10-08-17 / Hoy fue una larga jornada en la que se escucharon relatos sobre hechos contenidos en causas diversas. Se abrió con el testimonio del primo de Víctor Romano Rivamar, luego declaró María Rosa Cruz, esposa de Carmelo Cirella. También fueron citados los exsindicalistas Jorge Yáñez, Luis y Hermes Ocaña, quienes dieron cuenta de la represión a las comisiones internas de la Bancaria. En el mismo sentido, atestiguó Maruja Páez, esposa de Luis Ocaña.
Fernando Romano
El testigo era primo de Víctor Romano Rivamar, presuntamente asesinado por la Policía Federal en abril de 1976. Indagado por el Fiscal recordó que Víctor era una persona de bien que “no estaba en nada raro” ni tenía inquietudes políticas, apuntó.
Puso de relieve que ambos tenían bastante cercanía, gustaban del campo y compartían el ámbito laboral en el Poder Judicial. Se enteró de su secuestro cuando se hizo público por el escándalo suscitado y que, desde su función, dentro del poder judicial de la Provincia, no tenía posibilidad de averiguar. Asimismo, confirmó que Víctor Romano vivía en la calle Ramírez.
Dado que en varias oportunidades dijo no recordar, el presidente del Tribunal, Daniel Cisneros, pidió se incorpore el acta de la declaración de Fernando Romano, realizada varios años atrás.
María Rosa Cruz
Viuda de Carmelo Cirella, la señora Cruz inició la relación con el expolicía cuando tenía 17 años. Dijo haber nacido en 1975, (el mismo año en que fue asesinado Amadeo Sánchez Andía y poco antes de que pereciera Romano Rivamar), distante de los hechos en los que se autoinvolucró su esposo.
El peso de su declaración radicó en el relato de las persistentes amenazas que sufrió Cirella y su familia después de que decidió hacer pública la injerencia de la Policía Federal en los asesinatos de los jóvenes antes mencionados.
Recordó que su esposo estuvo preso pero no conoce el motivo y se mostró reticente a ofrecer precisiones. De distintas maneras dijo ignorar la denuncia realizada por Carmelo Cirella ni siquiera haber escuchado los nombres de Sanchez Andía y Romano Rivamar, ni la identidad de ninguna de las personas que amenazaban a su marido. Fundamentó su desconocimiento en el criterio de su esposo quien le repetía “cuanto menos sepas mejor”.
Relató embestidas contra su marido tanto en la cárcel como en libertad, a través de advertencias de que lo “harían boleta” o que “quedaría pegado” si hablaba. Elípticamente las amenazas remiten a la patota de la que formó parte Cirella, según su propio relato grabado ante el periodista Rodrigo Sepúlveda para el documental ya proyectado en este debate.
María Rosa Cruz recordó agresiones contra su domicilio y la custodia que dispuso la Justicia. Recordó que ella también recibió amenazas de muerte de un hombre, en plena plaza pública.
Casi al finalizar su testimonio, la señora Cruz vinculó el persistente acoso sufrido con los hechos que se produjeron en Dictadura y caracterizó a su esposo como un “testigo”. Finalmente, reconoció que tuvo contacto con varios periodistas y dijo que Cirella se prestó a las entrevistas con la condición de que protegieran a su familia y que, si algo le sucedía, lo publicaran en los medios.
Los Bancarios
Luis Gabriel Ocaña
Luis Ocaña trabajaba en el Banco de Previsión Social de la provincia de Mendoza, donde entró en 1968. Allí su actividad estaba centrada en la comisión gremial interna que no tuvo, al momento de su creación, oposición por parte de la conducción del sindicato.
Esta forma de organización se extendió al resto de los bancos, dando paso a una intersindical bancaria que empezaría a ser foco de atención antes de la dictadura: “Al principio había amenazas anónimas, después no (…) encontrábamos cartelitos en los ascensores”. Agregó que Santuccione, personalmente, los amenazó de muerte a él y otros compañeros de la comisión interna.
Asimismo, recordó que antes del golpe fue detenido Pablo Marín, posteriormente desaparecido. Los bancarios se concentraron en la penitenciaría cuando se divulgó que saldría de allí, ya firmada su libertad. Sin embargo, lo trasladaron clandestinamente a la sede de la Policía Federal donde fue torturado. Una nueva movilización hizo que lo liberaran. De inmediato, organizaron una Asamblea donde un maltrecho Marín relató lo sucedido.
Ocaña también relató que explotó una bomba en su casa, ubicada en Buena Nueva (Guaymallén). En medio del atentado pudo ver un grupo de policías a través de la medianera (“con viseras, cascos y armas”). De allí, lo llevaron a la comisaría 25 de San José. “Eran policías, no me cabe ninguna duda. No estaban disfrazados”, destacó. Y la famosa frase que circuló durante esa primera detención fue “algo habrá hecho”. Para más, al día siguiente ametrallaron su casa.
Con estos precedentes, decidió irse a la casa de sus padres en Rivadavia junto con su esposa y dos hijos. El día que volvió al Banco para buscar documentación fue advertido de que lo buscaban. El 7 de noviembre de 1975 lo aprehendieron en la calle y empezó su larga detención. El testigo describió su periplo por distintos sitios: “Primero íbamos a parar a los mismos lugares que usaba el comando Pío XII”, un grupo parapolicial que tenía principalmente un objetivo «moralizante». También, lo llevaron al D2 donde sufrió torturas como el “submarino seco” y luego a la penitenciaría. En la cárcel sufrió golpizas, lo mismo que en la U9 de La Plata; este fue el último lugar donde permaneció bajo un régimen estricto, que terminó recién en 1981 cuando aceptó la opción de irse fuera del país (a Francia, concretamente).
Hermes Omar Ocaña
Tenía 33 años al momento de la detención y también trabajaba en el Banco de Previsión Social; había entrado en 1969. Era uno de los que participaban de las actividades de la comisión interna, en la que las reivindicaciones eran «estrictamente laborales”, dijo. Coincidió con Luis Ocaña (con quien no tiene parentesco) en que un día Santuccione amenazó a integrantes de la comisión.
Fue detenido en abril del 76 y llevado al D2, donde compartió celdas con Galván, Lucero (ya fallecidos) y su compañero Santos. Allanaron su casa después de un mes de estar detenido y allí descubrieron la dirección de una casa que junto a su esposa querían comprar. En el interrogatorio se enteró que la dirección era, para los represores, la pista de un supuesto lugar de reunión.
En el D2 estuvo en un espacio de presos comunes, luego en celdas individuales y, finalmente, en un calabozo más grande. Luego, lo trasladaron a la Compañía de Comunicaciones junto a Santos y Galván (Lucero fue liberado). Alojado en un barracón, sufrió los padecimientos descriptos por numerosos testigos. Allí estuvo hasta septiembre de 1976, cuando lo trasladaron a la penitenciaría provincial.
En octubre, Hermes Ocaña fue sacado del penal con otros tres presos, con destino a Campo Los Andes. Recordó que fue junto a Koncurat, Juan Sgroi y Armando Bustamante. Permanecieron encadenados a sus catres durante dos meses. Agregó que en otro espacio del Regimiento también se hallaban detenidos otros cuatro presos en condiciones similares. No tuvieron contacto entre sí hasta la nochebuena del 76, un par de días antes de ser regresados a la penitenciaría. De su paso por Campo Los Andes, solo recuerda a su comandante y al suboficial Paniagua. Ocaña recuperó la libertad en marzo de 1977.
María Argentina ( Maruja) Páez
Luego del cuarto intermedio, se citaron dos testigos más en relación a la causa de los bancarios. La primera en dar su testimonio fue María Argentina Páez, profesora de francés y casada con Luis Ocaña en 1969. La señora Páez recordó los mismos hechos que Luis: la comisión interna del Banco de Previsión Social donde trabajaba su marido, las amenazas, las bombas y el tiroteo en su casa.
Luego de esa bomba que explotó, en el año 1975, se llevaron al matrimonio por separado. Primero la llevaron a la comisaría 33 y luego la trasladaron a la 25, donde estaba Luis. Al día siguiente los soltaron y se fueron con sus hijos a Rivadavia, para quedarse en la casa del padre y la madre de él.
Alrededor del 10 de octubre de ese año fue secuestrado Luis Ocaña. Con familiares, Maruja recorrió distintas comisarías intentando presentar algún recurso de habeas corpus. Recién en navidad se enteraron de que estaba alojado en la penitenciaría de Boulogne Sur Mer.
El día que fue con familiares a visitarlo, la detuvieron a la salida. Dijeron que «las tarjetas de navidad con estrellas» que ella llevaba eran un mensaje subliminal para su marido. En el asiento de atrás de un vehículo la trasladaron al D2, la vendaron y la encerraron en un calabozo. Quisieron amedrentarla sentándola con las piernas abiertas en una camilla ginecológica pero no le hicieron nada más.
Páez supo de varios allanamientos que hubo en la casa donde habían vivido. Rompieron hasta libros en francés cuyo contenido obviamente ignoraban. Cree ella que la soltaron porque su hermana con discapacidad mental pedía por su libertad. Se fue a vivir a Bowen, en General Alvear y visitó varias veces a Luis Ocaña cuando él estaba en la Unidad 9 de La Plata. Recordó a su hijo mirando una lámpara tras una rejita y diciendo «Papá, acá hasta a la luz la tienen presa». Finalmente, se mudaron a Francia cuando le dieron a él la opción de salir del país.
Jorge Heriberto (Coco) Yáñez
La última persona en declarar fue Jorge Yáñez. Hoy es fotógrafo, pero para la época de los hechos que se juzgan él trabajaba en la sucursal Tribunales del Banco de Previsión Social y formaba parte con los Ocaña de la comisión gremial interna.
Recordó distintas detenciones: la de Pablo Marín en la calle y cuando lo fueron a buscar con todos los compañeros a la penitenciaría. Se lo habían llevado a la sede de la Policía Federal en la calle Perú. «Lo liberaron, después se fue de la Provincia y no lo vi más», dijo Yáñez.
También mencionó la bomba en la casa de Luis Ocaña y sus cinco o seis años de cautiverio. Contó que a Mario Santos y a Felipe Cervine los detuvieron en el Banco luego de ser llamados de la oficina de personal. A Cervine lo vieron pasar acompañado por personal policial y una persona robusta a las 8 de la mañana. A Hermes Ocaña se lo llevaron después del Golpe, expuso el testigo.
Jorge Yáñez puntualizó: «Las personas que se organizan gremialmente no son muy bien vistas, pero eso no significa que se las persiga demasiado. En el Banco de Previsión teníamos una relación bastante tensa con el directorio, pero más que eso, tenían que discutir con la ley. No era una organización al margen de la ley sino totalmente cubierta por ella».
Finalmente, el testigo recordó a custodios del banco pertenecientes al D2, como Julio Lapaz, que luego han sido condenados por crímenes de lesa humanidad.
La próxima audiencia será el jueves 17 de agosto a las 9:30.