Abogados defensores

Audiencia 10 / El Casino de Suboficiales, suplicio extremo de nuestras compañeras

23-02-17 / Durante la segunda parte de la audiencia de este jueves se leyeron las causas relativas al centro clandestino que funcionó en las proximidades del Liceo Militar y estuvo destinado a las torturas y ataques sexuales de más de treinta presas políticas secuestradas en 1976. El Casino estaba a cargo del exteniente de Aeronáutica Juan Carlos Ledesma, imputado por hechos contra catorce víctimas al igual que Luciano Benjamín Menéndez y Armando Olimpo Carelli, agente de inteligencia reconocido como uno de los torturadores. También se concluyó con las causas agrupadas en torno a responsabilidades atribuidas al accionar represivo de los policías del D2, en particular la vasta persecución dirigida contra grupos de militantes comunistas a mediados de 1980.

En un principio se concluyó la lectura de la causa iniciada el jueves pasado, relacionada con un ataque a militantes y personas allegadas al Partido Comunista. Todas estas detenciones ilegales datan del 5 de mayo de 1980.

Concepción Azuaga, tenía 68 años cuando fue detenida con su hijo Aurelio Berlanga, de 31 años. El procedimiento se llevó a cabo en su domicilio y madre e hijo fueron trasladados al D2. La mujer permaneció detenida en ese centro clandestino hasta el 21 de noviembre de ese año. Luego fue llevada a la penitenciaría provincial y recuperó su libertad el 22 de mayo del ‘81. Aurelio fue trasladado al penal el 30 de mayo de 1980 y lo liberaron el 13 de abril de 1982.

Aníbal Firpo y Patricia Campos estaban casados y militaban en el Partido Comunista cuando fueron detenidos en un operativo realizado en su vivienda. Él tenía 30 años, ella 29 y ambos fueron llevados al D2. El 30 de mayo fueron trasladados a la penitenciaría provincial y recuperaron su libertad más de un año después, el 17 de julio de 1981.

Más persecuciones al Partido Comunista

A cargo del Cuerpo Motorizado de Vigilancia se registran las detenciones ilegales de Jorge Aliste, José Rafael Báez, Carmen Noemí Rey y Gabriel Solá. Fueron llevados al D2 y luego a la penitenciaría provincial.

Jorge Aliste tenía 29 años, trabajaba como empleado y militaba en el PC. Estaba casado con Gladys Josefa Argilla, quien se encontraba fuera de la Provincia porque era administradora del partido, estaba embarazada y también era perseguida. Aliste fue detenido el 28 de agosto de 1980 a las 7.30 de la mañana en la vía pública por personal del Ejército y de civil. El mismo día allanaron y robaron pertenencias de su casa. Aunque pasó dos horas en Caballería, fue alojado en el D2 hasta el 8 de octubre de 1980. Recuperó su libertad el 24 de julio de 1981.

José Rafael Báez tenía 45 años cuando lo detuvieron el 28 de agosto del ‘80. Era agricultor y secretario general del PC. Tratado violentamente en el D2, lo interrogaban diariamente sobre su partido, cuyo apoderado era Jacinto De La Vega. El mismo día que Jorge Aliste, fue trasladado al penal y liberado en diciembre de 1981.

A Carmen Noemí Rey la secuestraron de su domicilio el 18 de septiembre de 1980. Tenía 35 años, militaba en el PC y era maestra. Estaba en pareja con Guillermo Scoones, del mismo partido. El 9 de diciembre de ese año fue llevada a la penitenciaría y liberada en julio de 1981.

Gabriel Solá fue detenido el mismo día que Carmen Rey y compartían militancia. Tenía 44 años y permaneció en el D2 hasta el 4 de noviembre del ‘80. Junto con Aliste e Ignacio González fueron llevados por un día a la Comisaría Segunda. Recuperó su libertad desde el penal el 16 de diciembre de 1981.

En dos procedimientos efectuados el 2 de octubre de 1980, fueron secuestrados los militantes Ignacio González y Guillermo Scoones. Llevados al D2 y luego a la penitenciaría, recuperaron su libertad el 27 de julio de 1981. González tenía 58 años y estaba casado con Elena Simón. Scoones tenía 28 años y fue detenido cuando estacionaba su vehículo en la calle Pedro Molina de Ciudad.

Secuestros en el aeropuerto

Pedro Straniero tenía 26 años, era militante de la Federación Juvenil Comunista e integrante del Centro de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras durante los años 73/79. Estaba en el aeropuerto El Plumerillo buscando su equipaje que había llegado cuatro días más tarde, acompañado por su hermano Marcelo, de 22 años. Había viajado a Panamá a recibir un premio literario entregado por la universidad de ese país.

Pedro y Marcelo Straniero fueron detenidos y el equipaje secuestrado el 12 de abril de 1981. Una vez alojados en el D2, recibieron los tratos inhumanos que caracterizaba a ese centro clandestino. Pedro fue llevado a la penitenciaría diez días después y recuperó su libertad el 2 de julio del mismo año gracias a la intervención de la hermana del presidente de Panamá, Áurea Torrijos. Marcelo fue liberado al cuarto o quinto día de detención. Los hermanos Straniero declararon haber visto a uno de sus captores vendiendo antigüedades en la Plazoleta Alem, cuya caracterización responde al imputado Roberto Usinger.

El juego del horror

Según testimonios de las sobrevivientes, de militares que estuvieron destinados allí, y por la documentación recabada, el Casino de Suboficiales dependía de la Compañía de Comandos y Servicios bajo la jefatura del teniente Carlos Ledesma y tenía como encargado al suboficial Walter Tomás Eichhorn, imputado originalmente en este juicio y actualmente prófugo. En 1976 el sitio fue desalojado por orden del Comando de la VIII Brigada de Infantería y “preparado” como centro clandestino para mujeres. Puntualmente funcionó en las adyacencias del Liceo Militar General Espejo y disponía de dos habitaciones separadas por un pasillo con baños al fondo y un patio. Las prisioneras comían “con platos que decían ‘Ejército Argentino’ y cubiertos de plata”. Las amenazas de que serían asesinadas, torturadas o violadas eran tan cotidianas como los malos tratos y la aplicación de tormentos físicos y psicológicos. La tortura física consistía en picana eléctrica, submarino, asfixiamiento con bolsas y golpizas que eran aplicadas en un punto cercano al Casino. Respecto al “trío de torturadores” los testimonios son elocuentes: ellos eran Jorge Osvaldo García -muerto en Malvinas como “héroe de guerra”-, Juan Carlos Pagella y Carelli; en tanto que Eichhorn estaba a cargo de la custodia.

Liliana Beatriz Buttini militaba en la Juventud Peronista y realizaba obras de teatro en los barrios a la par que trabajaba en contaduría de la Municipalidad de Luján de Cuyo. La madrugada del 26 de marzo de 1976 fue secuestrada junto a su novio Reynaldo Puebla mientras esperaban un colectivo a cuatro cuadras de la plaza lujanina. Bajo amenaza de muerte de quien reconoció como Washington Urqueta -interventor del municipio al que días previos le había hecho firmar varios cheques- fue conducida hasta el Casino de Suboficiales, donde permaneció más de tres meses y fue varias veces interrogada, con violencia física en los casos en que era sacada del centro clandestino y trasladada a otro sitio. Entre sus torturadores reconoció a Carelli -alias “Willy”-, Pagella y García. El 1 de julio la trasladaron a la penitenciaría provincial, luego a la cárcel de Villa Devoto y recuperó su libertad en marzo de 1977.

Yolanda Cora Cejas era inspectora de escuelas y estaba afiliada al Partido Comunista. Hacia el mediodía del 29 de marzo de 1976, el ministro de Educación de la Provincia la citó a su despacho y ordenó que quedara detenida mientras que policías mujeres la trasladaban a Contraventores, para luego ser llevada hasta el Casino de Suboficiales, donde estuvo cautiva casi seis meses. En reconocimiento fotográfico señaló que “el teniente Ledesma era una persona de estatura baja, fornido, de piel oscura de origen norteño -chaqueño-, de voz tonante, el color de su pelo era oscuro, de unos 30 años”. Luego fue derivada a Devoto y el 23 de agosto de 1977 cesó su privación de libertad.

Vilma Emilia Rúpolo había militado en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, era bailarina del ballet de la Universidad Nacional de Cuyo y estudiaba en la Escuela de Comunicación Colectiva, cuyos estudiantes fueron fuertemente perseguidos desde antes del Golpe de Estado, conmocionados ya en 1975 ante el homicidio de Amadeo Sánchez Andía. La secuestró un operativo militar de gran despliegue el 1 de junio de 1976 en la casa de su madre en el Barrio Bombal y fue separada de Mariano, su bebé. En el Casino la sacaban a un lugar próximo y “me torturan diez veces, una vez casi me muero, me desvanecí y amanecí en otro lado, porque me habían colocado una bolsa para asfixiarme. También me golpeaban y me colgaban desnuda de unos alambres del techo”. Por intercesiones del padre Gimeno y del doctor Pérez Arra, la dejaron tener a su hijo con ella los seis meses que estuvo prisionera en la penitenciaría. En 1979 fue liberada desde la cárcel de Devoto.

Estela Izaguirre también fue detenida el 1 de junio del ‘76 en la escribanía en la que trabajaba. En el Casino estuvo tres meses y medio y recuerda que sus compañeras “eran sacadas, vendadas y trasladadas en un automotor a un lugar cercano que distaba unos diez minutos de marcha y en el cual también eran llevados hombres, donde eran torturadas, vejadas y en general apremiadas ilegalmente con la finalidad de obtener declaraciones”. Ella también fue víctima de las torturas y tras un paso por Devoto logró salir del país hacia España, en julio de 1977.

A principios de 1976 Olga Salvucci Carrete llegó de Bahía Blanca junto a su marido, que trabajaba en YPF como geólogo y fue destinado a Mendoza. El 29 de julio de ese año fue detenida al llegar al domicilio de un amigo, Horacio Nacuchio, que había sido allanado momentos antes. Personal de la Comisaría Cuarta le hizo pasar la noche en un calabozo de la seccional y al día siguiente la trasladaron vendada al Casino por un lapso de dos meses en los que fue severamente torturada con picana y “submarino seco”, al punto de ser hospitalizada. Tras pasar por el penal provincial recuperó la libertad, el 28 de febrero de 1977.

Los hechos padecidos por Carmen Corbellini son inéditos para el modus operandi de los grupos de tareas locales: ella tenía 23 años, militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores y fue secuestrada en agosto de 1976 en San Martín, provincia de Buenos Aires. Luego de pasar una noche encapuchada en una comisaría próxima, la trasladaron a Mendoza, donde estuvo una semana en el D2 y dos meses en el Casino. En este centro clandestino fue violada y torturada, llegando a perder su dentadura. Un avión de la Fuerza Aérea la remitió a Devoto y salió en libertad en marzo de 1977.

Eda Sbarbati de Alliendes y su hija, Silvia Rosa Alliendes, fueron secuestradas al ser allanada su casa de Las Heras por personal militar, sin orden judicial, el 28 de marzo de 1976. Ambas fueron llevadas junto al marido de Eda, Segundo Alliendes, y otro hijo, Ricardo Alberto Alliendes, a la Comisaría 16, donde permanecieron una semana, tras la cual los varones fueron enviados a la Compañía de Comunicaciones y las mujeres al Casino. Allí les informaron que pasaban a ser “presas políticas” -todo el grupo familiar, aunque inactivo, era cercano al Partido Comunista- y luego de 75 días fueron liberadas.

La audiencia se reanuda el próximo jueves.

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