La audiencia continuó con la lectura del requerimiento, interrumpido por problemas técnicos, dos semanas atrás. Se trataron casos contra la Fuerza Aérea y también operativos conjuntos con otras fuerzas, como es el caso de mayo de 1976.
Daniel Rodríguez Infante, en nombre de la Fiscalía, hizo el pedido de sumar a Guillermo Campanille a la acusación. El hombre estaba prófugo desde el 2014 y fue detenido en diciembre del año pasado en Córdoba. Su imputación no había sido parte de la elevación a juicio aunque los 12 casos por los que debe responder ya integran el debate. El pedido oral se había informado por escrito y las defensas habían acordado. Campanille deberá presenciar la próxima audiencia e identificarse.
Detenciones en Campo Las Lajas
En el sexto juicio de lesa humanidad de la Provincia, desarrollado entre octubre de 2016 y septiembre de 2018, no llegaron a sentencia las causas de quienes pasaron por el CCD Las Lajas, salvo la de Mauricio López. En el debate de hoy se retomaron esos hechos, desarrollados con profundidad anteriormente, y cuyos alegatos fueron el 18 de mayo del 2018.
Emilio Luque Bracchi tenía 20 años, estudió en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL). Allí compartía la pensión con el militante peronista Sandro Santana Alcaraz, con quien él liga su secuestro. Luego de ser expulsados de la universidad, Emilio volvió a Mendoza el 28 de octubre de 1976. Horas después se lo llevaron detenido y, aunque se encontraba imposibilitado de ver, pudo identificar con precisión el camino de tierra y el arribo a Las Lajas.
Horacio Oscar Ferraris tenía 24 años y militaba en la Juventud Peronista. Vivía en San Luis, lugar desde donde fue secuestrado el 24 de junio de 1977. Por declaraciones judiciales y extrajudiciales suyas se puede acreditar la fecha y su destino. Inmediatamente fue trasladado al campo Las Lajas en Mendoza. Estuvo allí hasta agosto de ese año.
El testimonio de Ferraris resulta fundamental para el reconocimiento de Las Lajas, tanto para su descripción física como para su reconstrucción como centro clandestino de detención. Según su descripción, para llegar había que transitar un camino de tierra y atravesar una tranquera. En un primer momento fue introducido en una carpa donde lo torturaron salvajemente un día entero. Luego, estuvo una semana en un lugar similar, pero más grande, también con piso de tierra. Finalmente, lo llevaron a una construcción de chapa donde compartió cautiverio con tres hombres más: uno que no recuerda, otro con la pierna enyesada a causa de una herida de bala y uno mayor que le dijo ser rector de la UNSL. Si bien no pudo identificar al primero, fueron tan elocuentes las descripciones de Ferraris que, aun en ausencia de prueba documental, se pudo afirmar que los otros dos eran Osvaldo Zuin y Mauricio Amílcar López, respectivamente.
Ferraris presentó una denuncia en 2004 y, en instrucción, elaboró un croquis de Las Lajas. Nadie había concurrido al lugar hasta ese momento. El juez dispuso la inspección y el dibujo elaborado en esa ocasión coincidió sustancialmente con el del testigo. El relato del soldado Ruggeri, quien guió en ese momento, ratificó las menciones del denunciante.
Mauricio Amílcar López tenía 58 años de edad cuando fue secuestrado el 1 de enero de 1977. Su sobrino vio, desde el techo, cómo se lo llevaban, en un Ford Falcon, guardias y personas con traje militar. López era un intelectual reconocido, había integrado el Consejo Mundial de Iglesias y fue el primer rector de la UNSL.
Una carta manuscrita por la víctima, según reconocieron sus familiares, despachada desde Chile el 4 de enero de 1977, menciona que estaba ausente pero bien tratado y alimentado. Como remitente figuraba la sigla AADAL (Asociación Anticomunista de América Latina).
Por el relato de Ferraris quedó en evidencia que Mauricio López y Osvaldo Zuin estaban en la casa de chapa cuando él arribó. Ellos no tenían vendas en los ojos, circulaban por el lugar y lo conocían bastante bien. Además, cuidaban de él y preparaban la comida y el café de quienes los custodiaban.
Son múltiples los testimonios que pueden acreditar el secuestro e itinerario de detención de Héctor Osvaldo Zuin. La víctima se fue de Mendoza a fines del 76 o principios del 77 y, en enero de ese año, se vio con María Celeste Seydell en Córdoba. Le pidió a su compañera contactarse con la organización. Zuin huía de la persecución contra el PRT desatada en mayo de 1976. El domicilio de su familia en Maipú había sido allanado y él se refugió en otras casas. Vivía con Blanca Graciela Santamaría cuando se la llevaron de su domicilio, pero él logró escapar.
Teresa Meschiatti declaró haber visto a “Horacio”, como le decían, en el centro de detención La Perla en mayo del ‘77. Contó que era un exseminarista y estaba herido de bala en una pierna. Sin embargo estaba contento porque sabía que lo trasladarían a su provincia. Por las características físicas y las circunstancias que contó Ferraris, Osvaldo Zuin fue parte del grupo de cuatro hombres que estuvieron alojados en esa construcción de chapa en Las Lajas aunque no se sabe cuándo ingresó.
El episodio referido por Flores Tejada parece referirse también a la misma víctima. El exconscripto declaró haber visto descender de un avión a Carelli, Santa María y un grupo de personas que parecían estar detenidas. Entre ellas, alguien en camilla y con algo que lo cubría.
María del Carmen Marín vivía en Buenos Aires y estudiaba Bellas Artes. Militaba en la Juventud Peronista y en Montoneros. Cuando vino a Mendoza la visitaron tres personas del sur que no pudieron dar con ella, aparentemente, eran compañeros. El 27 de julio llegó un compañero de Buenos Aires apodado “tucumano” que le dijo a la madre de María del Carmen que tenía una pastilla de cianuro para su hija por si eran capturados. El chico era Juan Ramón Fernández. Ella y Fernández salieron a tomar un café y no volvieron más. Horas más tarde, alrededor de las 6 de la mañana, fueron a buscar a Carlos Marín, su padre, quien vivía con su hermana. Le preguntaron por su hija y lo secuestraron.
Nuevamente, fue Horacio Ferraris quien esclareció el operativo. Una noche a fines de julio trajeron a Las Lajas a una pareja. El joven fue atado a un mástil y salvajemente torturado. La mujer, para evitar esa suerte, tomó una pastilla de cianuro y se suicidó. Los perpetradores la patearon después de muerta con bronca por no haber podido torturarla. Los efectivos salieron y volvieron horas más tarde con el padre de la chica. Desde ese momento no se tuvo más noticias sobre Carlos y María del Carmen Marín. Juan Ramón Fernández, en cambio, fue trasladado con Ferraris en un avión. Este último fue dejado en Córdoba y el primero siguió viaje.
Ricardo Cabello, un sobreviviente de El Vesubio, declaró haber visto a Fernández en ese centro clandestino. El Tucumano le relató su detención en la estación de Mendoza, con una compañera “rubiecita”.
Mario Eduardo Venditti, de 19 años, militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y vivía en Alpatacal y España de Guaymallén. En su época de estudiante secundario había participado de la lucha por el medio boleto estudiantil en la Escuela Agustín Álvarez, de donde fue expulsado en el año 1975. En 1977 comenzó el servicio militar obligatorio en la IV Brigada Aérea con tareas de limpieza. Quiso rendir el examen de ingreso para la Escuela de Suboficiales de la Aeronáutica y viajó a Buenos Aires. Aunque aseguró haberlo aprobado, las autoridades le habrían negado la incorporación debido a sus ideas políticas.
Regresó por su cuenta a Mendoza y se reincorporó a la IV Brigada. Fue detenido en julio de 1977 cuando volvía de noche a su domicilio. Vecinos y vecinas confirmaron que se trató de un gran operativo militar con personas uniformadas. Venditti declaró haber sido trasladado por un camino pedregoso hasta una casa, “en el medio de la nada”, con un farol grande en la entrada. Había tres colchones y se oían aviones, detonaciones, radio y gente. Dijo haber compartido cautiverio con Talquenca, de unos 23 años, que estaba “chupado” porque era sindicalista. En ese lugar fue torturado por el suboficial Carmona, de la Fuerza Aérea. Lo acusaba de robar una radio de la Brigada. También mencionó la presencia de “colimbas” del COIN, grupo de choque integrado por “los más brutos de todos” que hacían operativos en camionetas, entre ellos Pigliónico.
Venditti estuvo detenido cuatro meses en un lugar que identificó como Las Lajas. Luego lo interrogaron en un edificio de calle Alberdi y Godoy Cruz de San José. Reconoció entre los interrogadores a “Santamarina” y “Monjo”, integrantes de la Regional Oeste de Inteligencia y éste último de la Justicia Militar. Posteriormente, fue alojado en los calabozos del puesto B de la IV Brigada. Allí, el suboficial Scafidi lo obligaba a cebarle mate y Monjo ordenaba que le arrojaran agua y que no le dieran comida. Desde este CCD pudo observar las camionetas que entraban y salían.
A fines de diciembre fue trasladado en avión hasta el Palomar, en Buenos Aires, donde estuvo detenido hasta 1979 por hurto. Cuando regresó a la provincia fue detenido nuevamente y conducido al puesto A de la Brigada. Permaneció un mes hasta que corroboraron que había cumplido su condena. El testigo identificó a Monjo, Santa María y Radichetti como parte del aparato de inteligencia de esta fuerza.
Inteligencia y megaoperativos conjuntos de la Fuerza Aérea
El operativo de mayo de 1976 consistió en una serie de procedimientos nocturnos y violentos contra militantes del PRT entre el 12 y el 17 de ese mes. En seis días secuestraron a 20 personas, de las cuales ocho están desaparecidas. Los hechos contra la Juventud Guevarista han sido abordados en debates anteriores y se pueden repasar en sus correspondientes crónicas, como la del 17 de mayo de 2018. Las víctimas fueron sometidas a Consejos de Guerra en el Comando de la VIII Brigada de Infantería de Montaña. Los juzgaron y condenaron por su accionar considerado subversivo.
Aquí se evidencia el actuar conjunto de diversas fuerzas y la intensa labor de todas las Inteligencias, comandadas por el Destacamento 144 y conjugadas en la Comunidad Informativa. Distintas pistas advierten el trabajo de inteligencia: recolección de información, seguimientos, conocimiento de movimientos de las víctimas, detenciones, interrogatorios bajo tortura. Otro detalle que muestra la existencia de las tareas de inteligencia es que había personas buscadas por “subversivas” que luego de su secuestro dejaron de ser solicitadas por las fuerzas.
Víctor Sabatini se desempeñaba como inspector laboral en la división regional del Ministerio de Trabajo. Tenía 33 años cuando ocho personas, algunas uniformadas y otras de civil, lo secuestraron de su domicilio, el 12 de mayo de 1976. Fue introducido en un vehículo junto con Daniel Moyano. En el camino sufrieron un simulacro de fusilamiento. El destino era el D2. Su detención continuó en la penitenciaría y en la Unidad 9 de La Plata. Fue liberado en democracia, el 26 de abril de 1984.
Jorge Daniel Moyano estudiaba en la Escuela de Comunicación Colectiva. Vivía para la fecha de su secuestro en el Barrio Santa Ana, con el matrimonio Sabattini-Allegrini. Fueron secuestrados el mismo día y al menos ocho testimonios acreditan su secuestro y paso por el D2. El más elocuente y preciso es el de Edith Arito, quien afirmó haberlo visto muy golpeado, tiritando por la picana. Daniel Moyano continúa desaparecido.
Nélida Lucía Allegrini era docente y se la llevaron después que a su marido y su amigo. Esperaron que llegara su suegro, Valentín Sabattini, le hicieron firmar la custodia de sus hijos, dejaron a todos en la casa del hombre y la trasladaron al D2. En un ascensor fue llevada hasta un lugar de torturas donde recibió golpes en todo su cuerpo.
Liliana Tognetti, Silvia Schwartzman y Graciela Leda fueron secuestradas el 13 de mayo de 1976 y trasladadas al D2. Diversas actas y testimonios dan cuenta de sus estadías en ese centro clandestino y la trayectoria de sus detenciones.
Las supuestas declaraciones de Silvia en el D2 y en Consejo de Guerra consistieron en autoincriminarse. Graciela declaró en varias oportunidades que fue secuestrada por efectivos de la policía de Mendoza, de civil y armados. Estas cuatro mujeres, Allegrini, Tognetti, Schwartzman y Leda, fueron llevadas a la penitenciaría provincial luego de ser condenadas en el Consejo de Guerra, en julio de ese año. A partir de septiembre, cumplieron su condena en la cárcel de Villa Devoto.
Virginia Adela Suárez, “Vivi”, también era estudiante de la Escuela Superior de Comunicación Colectiva y responsable de la Juventud Guevarista. Trabajaba como maestra en la Escuela Serú y colaboraba con el Padre Llorens. Según Eugenio París, Virginia sabía que estaban siendo vigilados y temía por el grupo.
Fue detenida el 13 de mayo por la madrugada, en su domicilio de calle Barraquero, Godoy Cruz, en presencia de su hermano Carlos y su madre María Hilda Moreno. La familia había notado con anterioridad que la vivienda era espiada. En el operativo intervinieron cerca de veinte efectivos de civil, quienes ingresaron por los techos con armas y pelucas. Interrogaron a Virginia sobre Vilma Rúpulo, otra integrante del PRT, posteriormente detenida, y se llevaron a la joven en pijama. También, robaron objetos de valor.
Días más tarde se presentaron en el domicilio policías de la Comisaría Séptima y preguntaron a la madre si había realizado alguna denuncia. Como la respuesta fue negativa, la mujer fue conducida a esta dependencia a efectuarla. Luego, se presentó ante el Comando de la VIII Brigada de Infantería de Montaña, donde reconoció el nombre de Virginia en una lista con otras víctimas del operativo. Interpuso tres habeas corpus a su favor. Un año más tarde, en noviembre de 1977, personal de la VIII Brigada se presentó en su vivienda y solicitó fotos de la joven que supuestamente “estaba detenida”.
La última persona en ver a Virginia con vida fue Vivian Acquaviva, hermana de Raúl, detenida en octubre de 1976 e introducida en un Peugeot donde también se encontraba Suárez, “muy demacrada”. Pudieron conversar brevemente antes de ser golpeadas. Vivian estuvo detenida en el CCD Las Lajas. Virginia Suárez continúa desaparecida.
Eugenio “Keno” París tenía 20 años cuando fue detenido, el 13 de mayo del 76, de su trabajo en el bar Bull & Bush, de calle Vicente Zapata. Vivian Acquaviva vio cómo se lo llevaban en un Peugeot de color rojo. Atado y encapuchado fue llevado al D2, lo sometieron a golpes, torturas y testimonió haber limpiado la celda de un hombre que murió en ese lugar, de quien luego supo su nombre: Rosario Aníbal Torres. Después de un largo recorrido por distintas cárceles, fue liberado años después.
Raúl Eduardo Acquaviva fue secuestrado desde su casa por personas que lo esperaron hasta que arribó y se lo llevaron en un auto Fiat 125 blanco, el mismo en el que Vivian había intentado seguir con un amigo a Eugenio París. Raúl mencionó a algunos torturadores y aseguró que el operativo en el que lo detuvieron estaba comandado por Oyarzábal. Su familia supo que estaba en el D2, a fines de mayo de 1976, cuando la madre llevó ropa y se la recibieron para que se cambiara.
El desarrollo de los casos continuará el 31 de mayo a las 9:30.