08-06-2011 | Declaró en esta jornada una de las maestras jardineras que contuvo a Jimena, hija mayor del matrimonio, de cinco años de edad cuando fueron desaparecidos sus padres y presente en el secuestro de su madre. Sícoli detalló cómo las hermanas se mantuvieron unidas. También aportó enfoques Carlos Grafigna, compañero de militancia de la pareja en San Juan.
Marta Miriam Sícoli
A través del relato de la maestra jardinera jubilada se pudo reconstruir a cargo de quiénes quedaron Jimena, Soledad, Rosario y Guadalupe tras el secuestro de sus padres Rafael Olivera y Nora Rodríguez Jurado en julio de 1976. Conocedora de la familia por trabajar en la guardería del Gimnasio Municipal Nº 3 a la que acudían las tres hijas mayores, observó que los padres eran reservados y las nenas “calladitas, introvertidas, se iban juntas a un rinconcito. Después del secuestro cambiaron”.
La guardería, entonces ubicada en inmediaciones de las ruinas de San Francisco, dependía de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Capital. Su directora era Mirta Pericit Alsina y, además de Sícoli y María Cándida Crayón (maestras que cuidaron a las nenas durante unas semanas), conocieron la situación el casero Agüero y su suegra, el abogado de la comuna, el intendente, teniente coronel Molina, y su esposa: “Todo debería estar asentado en la Comuna porque el actuante fue el abogado municipal”, remarcó Sícoli.
El día que a la guardería únicamente fueron Soledad y Rosario y nadie las pasó a buscar, la celadora las llevó a otro domicilio registrado pero inexistente. Se radicó la denuncia en la Comisaría 4 y se informó del caso a las autoridades municipales, por lo cual las chicas pasaron la noche en casa de la maestra Crayón. Al día siguiente la ausencia de los padres se repitió y se agravó cuando al mediodía la suegra del casero apareció con las otras dos nenas: “Un señor me pidió que las tuviera mientras estacionaba pero se fue”, había explicado. Desde el municipio se apersonaron el abogado y la esposa del intendente y resolvieron que Jimena se quedara con Marta, Soledad y Rosario con María Cándida y Guadalupe, la beba, con los Molina.
“Lo peor fue escuchar a Jimena esa tarde en el micro, prendida a mí, sin soltar sus fibras, había que mostrarle confianza, era una criatura abandonada”. Dijo Sícoli que la nena le contó que no había ido al jardín porque estaba resfriada. Salió con su mamá al supermercado, aparecieron hombres que la taparon con una bufanda, ella gritó y pidió por la beba, las metieron en un auto y las llevaron a un edificio con muchos hombres trabajando. Allí su mamá desapareció. “Se fue con el papá a Buenos Aires”, le dijeron a Jimena, y le dieron unas fibras. No la llevaron a la casa familiar hasta el otro día. Con cinco años, “enfrenta a los hombres por lo que dan de comer a Guadalupe y porque revuelven toda la casa”, refirió la testigo. Ambas hermanas se reencontraron con las otras dos en la guardería. Ante la pregunta de por qué no las iban a buscar, Jimena cortó: “Cállate”. “Ella sufría mucho, tenía miedo y eligió quedarse conmigo, como llegaron con lo puesto quería ir a buscar su ropa pero cuando se fueran esos señores”.
Días después llegaron a Mendoza los abuelos paternos y la abuela materna. Esta habría recibido un llamado desde Francia que le comunicó que las nietas habían sido abandonadas en un taxi. En el avión, el general Olivera se encontró con otro militar que lo conectó con el intendente. Por unos veinte días las nenas quedaron con las maestras mientras los abuelos, hospedados en el Casino de suboficiales, hacían trámites: “En un principio creyeron que Nora estaba en Boulogne Sur Mer, le compran víveres, pero nunca los vieron”. En tanto, las mujeres a cargo de las nenas fueron citadas al Juzgado de Menores y Jimena fue entrevistada a solas con la jueza: “Aquí no me traen nunca más”, dijo tajante la pequeña. Por otra parte, la señora del intendente bautizó a Guadalupe, apadrinada por el mismo Molina y su hija, con las maestras y los abuelos presentes.
Un domingo, con la ayuda de un hermano de Rafael, se marchó todo el grupo a Buenos Aires. Según “Mema”, la abuela paterna, “decidieron ni preguntar ni buscar más a la pareja desaparecida porque era peligroso para sus nietas”. “No insistan”, les habrían dicho. Las hermanas fueron adoptadas por la tía paterna, Rosa Olivera de Puente.
Carlos Benedicto Grafigna
Compañero de militancia política y religiosa y del ambiente catedrático de Rafael y Nora durante los años sanjuaninos del matrimonio, el ingeniero Grafigna brindó al tribunal un relato de contexto sobre parte de la historia argentina del último medio siglo. El testimonio permitió enmarcar la actividad política, social y cristiana del matrimonio, así como sus modos y objetivos, y dio cuenta de la exhaustiva revisión católica que se produjo con esa generación comprometida y solidaria. Repasó así el surgimiento del peronismo y su representatividad en el movimiento obrero, su proscripción, la resistencia, el entusiasmo generado entre la juventud militante y el golpe final de 1976, siempre en torno a la antítesis del compromiso evangélico frente a la jerarquía eclesiástica como factor de poder y opresión: “Para mostrar cómo actuábamos cristianos y pueblo, sin armas, con solidaridad y conciencia de servicio por los derechos populares”.
Grafigna, que conoció al matrimonio a fines de 1972, destacó que ambos eran sociólogos cristianos y fueron designados en la Universidad de San Juan por él. También participaban de los movimientos sociales en villas con tareas de educación, promoción comunitaria y organización popular vinculados al peronismo.
Rescató que en la carrera de Ingeniería surgió una promoción de excelentes alumnos comprometidos y dio el ejemplo de Víctor Hugo García, que fue medalla de Oro en la universidad y posteriormente secuestrado y desaparecido.
Agregó que en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe habían conformado un grupo de reflexión que solía analizar lo que sucedía en la realidad a la luz del evangelio; de ahí partían sus prácticas. Preguntado si en ese grupo estaba Domingo Britos, contestó que no, que ellos se relacionaban a través de la Juventud Universitaria Peronista. Y según versiones recogidas por el ingeniero, Britos, exalumno de Olivera, “fue eliminado junto al matrimonio”.
Grafigna cree que cuando Rafael Olivera fue expulsado de la universidad sanjuanina por razones políticas luego de la intervención a nivel nacional (con Ivanissevich al frente), se trasladó a Mendoza para optar por algún cargo en el Universidad de Cuyo, porque tenía sólidos antecedentes y «era un tipo brillante». A partir de 1976 perdieron el contacto mutuo.