23-03-2011 | Continúan las audiencias en torno a la causa por la desaparición de Lidia De Marinis. Precisos testimonios de sus hermanos Gustavo e Isabel y el de una amiga cercana, Olga Ballarini, generaron interés para la investigación.
Porque vivía en Buenos Aires y frecuentaba asiduamente a su hermana Lidia, el testimonio de Isabel De Marinis fue amplio acerca de la militancia de la joven desaparecida. Isabel estuvo en contacto con Lidia hasta los días anteriores a su huida hacia Mendoza, debido a que sus compañeros del ERP en Buenos Aires habían sido recientemente desaparecidos.
- Foto: Dora, Lita y Gustavo De Marinis. Cuarto juicio por delitos de lesa humanidad.
Isabel aportó que después de testimoniar en 2.008 ante el juez Bento, recibió una llamada de Elida Gómez, de visita en la casa de una amiga en el Barrio Bombal el 3 de junio de 1.976, fecha del secuestro de Lidia para el cual los represores montaron operativos paralelos en pos de su captura. Uno de esos operativos fue en la casa de Dora, la otra hermana De Marinis, en calle España de ese barrio. Elida dijo a Isabel que durante todo ese día vio rondar a dos vehículos, un Peugeot rojo y uno blanco. El Tribunal apuntó así, una posible citación.
Gustavo De Marinis
A los 15 años, Gustavo De Marinis, actualmente periodista, fue testigo del secuestro de su hermana Lidia en la casa de la familia. Eventuales informaciones que recogió tras sus pasos abren pistas para la investigación.
Despertado de un culatazo en la cabeza al grito de “no mirés pendejo de mierda”, Gustavo comprendió que el terror irrumpía en su familia. Fue la noche del tres de junio de 1.976 cuando el grupo armado que ingresó a la casa, ató y enfundó a sus padres, mientras golpeaban a Lidia y le exigían información sobre Horacio Basterra, su ex pareja. Los secuestradores se fueron diciéndole a la madre “hacete cargo del pendejo”, por Lisandro, el bebé de 5 meses de Lidia. Dos días después Gustavo recibe un llamado telefónico en su trabajo, por el cual una voz masculina les decía (a la familia) que “no se olvidaran de las vacunas de Lisandro”, aquejado por un problema respiratorio. Por esos días Gustavo era vigilado por un policía que reconoce como Justo Guerra, vecino de la familia en San José. Guerra, hoy retirado, es dirigente del fútbol local.
El principal aporte de De Marinis consistió en una información que le dio Ricardo Rébora, por entonces compañero de Gustavo en el Nacional nocturno de Guaymallén y policía, a una semana de la desaparición de Lidia. Rébora le dijo que su hermana estaba prisionera en el D2. En encuentros posteriores, Rébora negó completamente haber aseverado el importante dato. El Tribunal decidió citarlo a declarar y hasta confrontarlo a un careo.
Olga Ballarini
Declaró también Olga Ballarini, amiga personal de Lidia De Marinis. Olga fue compañera de estudios de “Lila” en Córdoba cuando la joven cursaba odontología. Desde 1972 hasta que secuestraron a Lidia, mantuvieron una relación muy cercana aunque sus encuentros en los últimos años fueron casuales y su contacto fue mayormente epistolar.
Olga contó que hubo un cambio marcado en Lidia a partir de su adhesión al PRT, una determinación que tomó viviendo en Buenos Aires, “la vi muy lúcida en cuanto a una lectura crítica de la realidad, con una decisión de protagonizar la historia y no de padecerla”. A mediados del 74 la joven De Marinis y su pareja, Horacio Basterra, llegaron a Mendoza escapando debido a que “estalló” su célula partidaria. En esta ocasión Olga, le conseguiría refugio a Basterra con todo el riesgo que eso significaba. Lo mandó a casa de una familia conocida que paradójicamente tenía entre sus integrantes varios policías. Aquí surge un dato importante: Basterra le contó que por informantes del PRT, sabía que su amigo el oficial Moisés Grigor, “era buena gente” porque se había negado a firmar para integrar la nómina de policías dispuestos a torturar. Ballarini también le salvaría la vida a la pareja de su amiga cuando regresó del monte tucumano en pésimas condiciones de salud.
Durante largo tiempo los contactos con “Lila” fueron casi nulos y recién tuvo noticias en mayo del 76 cuando Dora De Marinis la citó para contarle que a la joven la habían secuestrado las fuerzas de seguridad. A pesar de su cercanía, la casa de Olga Ballarini no fue allanada, sin embargo también fue víctima de persecución: tras el secuestro no cesaron las amenazas telefónicas y su correspondencia fue violada por muchos años incluso en tiempos de democracia, “me entregaban los sobres abiertos y me decían son órdenes de arriba”.
También relató que ayudó a Lidia y a su compañero por respeto a la decisión que habían tomado, por su convicción y disposición, incluso “a perder la vida”. Así recordó Olga Ballarini a su amiga, y agregó que participaba únicamente en la difusión del material de propaganda del PRT.