Antes de convocar al primer testigo, el abogado particular del excomodoro Jorge Alberto López, Eduardo San Emeterio, solicitó que al imputado se le realizaran exámenes para comprobar su estado de salud mental. La fiscalía adhirió y pidió la intervención del Cuerpo Médico Forense.
Eduardo Blejman, convocado por la fiscalía, ya se encontraba en sala para comenzar cuando el abogado Carlos Benavídez —que representa a Carlos Santa María, también de la Fuerza Aérea— expresó mediante la plataforma virtual su deseo de asistir personalmente a la declaración. El tribunal esperó a que se trasladara al edifico para proceder con la audiencia. Desde ese momento y a lo largo de toda la jornada algunos de los defensores se condujeron de forma contraria a lo que establece la ley de víctimas, que busca preservar a las personas afectadas y sus familias en las instancias judiciales, como advirtió el fiscal Daniel Rodríguez Infante. También recordó que durante las declaraciones testimoniales las defensas pueden preguntar, pero no comentar o hacer valoraciones sobre lo manifestado por los y las testigos. El momento correcto para eso, explicó, es el alegato. Pese a las advertencias de Alberto Carelli, presidente del tribunal, San Emeterio insistió con sus apreciaciones. En una de las tantas intervenciones inapropiadas, Carelli destacó que lo principal era cuidar a la persona que testimoniaba y eso incluía no incomodar con la orientación del interrogatorio. También exhortó a Benavídez a controlar sus expresiones.
Tanto este último como Ariel Civit, su par de la defensa, aprovecharon para demandar mayor presencialidad en el debate. El argumento principal fue que las personas llamadas a testimoniar seguramente ya estarían vacunadas. Más allá de los correctos protocolos que el tribunal dispuso para la sala de audiencias, Rodríguez Infante respondió que la posición de la fiscalía era contraria: “Que se potencie la presencialidad en el momento en que se están disponiendo mayores restricciones no es conveniente”.
La familia Blejman: una historia de persecución
“He esperado cuarenta años para hacer esta declaración”: así comenzó su relato Marcos Eduardo Blejman. Los hechos que vivió él y sus parientes no se analizan en este debate, como indicó la fiscalía, pero sí dan contexto a otras causas. El testigo refirió que su familia estuvo históricamente vinculada a las luchas populares, desde los antepasados europeos que sufrieron sometimiento por motivos religiosos, hasta la represión de la “década infame”. Al momento de los hechos, parte del grupo familiar integraba el Partido Comunista (PC).
En septiembre de 1978, Luis Enrique, el menor de los hermanos, cumpía el servicio militar en la Fuerza Aérea, Base El Plumerillo, pero no regresó a su hogar durante uno de los francos. Su madre, entonces, “lo fue a reclamar varias veces”. En una ocasión, se entrevistó con una autoridad de apellido Carelli. Inicialmente, la Fuerza Aérea no reconocía que Luis estaba allí, pero la mujer esperó hasta que le confirmaron su presencia en las instalaciones.
Según Eduardo, era a él y a Susana a quienes buscaban: “Yo era secretario de la Federación Juvenil y miembro del secretariado del PC. Mi madre y mi padre eran miembros del Comité Provincial. Mi hermana Susana también dirigente de la Juventud Comunista”, explicó. A Luis, que estuvo detenido en la base, le exigían que dijera dónde se encontraban sus hermanos. Fue sometido a tortura y a simulacros de fusilamiento.
En paralelo a la detención del conscripto, los distintos domicilios de la familia Blejman fueron allanados: en Dorrego, de la casa de su padre y su madre, se llevaron “hasta el Billiken”. Eduardo vivía “ilegalmente” en Mitre y Pellegrini. Antes de encontrar la dirección detuvieron a su pareja en el estudio de arquitectura donde trabajaba y la trasladaron al inmueble. “Después supimos que los ataques contra mi familia (…) eran conducidos por un oficial Carelli”, indicó.
En cuanto a los libros robados, luego de reunirse con “el general Saá” y recibir sus disculpas, la familia pudo recuperarlos: “El Ejército tenía bajo su custodia Capital y Guaymallén y la Fuerza Aérea tenía otras zonas. A raíz del hecho de que la Fuerza Aérea intervino en una zona que no le correspondía, devolvieron los libros”, recordó el testigo. También explicó que se produjo una importante movilización de la familia y los organismos de Derechos Humanos para evitar que su hermano fuera desaparecido. Trataban de “blanquear” a Luis. El PC tenía como antecedente la desaparición del “Negrito” Avellaneda.
En la búsqueda, la madre de Eduardo tenía “mucha experiencia”: “Estuvo presa por primera vez en el 50, embarazada de mí. Lo había rescatado a mi padre de una comisaría”, relató. Después de haberse presentado en IV Brigada, la mujer recibió una citación: “La llamaron para decirle que tenían una carta de mi hermano. La trataron de secuestrar, pero se resistió en la calle a los gritos. Eso evitó que fuera de otra manera. La subieron a un auto y le siguieron haciendo preguntas”.
El fiscal consultó si conocía a otras víctimas del PC. Blejman aclaró que vivía en San Juan y solo a fines del 77 había regresado a Mendoza. Nombró a Higinio Vega, que estuvo preso, y a Susana Bermejillo, secuestrada y asesinada.
El testigo concluyó su declaración con un agradecimiento a todas las personas que lo convocaron: “Quiero que quede constancia de la actitud positiva y de búsqueda de la verdad de la fiscalía, del equipo de acompañamiento, del tribunal. E, incluso, la presencia de las defensas, sin las cuales no podría ser posible el juicio”.
Susana Blejman: “Era impresionante el archivo que tenían de la actividad mía”
A continuación, declaró Susana Leonor Blejman, hermana del testigo anterior. Ella era delegada de curso en la Facultad de Antropología Escolar, integrante de la COMAC (Comisión de Maestros Aspirantes a Cargo) en el Sindicato Unido de Trabajadores de la Educación y militante de la Federación Juvenil Comunista, al igual que su marido. Por esta razón sufrieron la expulsión de las facultades a las que asistían y a Susana también la echaron de su trabajo, cuando era maestra suplente en una escuela en Lunlunta, Maipú. En “una situación semilegal”, siguieron militando.
Aseguró que cada integrante de su familia vivió a su manera la violencia de la dictadura. La testigo relató que, en 1978, su hermano menor fue convocado para el servicio militar y lo cumplió en la IV Brigada Aérea. En abril de ese año nació el hijo de Susana, Federico, y en septiembre decidieron con su padre viajar a Buenos Aires para que la familia lo conociera.
En ese momento, las fuerzas allanaron la casa de Susana y su marido, ubicada frente a la vivienda de la familia de él. Para realizar ese operativo cerraron toda la cuadra. Se llevaron todos los libros de la biblioteca, documentación, un anillo de casamiento y hasta una pulsera de oro. Apuntada por un arma de fuego, le preguntaron a su cuñada que vivía en frente, Viviana Brusadin, por el paradero de Susana o su marido.
Cuando él tomó conocimiento del hecho, no regresó a su casa y se comunicó con su esposa para decirle que tampoco lo hiciera. Pero “estábamos realmente desesperados”, recordó la testigo, y volvieron a Mendoza, aunque a otra vivienda. En simultáneo allanaron el domicilio de la madre y el padre de Susana, el de su hermano Eduardo y el de la familia de la esposa de Eduardo. Al parecer, los procedimientos se realizaron a raíz de que al hermano conscripto le encontraron datos sobre su pertenencia a la Juventud Comunista.
“Después me enteré de que, simultáneamente, a mi hermano del servicio militar lo habían metido en un calabozo”, relató. Lo habían hecho ordenar e inventariar todos los libros secuestrados de su familia mientras cargaban un auto con armas y se jactaban de que iban a reunirse con su madre.
Luego de todas estas irrupciones ilegales, la Fuerza Aérea citó a la madre de la testigo a la calle Espejo —quizás 89— con la excusa de que tenían una carta de su hijo que estaba en el servicio militar, cuya vida estaba en riesgo. Estaba sola. La subieron a un auto civil, quizás un Renault 12, lleno de armas y le dieron varias vueltas en el vehículo mientras la interrogaban por las actividades de la familia. Después de todo eso la dejaron ir.
Con posterioridad, la madre pidió ver a su hijo en la IV Brigada Aérea, para saber que estaba bien. “Creo que lo pudo ver de lejos”, sostuvo la testigo, y le comunicaron que Susana debía presentarse en la Brigada porque si no corría riesgo la vida del hermano y de toda la familia. La testigo lamentó: “Fue un momento muy difícil”.
Luego de una larga charla con el abogado del Partido Comunista, Jacinto de la Vega, decidieron que Susana se presentaría en la Aeronáutica mientras su papá y su suegra hablaban con el general Saá del Ejército. “Con mi marido nos despedimos porque no sabíamos en qué iba a terminar todo”, rememoró en su testimonio.
Susana Blejman ingresó por la entrada principal a la IV Brigada Aérea. La recibió Carelli, según se identificó, y se dirigieron a una oficina. “Ahí me encontré con que tenía una carpeta enorme, muy alta, con la historia de mi vida. Con todo lo que había hecho, en todos los lugares donde había participado”. Incluía intervenciones de ella y de su marido en reuniones y asambleas, volantes que habían repartido. “Era impresionante el archivo que tenían de la actividad mía”, subrayó.
La entrevista fue “tranquila”. Duró aproximadamente una hora y, al salir, Carelli le dirigió palabras que ella nunca olvidaría: “Usted tiene un hijo, tenga cuidado, puede pasar cualquier cosa”. Con su cuñada, aquella a la que interrogaron violentamente, compararon fisonomías y coincidieron con que al mando del allanamiento había estado Carelli. De hecho, en la oficina le mencionó cosas que había en su casa.
El trabajo de la inteligencia había sido implacable.
La próxima audiencia es el viernes 14 de mayo a las 9:30.