03-02-2011 | Declaró como testigo general el dibujante Daniel Hugo Rabanal, militante montonero al momento de ser secuestrado el mediodía del 6 de febrero de 1976 en pleno centro mendocino. Estuvo secuestrado en un lugar indeterminado en las afueras de la ciudad y luego pasó al D2. Torturado con saña y vejado de mil maneras, llegó a la cárcel de Mendoza con costillas rotas, la mano izquierda paralizada, un pie con principio de gangrena, lesiones graves en ano y 18 kilos menos. El expreso político resaltó la dedicación y los cuidados con que lo asistieron sus compañeros de cautiverio.
Después de dos años y medio en Mendoza pasó a la U9 de La Plata y luego fue trasladado muchas veces, circuló por varias cárceles de máxima seguridad del país. Fue liberado entrada la democracia: el 26 de julio de 1984.
Rabanal, detenido antes del golpe, llegó a ser procesado por la Justicias Federal. Veinte días después de su arresto, hecho un despojo humano fue presentado ante el juez Rolando Carrizo, quien se limitó a identificarlo sin atender al estado de deterioro en el que encontraba, allí se le informó que su defensor era Petra Recabarren, aunque este nunca ejerció como tal. De esta intervención judicial surgió la condena a cadena perpetua por la muerte del agente Cuello, convalidada por otro proceso dos años después.
Sucedió que en Mendoza, a principio de 1976, en un confuso episodio fue tiroteado en la puerta de su Comisaría el agente de la Policía provincial Alberto Cuello; las fuerzas de seguridad atribuyeron el hecho a Montoneros. A partir de ese momento, cada detenido que pertenecía a la tendencia revolucionaria del peronismo era acusado de la muerte del agente; cuanto más en el caso de Rabanal porque la represión tenía evidencias que ostentaba un lugar significativo en esa organización. Finalmente, tras la revisión de la causa, fue absuelto por la muerte del agente Cuello pero se lo sentenció a 16 años por otros cargos.
La actuación de la represión está llena de interrogantes: Rabanal, junto a Guillermo Martínez y Guido Actis eran, sin duda, cuadros políticos. El 2 de noviembre de 1976, según el testigo, los tres fueron trasladados de la cárcel a un lugar desconocido. A la vez, anunciaron a sus familiares que ya no se encontraban detenidos en ninguna dependencia. Técnicamente desaparecidos, estuvieron en capilla esperando su fin. Sin embargo, en fecha próxima a la Navidad fueron reintegrados con el resto de los presos a la Penitenciaria.