendían más que solo contenidos académicos en “la universidad del dolor”. En los CUT no había política partidaria ni insinuaciones para volcarse a la lucha armada.

La fiscal Santoni le preguntó si tuvo conocimientos de ataques, persecuciones o detenciones en la época de la dictadura. “No había nadie que viviendo en el país no lo supiera”, aseguró la testigo. Dos o tres meses antes de su muerte en 1984, “Macuca” la llamó y ella fue a acompañarlo. En esos días que estuvo con él, no le pudo entender nada de lo que decía, “hablaba para adentro”, pero entendió el drama que vivía por su familia y cómo lo lamentaba.

Se refería a Sebastián y Pablo, ambos secuestrados y desaparecidos, y a la detención de Manuel, Teresita Fátima y María del Carmen. Esta preocupación, contó Gagneten, la vivía con sus sobrinos y sobrinas pero también con la gente que él cuidaba.

El cura Llorens “tuvo una ternura excepcional y una osadía también excepcional” a pesar de que ciertos sectores de la sociedad lo rechazaban y no comprendían su modo de vida. “Entiendo que hayan querido que no hubiera existido”, lamentó Gagneten, pero reafirmó los planteos profundos que Llorens se hacía sobre la vida y la organización social. “Para aquellos que quieran otra vida, sepan que hay un maestro”, concluyó.

La fiscalía solicitó incorporar como prueba a esta causa el documental El Padre Llorens y su obra, de Romina Bertussi. Las partes prestaron conformidad.

La próxima audiencia será el 30 de octubre a las 9.30

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.