Audiencia 24 / Revelaciones sorpresivas sobre la tortura en la Federal

27-07-17 / Este jueves reiniciaron las testimoniales con un aporte trascendental de un testigo convocado para contextualizar los crímenes cometidos por la delegación local de la Policía Federal en las causas por los asesinatos de Amadeo Sánchez Andía y Víctor Romano Rivamar. Lindor Peñaloza relató su propia detención clandestina por distintos lugares hasta recalar en la sede de calle Perú de esa repartición, adonde junto a otro compañero permaneció un mes bajo tortura diaria.

 

Del municipio a la celda en la sede

Peñaloza trabajaba en la Municipalidad de Las Heras, Departamento del cual había sido concejal por el justicialismo en 1973, y tenía algunos contactos con sectores sindicales perseguidos con anterioridad al Golpe de Estado. El 24 de marzo de 1976 se presentó a trabajar minutos antes de las siete de la mañana junto a su compañero Osvaldo Francalancia. Inmediatamente les comunicaron que el municipio estaba intervenido y a los mandos de un comisionado de la Fuerza Aérea, el brigadier Marcantonio. Fueron escoltados por soldados a la comisaría departamental bajo la excusa de que allí les tomarían los datos y, al cruzar por la plaza Burgos, advirtieron que estaban fichando “a muchísima gente” que también trabajaba en la intendencia.

“Esto es raro, che, parece que tenemos para rato”, le dijo Peñaloza a su compañero cuando fueron ingresados a un galpón repleto de personas al fondo de la seccional. Hacia el mediodía, el comisario y un oficial de rango de la Fuerza Aérea dispusieron los traslados y fueron conducidos por dos militares con llamativos pañuelos amarillos en el cuello, “en un Ford metalizado”, hasta el Liceo Militar General Espejo. “Imposible aguantar eso”, evocó compungido al recordar Peñaloza el tormento con que los recibieron: con los brazos en alto, pegados contra una pared a la cual no debían tocar, bajo golpizas y apuntados con armas largas.

Luego, los trasladaron a la aledaña Compañía de Comunicaciones que estaba llena de detenidos. “A estos no los quieren en ningún lado”, les dijeron con sorna y los llevaron a la céntrica sede de calle Perú, donde durante un mes los policías los recluyeron en una de las dos celdas de la parte sur del edificio. En la evocación final de su dolido relato, el testigo recordó que durante dos noches oyeron golpes y desesperados gritos desde la celda contigua.

Un mes de picana

El 27 de marzo de 1976 a las ocho de la mañana, Peñaloza fue conducido, otra vez, hasta la oficina de la Federal, donde “un militar de buen porte pero bajito y con uniforme negruzco”, le explicó que iba “a tener que empezar a largar todo” y puso la picana sobre el escritorio, “para que dijera la verdad”. En el lugar había varios uniformados del Ejército y de la Fuerza Aérea y la descripción que la víctima hizo de la tortura puede concentrarse en su frase, “ahí supe lo que era un verdugo”. Luego le tocó el turno a Francalancia, y “el flaco volvió desecho”, aseguró. Al otro día, con variantes en la aplicación de la electricidad, verdugo y tortura se repitieron. Y así durante el mes de clandestinidad en la Federal: “era impresionante, no pasaba el tiempo, siempre a la misma sala con piso de madera, siempre lo mismo y siempre el mismo hombre”.

El 25 de abril -“para aflojar el cuerpo porque de las palizas que nos habían dado no servíamos para un carajo”-, los sacaron al patio a hacer jardinería y un par de días después recibieron la visita de sus esposas y de un amigo de Peñaloza, que logró ubicarlo allí. El 27 de abril en la oficina, con guardia de ambas fuerzas, presuntamente “el jefe de la delegación” -Oscar Fenocchio-, sin papeles de ningún tipo, les comunicó la libertad, anunciándoles que no había “ningún cargo” contra ellos, que “no figuraba en absoluto” que habían pasado por allí, y que estaban “limpios” para recuperar sus trabajos. Afuera, Peñaloza y Francalancia” convinieron en dejar pasar unos diez días para presentarse en la Intendencia, y cuando lo hicieron, en medio de policías de Aeronáutica y de civil, un comodoro les señaló sus cesantías dispuestas sobre un escritorio y le advirtió a Peñaloza por su familia si no firmaba. Fue el punto de quiebre en el relato de la víctima -“una bajeza”, pudo definir- y su testimonio finalizó.

Dado que la investigación sobre lo revelado se inició a partir de su testimonio en Fiscalía en 2013 y no es objeto del juicio, el presidente Daniel Cisneros no habilitó para que en esta oportunidad Peñaloza hiciera el reconocimiento fotográfico en el cuaderno número cuatro de la delegación de la Policía Federal.

En vistas de que concluyó la Megacausa, el tribunal anunció que a partir de septiembre habrá audiencias los días jueves y viernes y que la próxima será el 3 de agosto.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.