31-3-2021 | Margarita Tapia relató los dos secuestros que sufrieron ella y su esposo, Aldo Capurro. En ambas ocasiones la pareja fue conducida inicialmente a la Comisaría 16 de Las Heras. La testigo de 82 años respondió con firmeza los cuestionamientos de los abogados defensores. El caso compromete a la IV Brigada Aérea. La próxima audiencia será el viernes 16 de abril a las 9:30.
Desde su domicilio y con apoyo del equipo interdisciplinario de acompañamiento declaró Margarita Tapia. La mujer militó junto a su esposo en el Partido Comunista Argentino y fue detenida por primera vez en 1976. Dos años después, cuando se desarrollaba el mundial de fútbol, el matrimonio fue nuevamente secuestrado.
Doble detención
Margarita y su familia vivían en Las Heras en un pasaje de la calle Sáez Peña. El suyo era el último departamento, donde funcionaba también una peluquería. El 29 de marzo de 1976, mientras atendía, la testigo se encontró con el pasillo “verde de militares”. Unas veinte personas entraron sin pedir permiso y se llevaron a Aldo esposado y vendado en un camión del Ejército con barandas bajas, según relataron en el barrio. El operativo rodeó toda la manzana. Se decía que estaban “sacando a un extremista”. Algunos de los captores vestían de civil, con camisa blanca. Uno de ellos le dijo que fuera a preguntar a la Comisaría 16.
Esa misma tarde la testigo se presentó en la seccional con su madre y sus hijos, pero únicamente le permitieron ingresar a ella. Esperó varias horas sin que le dieran respuestas. Cuando anocheció, pidió permiso para hablar con su familia, que la esperaba en la plaza de enfrente, pero se lo negaron. Así se enteró de que también estaba detenida. Le sacaron sus aros y anillos y la condujeron a un gran patio, de unos doscientos metros, donde había otras cincuenta personas contra la pared. Tapia declaró haber padecido insultos y maltratos durante su permanencia en la dependencia policial. A su madre le respondían constantemente que no estaba allí.
Luego de una semana, una noche le otorgaron la libertad condicional: estaba obligada a permanecer en su casa y a pedir permiso en la comisaría para moverse. Era tal la desconfianza de Margarita que solicitó quedarse hasta la mañana siguiente por miedo a que le sucediera algo en el camino, pero otra detenida que recuperaba la libertad ofreció llevarla a su domicilio. Supo después que Aldo fue trasladado a la IV Brigada Aérea. Estuvo un mes cautivo en una sala de cine, custodiado por personal de la banda de música. Lo liberaron recién en mayo.
Cuando se desarrollaba el mundial de fútbol, el 2 de mayo de 1978 detuvieron a la pareja por segunda vez. En esa ocasión permanecieron un mes en la Comisaría 16, luego pasaron brevemente por el Departamento de Informaciones (D2) de la Policía y finalmente ingresaron a la Penitenciaría. Recuperaron su libertad desde el comando —calle 9 de julio— un año más tarde. Les dijeron entonces que todo había sido para averiguar antecedentes.
El cautiverio en la Seccional 16
Sobre el régimen de la Comisaría 16, Margarita precisó que pasaban el día en el patio. Durante la noche las mujeres —cuatro o cinco además de ella— eran llevadas a la cocina. Cuando llegaban “los represores” las ubicaban debajo de una mesa que cubrían con frazadas. Tapia explicó que de noche los policías no tenían “ni voz ni voto”: “Los que mandaban eran del Ejército o de la IV Brigada”. Además de oír las órdenes que emitían a los gritos, abriendo un espacio entre las frazadas logró ver las botas color marrón aguindado que reconocía como parte del uniforme de la Fuerza Aérea.
A las detenidas las amenazaban con la muerte de sus hijos e hijas. Sufrieron “tortura psicológica”, en palabras de la testigo. También las apuntaban en la cabeza. Tapia recordó a una mujer que fue muy interrogada: le preguntaban por armas y ella hablaba de sus muñecas. Por la mañana constataron que había recibido inyecciones debido a los pinchazos y moretones de los brazos. Tenía además marcas de golpes en el rostro.
El fiscal auxiliar Daniel Rodríguez Infante consultó por otras personas detenidas junto a ella y su esposo. Margarita mencionó a algunos compañeros del Partido Comunista: en la Seccional 16 vio a la familia Alliendes —padre, madre, hijo e hija—. Los dos varones pasaron luego a la IV Brigada Aérea con Aldo. También allí se encontraron con Raúl Herrera, Roberto Larrea y Tassin. La testigo refirió que en democracia pudieron visitar la IV Brigada junto a un periodista de la Universidad Nacional de Cuyo que investigaba los lugares de detención de la provincia. Los “militares nuevos” desconocían que hubiera existido una sala de cine, pero el escenario y los huecos para los proyectores en el techo lo confirmaban.
Allanamiento previo
A pedido del fiscal, la testigo recordó un episodio previo a la detención de 1976. El día anterior al secuestro de Aldo, Margarita y su familia visitaron a su madre y debieron quedarse a dormir allí porque ya regía el toque de queda. Cuando regresaron a su hogar se enteraron por los vecinos de que había sido allanado. El procedimiento comenzó a la tarde y se extendió hasta la mañana siguiente. Encontraron techos, pisos y cocina rotos. Los toallones y cerámicos del baño estaban manchados con materia fecal y la ropa pisoteada.
Cuando Pedro Despouy —defensor de Agüero de la Fuerza Aérea— se dirigió a la testigo, quiso saber qué habrían estado buscando en su casa. “Armas. Calculo que armas. Porque los comunistas siempre fuimos los guerrilleros”, respondió Tapia con ironía. No obstante, lo que incautaron fue “una camionada de libros”. Precisamente, cuando el comisario de la Seccional 16 la interrogó en su oficina —donde actualmente funciona la fiscalía— sobre las detenciones, Margarita habló de los libros: “Esas son nuestras armas”. El abogado insistió en su propósito y preguntó si conocía a “guerrilleros con armas”. “No, al Ejército no más”, sentenció Tapia.
Que se respete la ley de víctimas
Además de Despouy, otros abogados defensores interrogaron a la testigo-víctima una y otra vez sobre los mismos puntos de su relato. No casualmente fueron aquellos detalles que incriminan fundamentalmente a la Aeronáutica o la Seccional 16, a las que pertenecieron sus clientes. A pesar de sus 82 años, Margarita respondió con seguridad y sin dejarse intimidar.
Carlos Benavidez, abogado particular del ex vice comodoro Santa María, sugirió que la declaración de la testigo estaba inducida por alguien y presionó para que mostrara una pizarra en la que Tapia había mencionado tener fechas anotadas como ayuda memoria. La oportuna intervención del presidente del tribunal despejó las sospechas. Leonardo Pérez Videla, Eduardo San Emeterio, Ariel Civit y Juan Yoma también realizaron preguntas incisivas sobre la descripción del uniforme y las botas que vio la testigo en la comisaría durante su reclusión. Margarita explicó reiteradamente que conocía la vestimenta de cada fuerza por haber asistido a desfiles militares: “Si dije colores era porque sabía”, argumentó.
A raíz del tono agresivo de las defensas, el Ministerio Público Fiscal solicitó al tribunal que las partes se ciñeran a la ley de víctimas, que ordena tener ciertos cuidados en el trato. Fundamentalmente, evitar que las personas convocadas a declarar se sientan obligadas a dar explicaciones. Rodríguez Infante destacó que el presidente Carelli había manejado de forma correcta la situación. Agregó que Tapia ya había declarado en instrucción y su relato actual era coincidente con aquel. Los defensores aprovecharon para cuestionar una vez más el carácter remoto del juicio. El tribunal acordó solicitar mayor intervención del equipo de acompañamiento para explicar a los y las testigos que no asisten a la sala la naturaleza de la instancia testimonial.
La próxima audiencia será el 16 abril a las 9:30.