07-07-2011 | Con las declaraciones de Acquaviva por la Causa Torres y Domínguez por la Causa Fonseca, concluyó la etapa testimonial de los juicios. El tribunal retomará la actividad el próximo 26 de julio con la incorporación instrumental de las causas Olivera-Rodríguez Jurado, Urondo-Raboy y Torres; el inicio de los alegatos y las sentencias.
Raúl Acquaviva
Completó su testimonio en torno a la desaparición de Rosario Aníbal Torres. Acerca de la “audiencia” en el Consejo de Guerra, en el que se decidió sobre su vida, Acquaviva relató: “Era un teatro armado para justificar la información que me extrajeron bajo tortura, como para darle una estructura legal a la forma en que se me maltrató, el trámite necesario para pasarme a la cárcel y entrar en la legalidad”. En una sala del D2 frente a los mismos calabozos, tuvo que elegir un abogado de una lista, el teniente coronel Melitón Toledo que le aseguró que “no entendía nada de lo que fuera una defensa en un juicio, qué era lo que podía argumentar si yo sólo comulgaba con las ideas de la izquierda revolucionaria”.
En el tribunal, situado en el palacio policial, había unos diez miembros del Ejército que le aplicaron el mismo interrogatorio obtenido bajo tortura en el D2. La condena fue de 20 años de prisión por tenencia de explosivos (posesión de una bomba de estruendo de cartón de venta legal). La declaración se la hizo firmar el capitán Dib el 21 de junio de 1976. Resumió la injusticia el testigo: “Con mis compañeros Leda, Tognetti, Paris, estábamos todos en un pozo y los defensores nos tiraban paladas de tierra”.
Acquaviva permaneció en el penal provincial desde el 4 de julio hasta el 27 de septiembre, cuando fue trasladado en el vuelo del Hércules. Allí estuvo esposado con Bustelo: “Me tocó un lugar tremendo, entre banquetas, encadenado al fuselaje del avión, un guardia (“Poxipol”) caminaba sobre las espaldas, no me llegaba sangre a las piernas”. En la U9 de La Plata, celda 636, pabellón 13, fue testigo del asesinato de Marcos Ibáñez, detenido y trasladado desde Mendoza, por cuya causa Raúl testimonió en La Plata. “He pasado por la virtud circunstancial de presenciar la muerte de varios compañeros” (dicho también en relación a Torres).
Siete años, siete meses y veinte días estuvo preso Acquaviva, desde el día en que inocente se entregó: “Creí en la justicia, por eso hoy agradezco, saber que al final hay justicia me da tranquilidad para afrontar el último tramo de mi vida”.
Osiris Rodolfo Domínguez
Diseñador, hermano de Walter Domínguez, cuñado de Gladys Castro (ambos desaparecidos) y tío del bebé apropiado a la pareja, testimonió en relación a la causa Fonseca, a quien conocía por su grupo de pertenencia política y vio en tres oportunidades. Osiris explicó que a fines de 1977 sobre ese grupo hubo procedimientos en “cadena” de militantes que serían desaparecidos: Gladys Castro, Walter Domínguez, Elsa Becerra, María Cristina Damico, Jorge Fonseca y Carzolio (primero en huir de La Plata, “con Fonseca estaban marcados por los servicios, puede ser que hayan vivido juntos”).
Osiris Domínguez y María Assof de Domínguez (Foto: Unidiversidad)
La noche del 7 de diciembre de 1977 fueron secuestrados de su casa de Villa Marini (“levantados de la cama”) Walter Hernán, hermano de Osiris, y su compañera embarazada de seis meses, Gladys Cristina, que habría dado a luz en cautiverio. Como Osiris tenía un trabajo nocturno en la empresa Pescarmona, no pudieron dar con él, pues la misma patota captora de la pareja pasó por la casa de los padres de los Domínguez preguntando por él y “les quedó la impresión de que Walter y Gladys iban en el baúl del auto”. Osiris se refugió en una finca de Barrancas y desde allí salió hacia Buenos Aires, donde Carlos Vera (hermano de otro desaparecido, Rodolfo) lo ayudó frente a la persecución.
Por un primo de la familia, que actuaba como servicio de inteligencia de la Fuerza Aérea, “estábamos convencidos de que a Walter lo iban a soltar y que todos (incluso Fonseca, “que se dedicaba a mover compañeros y se desvaneció”) habían sido secuestrados por un grupo de tareas de la IV Brigada Aérea”. Luego sus padres recibieron indicios de que a la pareja la habrían tenido en Las Lajas. Osiris concluyó que no fue desaparecido por una cuestión azarosa y señaló contradicciones de los represores: “Vean qué peligroso era yo que ni siquiera sabían que trabajaba en Pescarmona”.