29-09-17 / En el marco de la investigación por la desaparición de Jorge Daniel Moyano, hoy declararon Graciela Leda, Eugenio Paris y Raúl Acquaviva. También compareció Rosa Gómez, quien ratificó la valiosa información sobre el D2 que ofreciera en anteriores juicios.
Graciela del Carmen Leda fue detenida el 13 de mayo de 1976, un día antes de cumplir 19 años. Pertenecía a la Juventud Guevarista y quedó alojada en el D2, junto a nutrido grupo de militantes de esa organización.
Cabe destacar que este procedimiento se enmarca un operativo mayor desarrollado a lo largo del país, que perseguía desarticular al ERP/PRT. En los meses de mayo y junio del ’76 se lanzó una verdadera caza de brujas, mediante la detención y eliminación de las personas afines a esa organización político-militar. En Mendoza, en solo cinco días, secuestraron y desaparecieron a 10 jóvenes, entre ellos/as a Jorge Daniel Moyano, cuya causa es objeto de este juicio. Él fue visto por última vez en el D2.
Graciela Leda ya compareció ante el Tribunal, en dos juicios anteriores. Por ese motivo el Fiscal le advirtió que aquellas declaraciones serían incorporadas para evitar volver sobre todas las circunstancias padecidas.
La testigo hizo una síntesis de su detención junto a su padre y un familiar. Trasladada al D2 sin vendas, quedó en contacto con las mujeres en situación de prostitución e inmediatamente después, sometida a una sesión de torturas. Le preguntaron por sus compañeros/as, por personas desconocidas y detalles de su vida, sin mayor significación. El insulto preferido era “puta y además guerrillera”, destacó. Graciela sostuvo que también la interrogaron por Daniel Moyano, quien era su responsable dentro de la estructura de la organización.
Al respecto, señaló que ella estaba informada de la caída de Moyano un día antes de su secuestro. El joven había sido capturado en el barrio Santa Ana, dentro del domicilio del matrimonio Víctor Sabattini / Lucía Allegrini, en la madrugada del 12 de mayo.
Asimismo, al ser consultada reconoció a otros miembros de la corriente política a la que pertenecía, arrestados en la misma semana, quienes convergieron en el D2. Aclaró que escuchó muchos lamentos en al ámbito de los calabozos, pero no pudo reconocer la voz de Daniel Moyano entre ellos. Sabe que fue visto allí. En cambio pudo percibir la agonía de otro desaparecido que después individualizó como Edesio Villegas.
Leda hizo una evocación de su compañero desparecido. Dijo que Daniel Moyano tenía 21 años, era un militante apasionado, muy preocupado por las injusticias. También recordó a Virginia Suárez como una persona alegre y vivaz, a la que había conocido en una reunión realizada en el Parque. Ambos eran los responsables de la Juventud Guevarista y aún permanecen desaparecidos.
En cuanto a los integrantes del D2, reconoció a Marcelo Moroy como quien le propinó una patada que la arrojó contra la pared. Mencionó también a Lapaz y al Comandante Carlos, cuyo nombre es Rubén González. Todos condenados en anterior Juicio. Asimismo, sostuvo que estaba casi segura de que el imputado Roberto Usinger participó de su secuestro.
Casi al finalizar su declaración, Leda quiso agregar la violencia con la que el teniente Ledesma la trató. Unos 20 días después de llegar a la penitenciaría entraron varios hombres y uno era este personaje. Todas fueron puestas contra la pared y él preguntó por Graciela Leda. Ella dio dos pasos para atrás y recibió muchos insultos. Además, en el traslado de la cárcel a la IV Brigada Aérea, Ledesma se sentó frente a ella y volvió a humillarla.
Rosa Gómez
La segunda persona en dar su testimonio fue Rosa Gómez. Ya lo ha hecho en otras oportunidades y van a ser incorporadas todas sus declaraciones anteriores. Rosa fue secuestrada de la casa de su madre cuando tenía 25 años, el 1 de junio de 1976. Allí pudo dejar a su hijo Martín. Ella no era militante, pero sí Ricardo Sánchez Coronel, compañero y padre de su hijo. Él trabajaba en el Banco Mendoza y era gremialista.
Rosa Gómez estuvo nueve meses en el D2. Por esa razón, su testimonio fue fundamental a la hora de reconstruir los hechos ocurridos en ese centro clandestino de detención, torturas y exterminio. Compartió cautiverio con muchas personas, algunas de las cuales hoy continúan desaparecidas.
A Daniel Moyano nunca lo vio. Sin embargo, durante la detención le contaron que él había estado ahí. Según declaraciones, Moyano ya habría sido asesinado antes de que ella fuera secuestrada.
Respecto de los policías, la testigo resaltó que al principio ella los reconoció por apodos: Facundo, caballo loco, el mosquito, fideo, mechón blanco, el puntano. En agosto le sacaron la venda y con el tiempo fue aprendiendo sus nombres. Por si fuera poco, se los fue encontrando en distintos lugares a lo largo de su vida. Mencionó a Lapaz, González, Bustos, Rodríguez. A este último lo recordó muy bien, resaltó que era jefe y que le hizo firmar una declaración para hacerla cargo de armas que no eran de ella.
Además, fue este mismo personaje quien le dijo a Ricardo Sánchez Coronel “prepará tus monos que te vas”. Su compañero está desaparecido. Rosa agregó que estuvo detenida con Olga Marzetti, quien había trabajado con Ricardo en la Litografía Cuyo y a quien ella reconocía perfectamente.
Por sus compañeros
Fue el turno de Eugenio “Keno” París de relatar lo sucedido en aquel entonces. Tenía 20 años cuando fue detenido, el 13 de mayo del 76. Había salido de rendir un práctico de Anatomía Patológica en el Hospital Central y estaba trabajando en una cervecería de la calle Vicente Zapata. Entró un hombre que él reconoció como Celustiano Lucero y le dijo “perdiste”. Con otro más lo llevaron al sótano y después lo sacaron. Atado y encapuchado fue por un camino conocido, hasta llegar al D2.
El testigo recordó perfectamente las escaleras de ese centro clandestino, que lo llevaban a la sala de torturas. Allí recibía picana, golpes, burlas e insultos. En los interrogatorios “buscaban nombres”, explicó. Le preguntaban por uno y otro conocido o desconocido. No tenía noción de cuánto tiempo estuvo en esa situación. Pero sí supo que vio al porteño, y aclaró de ellos que “saben pegar”.
Empezó a reconocer los olores de estos personajes. Distinguía guardias por su fragancia ordinaria y botas sucias, de curas con zapatos lustrados y jueces que “se perfumaban para distinguirse de nosotros”.
“Lo peor del encierro era cuando estos personajes entraban a violar”, recalcó París. Y destacó a su compañero de detención desaparecido Rosario Aníbal Torres, que intentaba atraer la atención de los policías que entraban a agredir a compañeros y compañeras. Sin ser peronista, gritaba “¡viva Perón, carajo! ¡Hijos de puta, no me van a joder a mí!”.
Después de una fuerte golpiza, Eugenio limpió la celda de Torres. Lo escucharon alucinar y llorar dos días enteros. Un día se calló. París supone que fue alrededor del 10 o 12 de junio.
Eugenio París contó que fue sometido a un consejo de guerra, los que eran en una parte fundamental de la estructura represiva. Aparentaban “juzgar guerrilleros”, pero en los hechos este juzgamiento los sacó de la completa ilegalidad. Las condenas eran irrisorias y abusivas. Era Carlos Rico quien estaba a cargo de los traslados del D2 al consejo de guerra. Iban esposados y a cara descubierta.
Del D2 recordó a Lapaz, Lucero, Sánchez Camargo, Moroy y González.
¡Presentes!
París juró al presidente del tribunal decir la verdad por la memoria de sus compañeros Daniel Moyano y Virginia “Bibi” Suárez. Ambos tenían más experiencia en la militancia y eran los responsables de otros compañeros de la Juventud Guevarista.
Eugenio era amigo de Daniel desde los 12 años. En el D2 lo escuchó gritar y quejarse. Intentan reconstruir su historia entre todos y todas, pero “llega un momento en que este agujero negro de la reconstrucción de Daniel se pierde”, explicó el testigo.
A Bibi Suárez la vio por última vez en una cita control que hacían quienes integraban la Juventud Guevarista. Esa vez fue en la iglesia que está en la esquina de 9 de julio e Yrigoyen de Ciudad. Rescató la sensibilidad que ella tenía como compañera.
Jóvenes ingenuos e idealistas
Raúl Acquaviva volvía de la casa de una amiga el 14 de mayo del 76. Al pasar por la casa de París, su padre y su madre le advirtieron que tuviera cuidado porque habían detenido a Eugenio. Él les dijo que se iba a entregar, y así lo hizo. Cuando llegó a su casa había unos sujetos disfrazados que lo subieron a un Fiat 1600 blanco, le pusieron la cabeza entre las piernas y lo encerraron en los calabozos del D2.
Describió la tortura del mismo modo que Eugenio París: golpes, picanas en los genitales y preguntas sobre compañeros, como Daniel Moyano y Bibi Suárez, y otros desconocidos. Recordó los sobrenombres de los perpetradores: el porteño, mechón blanco, caballo loco, el padrino y el puntano.
Quienes llevaban más tiempo detenidos les contaron que a Daniel Moyano lo habían llevado abajo, pero que nunca volvió y no se sabía dónde estaba. Recordó que también estaban detenidos Nicolás Zárate, Jaime Pedraza y Tito Scafatti. Este último le contó los maltratos sufridos por Moyano.
Virginia Suárez era la responsable política de Raúl Acquaviva. “Daniel y Bibiana tenían más compromiso militante”. Vivian Acquaviva, su hermana, fue secuestrada por uno o dos días y llevada a Las Lajas. Allí vio a Bibi con vida, pero estaba muy maltrecha.
De los consejos de guerra recordó que “hacían traslados como si fuéramos un grupo guerrillero y en realidad éramos unos pobres pendejos”. Acquaviva también militaba en la Juventud Guevarista. Aclaró que en realidad eran un grupo de amigos de mucho tiempo que habían devenido en compañeros de militancia. Entre ellos estaba Daniel Moyano, Graciela Leda, Eugenio París, Carlos Roca.
“No esperábamos tremendo avasallamiento de derechos”, confesó. Formaban, para los militares, “una célula extremista”. Habían evaluado la posibilidad de ser detenidos, “pero en realidad éramos jóvenes ingenuos, idealistas. No evaluábamos la profundidad y la magnitud con que iban a dañar a la sociedad argentina”.
La semana próxima no habrá debate del VI Juicio. La audiencia continuará el jueves 12 de octubre a las 9:30.