10-03-2011 | Frida Cappato, compañera de estudios de Silvia Campos, y un vecino, Raúl Alzamora, ofrecieron detalles sobre el secuestro de la joven desaparecida. Los relatos confirman la ferocidad del procedimiento. El policía jubilado Abel González Maldonado brindó un testimonio de dudosa veracidad sobre la causa que investiga la desaparición de los hermanos Talquenca.
Silvia Campos estaba en su casa, compartiendo el cuarto con su compañera de Medicina Frida Cappato. En ese momento llegó la patota a secuestrarla. Ese 14 de mayo del 76 ambas habían rendido y aprobado Farmacología, luego fueron la cine y de allí a la casa de Silvia, según relató la compañera. Ella recordó que el ingreso de las fuerzas a la casa fue por demás violento y confirmó su vestimenta: borceguíes y pantalón de fajina, pero no aportó otros datos porque fue encapuchada con la funda de la almohada. Agregó que no hubo requisa ni llevaron bienes de la casa sino que arrancaron a Silvia de la habitación y se fueron. Entendió que el operativo era inesperado ya que ellas diariamente asistían a cursar al Hospital Central y, al ingresar, les pedían los documentos para cotejarlos con una lista de alumnos que verificaba un retén del Ejército. Nunca habían tenido problemas.
Frida Cappato, hoy médica en San Juan, hizo una elogiosa evocación de Silvia Campos, dijo que era muy linda y definida. «Nunca encontré el motivo de su secuestro”, añadió. No se le conocía militancia, pero aclaró que Silvia creía que los médicos tenían un importante rol a cumplir, era una defensora de la “equidad y la justicia social», dijo. Algo cerca del socialismo.
El vecino escuchó gritos de terror
Raúl Alzamora, vecino de la familia Campos, vio por la ventana cuando Silvia era cargada por la patota. Relató que la joven se resistía y en el tironeo golpearon el portón de su casa, lo que le hizo presumir que se trataba de un altercado personal, entonces llamó a la Policía pero tardaron horas en llegar. Desde un ángulo privilegiado pudo comprobar que “reventaron” la puerta de ingreso a la casa de los Campos y sacaron Silvia en ropa de cama y sin capucha. Insultada con vergonzantes epítetos, que Alzamora no pudo repetir a pesar del pedido del Ministro Cortez, recordó que la respuesta de la joven al ataque eran “gritos de terror”. “Se la llevaron en forma equivocada, al igual que a la hermana”, agregó el vecino.
Policía González, no creíble
Abel González perteneció a la Seccional 29 de Maipú. Era el oficial de guardia en el momento del secuestro de los hermanos Talquenca, realizado en su jurisdicción. Según consta en el libro de novedades, él había salido en el móvil a patrullar en el mismo momento en que se producía el operativo; sin embargo negó estar al tanto el hecho. Más aún, dijo ignorar las repetidas denuncias y reiteradas visitas del padre de los Talquenca a la Seccional 29, en busca de datos sobre sus hijos, cuando él era la persona encargada de atender esas demandas. Desconocer el operativo y no haber visto al padre de los Talquenca en la comisaría lo deja en falta.
González, de unos 60 años, más que desmemoriado se mostró muy lúcido y pertinente en cada respuesta a los interrogantes formulados. Se pintó a sí mismo como un legalista, conocedor de las atribuciones de la Policía. Además, se esforzó por despegarse de los ilícitos y, de paso, trató de dejar bien parada a la institución. Remató: “De las desapariciones me enteré por los medios”.