23-11-17 / La sesión recorrió diez testimonios. Resultó significativo el relato sobre lxs desaparecidxs Carlos y María del Carmen Marín. Además, se analizaron causas sobre privaciones ilegales de la libertad y agregados sobre las desapariciones de Mauricio López y Osvaldo Zuin. Al inicio declaró, por la Defensa, un suboficial de la Fuerza Aérea.
Ángel Custodio Pigliónico fue citado a declarar por pedido del abogado del comodoro Juan Carlos Santa María. El militar está acusado por el secuestro y desaparición de Mauricio López, verificado el 1 de enero de 1977.
El testigo era suboficial de la Fuerza Aérea y dijo haberlo conocido a mediados de enero, cuando el procesado se desempeñaba como jefe del Escuadrón Tropa y de la policía militar. Indagado por el defensor, Carlos Benavidez precisó que, el entonces capitán Santa María se habría tomado las vacaciones, tal como el personal lo hacía habitualmente, entre el 10 de diciembre del ‘76 al 10 de enero de 1977. Luego, a mediados de febrero, con la compañía se trasladaron a Potrerillos, donde su jefe se enfermó, por lo que él debió regresar a Mendoza.
En otro tramo de su declaración describió las habilidades del acusado; entre otras, era piloto de helicópteros.
Juan C. Santa María, a lo largo de toda su carrera, fue oficial de inteligencia de la Fuerza Aérea y se desempeñó como jefe de Inteligencia en la IV Brigada; dato obviado en esta declaración.
Al finalizar su testimonio, Pigliónico contestó algunas preguntas sobre Las Lajas, realizadas por el querellante Diego Lavado. Dijo que ese lugar en los años ‘76-‘77 era utilizado como campo de tiro; que distaba 5 o 6 km. de la IV Brigada Aérea. “En Las Lajas había una guardia y una casucha”, agregó que, por entonces, habían sacado las guardias, pero no supo explicar los motivos.
Lxs Marín, por primera vez
María Celina Marín, abogada, es hija de Carlos y hermana de María del Carmen Marín. Los dos últimos, detenidos desaparecidos el 28 de julio de 1977. Fue convocada por la Fiscalía para que narre los hechos suscitados en esa fecha.
María del Carmen hacía un año y medio que se había trasladado Buenos Aires. Estudiaba Bellas Artes y militaba en la Juventud Peronista. Era la mayor de la familia y, por entonces, tenía 22 años. Su padre, Carlos Marín era viajante, tenía con ella una relación fluida e insistía que volviera a Mendoza. En las vacaciones de invierno, la joven decidió regresar para recomponer la relación con su madre y se alojó en su domicilio de calle Belgrano. Su padre vivía separado en la casa de una hermana en San José. En ese domicilio recibió varias cartas destinadas a su hija; cartas que no entregó para evitar corriera más riesgos.
En este contexto, la testigo relató que el día 27 se presentó un joven en la casa materna, apodado el tucumano, con el propósito de advertir los riesgos que corría y entregar a María del Carmen una pastilla de cianuro. Como no la encontró la dejó en manos de su madre. Cuando regresó María del Carmen se generó un debate familiar. Después de ello la joven se retiró para encontrarse con el tucumano y ya nada más se supo.
Entre las 5 y las 6 de la mañana del día 28 hubo un operativo en casa del padre. Marín fue secuestrado mientras le preguntaban por las cartas y contactos de su hija. Ese mismo día, a las 10 de la mañana, personal de civil vino a buscar a la testigo y a su madre, para interrogarlas.
María Celina Marín recordó que se contactaron con el Comando e hicieron las gestiones típicas de búsqueda. Asimismo, denunció a Leonor Sugasti como una persona infiltrada en el facultad de Derecho que fingía acercarse a ella para estudiar, pero tenía en la mira a su hermana.
Sobre Mauricio López y Osvaldo Zuin
Norberto Estrach, sobrino de Mauricio Amílcar López, estuvo presente en el momento de su secuestro. Se encontraba en la planta alta de la casa y al escuchar los golpes de la patota huyó hacia la terraza. De allí pasó al techo de una pensión vecina desde donde observó el operativo por fuera.
Pudo ver que los raptores contaban con un auto Peugeot y un Falcon. La puerta era custodiada por dos militares uniformados. Unos 10 minutos después vio salir a Mauricio, maniatado. Así fue introducido en el Falcon y los dos autos partieron con rumbo al oeste. También cargaban una valija, que luego infirió contenía los bienes de valor robados a la familia. Vestían ropa de combate y borceguíes, afirmó.
El testigo recordó la carta manuscrita recibida a mediados de enero del 77 y recalcó que el profesor no tenía militancia en ninguna Organización y que practicaba “un humanismo en el verdadero sentido de la palabra”.
A mediados de marzo de aquel año, Estrach se exilió en España por el riesgo que el significaba para él haber tenido proximidad con una Organización de izquierda.
María Celeste Seydell, proveniente de Córdoba, fue convocada para declarar lo que supiese sobre Osvaldo Zuin, mendocino que fuera secuestrado en Córdoba y trasladado al Campo Las Lajas.
Al respecto, la testigo sostuvo que conoció al compañero, apodado Horacio, a fines del ’75, cuando el PRT-ERP pidió a la familia Seydell que se trasladara a Mendoza. Entonces, se vinculó con Zuin quien estaba encargado de conseguirles una vivienda. Después de ese primer contacto volvió a verlo a principios del ‘77 cuando el joven buscó refugio en Córdoba debido a que el Partido estaba desmantelado en su provincia de origen. Zuin le pidió lo pusiese en contacto con alguien de su Organización.
La testigo le armó una cita con Paco Díaz y no lo vio más. Un mes después ella fue detenida.
Preguntada sobre qué supo sobre el destino de Zuin dijo que había sido detenido por el III Cuerpo y fue visto en el Centro Clandestino “La Perla”.
Embestida contra el Partido Comunista
Por primera vez en juicio oral declaró Rosa María Rouge, detenida en su domicilio de Las Heras en un operativo que buscaba llevarse a su esposo Julio Berlanga, militante del Partido Comunista (PC). Pese a que Berlanga logró huir, Rosa fue trasladada al D2 donde permaneció veinticinco días junto con su suegra y su cuñado, además de otrxs militantes del PC.
La detención se produjo el 5 de mayo a la mañana. Varias personas de civil –solo dos uniformadas de verde- ingresaron al domicilio y la obligaron a permanecer afuera. En la vivienda, además de Berlanga, se encontraba Valerio Castillo, amigo y compañero de militancia que también fue detenido. La testigo explicó que llegaron a romper el techo “buscando armas” y que secuestraron del garaje, gran cantidad de libros que trasladaron en un camión municipal.
Durante el operativo su esposo logró escapar. Luego de llevarse a Castillo, ella fue trasladada hasta el domicilio de su suegra, Concepción Azuaga de Berlanga. Allí estaban también sus hijos, a quienes habían retirado de la escuela los militares, y su cuñado Aurelio Berlanga.
Durante su cautiverio en el D2, además de Concepción Azuaga con quien compartió celda, confirmó la presencia de Aurelio Berlanga, Valerio Castillo, Patricia Campos, Aníbal Firpo y José Báez. Explicó que fue sometida a interrogatorios donde preguntaban por el paradero de su esposo. También relató que la hicieron oír los gritos de otra detenida mientras era torturada, amenazándola con la posibilidad de que fuera su propia hija.
Finalmente, explicó que su hija mayor volvió al domicilio –que estaba custodiado- después del allanamiento y encontró todo revuelto. También afirmó que la zona era vigilada por gente ajena al barrio antes del operativo y que en una ocasión su casa había sido revisada por dos personas.
El 28 de agosto de 1978 José Rafael Báez fue detenido. Caminaba por la vereda de una casa allanada que era dirección y depósito del Partido Comunista donde él militaba. De esa vivienda se habían llevado a su compañero Jorge Aliste, apoderado del partido, y a su esposa. Sin titubear le dijo a su secuestrador: “informe al comandante de la 8va. Brigada que usted ha detenido a José Rafael Báez, secretario general del Partido Comunista de Mendoza y miembro del Comité Central”.
Lo trasladaron esposado al D2 y allí permaneció 45 días. Describió las condiciones de detención, las celdas, la falta de agua, de comida y de higiene. Lo interrogaban a las 2 o 3 de la mañana, con los ojos vendados y “tratos nada suaves”. Querían saber quiénes integraban la Organización. Él se negaba a ser delator; les decía que se hacía responsable únicamente por sus actos.
Su familia desconocía su paradero. Cuando fue trasladado a la Seccional Segunda por dos días, conoció a una trabajadora sexual que memorizó su teléfono y avisó en su casa. Lo trasladaron a la cárcel y lo juzgaron por asociación ilícita calificada, aunque el PC no era clandestino, sino que estaba suspendido en actividades. Fue liberado sin cargos en diciembre de 1981.
Su hermano, Valerio Castillo Báez, también estuvo detenido. En el D2 compartió cautiverio con otros miembros del partido como la familia Berlanga-Arzuaga, Aníbal Firpo, Patricia Campos, Jorge Aliste, Gabriel Sola e Ignacio González.
Más sobre el D2
Sobre el paradero de Olga Roncelli prestó breve testimonio Nilda Videla, vecina de la profesora desaparecida. Explicó que su familia supo, por una empleada doméstica, cuyo hijo era policía, que Olga estaba detenida en el “Palacio de Justicia”. A través de ella, la familia de Olga envió en más de una ocasión ropa y alimentos, sin tener certeza respecto de su entrega.
Oscar Miguel Pérez Fernández, ciudadano chileno, declaró, nuevamente, en juicio público sobre su detención en el D2, desde el 8 de mayo de 1979 hasta el 28 de julio del mismo año. Posteriormente, fue trasladado a la penitenciaría de Mendoza.
De los cincuenta y un días que estuvo en el D2, veintiuno fue objeto de golpes y tortura constantes, día y noche. Pudo llevar la cuenta de la fecha por los ruidos de la escuela cercana. A los veintidós días de su captura le comunicaron que sería visitado por un miembro de las Fuerzas Armadas y amenazaron con matarlo si contaba algo de lo sucedido. Le permitieron bañarse y lo condujeron frente a dos hombres de traje que llevaban una carpeta. Después de este episodio se detuvieron las sesiones de tortura, no así los golpes. Más tarde supo que, en realidad, había estado frente al vicecónsul chileno.
El testigo afirmó que identificó a parte del personal del D2 porque compartió cautiverio con exmiembros de las Fuerzas Armadas, quienes le comunicaron los nombres de los captores. Pérez pudo ir uniendo, progresivamente, las voces con las caras, una vez que le retiraron la venda. Entre ellos, mencionó a Scachi –que estaba particularmente ensañado con él por su conocimiento de boxeo y lo retaba a pelear- y Usinger, como custodios. También a Sosa, Jordán, Fernández, Giménez y Oyarzábal.
Respecto de Usinger, que realizaba los traslados dentro del CCD, recordó que decía ser chofer de la gobernación y estar en el D2 “castigado”.
Pedro Vicente Straniero volvió a Mendoza a fines de marzo o principios de abril de 1981, luego de una estadía de meses en Panamá. Había sido premiado y becado para trabajar unos meses en la universidad de allá. A su vuelta traía alrededor de 500 libros, pero, por problemas con el vuelo, su equipaje llegó días después. Cuando fue al aeropuerto a buscar las valijas con su hermano Marcelo, los detuvieron por el contenido de libros, afiches y papeles que les parecieron sospechosos.
En un Ford Falcon y con la violencia en aumento, los trasladaron vendados al D2. Uno iba tirado en el piso del asiento de atrás y otro en el baúl. Era alrededor del 10 de abril, su hermano fue liberado a los pocos días. Declaró las pésimas condiciones en que estaban allí. Fue sometido a interrogatorios con mucha violencia psicológica, incluso lo amenazaban con un arma de fuego. De ese centro clandestino recordó a un hombre bajo, fornido y de pelo largo que siempre lo trasladaba, vigilaba y acompañaba. Alrededor del año 1985 lo vio vendiendo antigüedades en la Plazoleta Alem. Se refería a Carlos Usinger.
Cuando su familia se enteró de su detención, inició muchos trámites y el 22 de abril de ese año fue llevado a la penitenciaría provincial. Lo liberaron el 2 de julio del ‘81.
La última persona en declarar fue Mirta Irma Hernández. Sus compañeros y su marido, Rodolfo Vera, del Partido Comunista Marxista Leninista, habían sido secuestrados en el Operativo Escoba, de diciembre de 1977. A raíz de eso dejó a su hija de 6 meses con su abuela en Mendoza y emprendió un itinerario de escapes por persecuciones.
Con compañeros y compañeras se fueron a Mar del Plata. Allí, fue la única de las mujeres que no detuvieron y con el resto huyeron hacia Bariloche. Al tiempo decidió ir a Neuquén y, por extrañar mucho a su hija, volvió a Mendoza. El 27 de septiembre de 1979 se acercó con el abogado Carlos Carloni al Palacio Policial para intentar recuperar su documentación y quedó detenida. La encerraron en una celda pequeña del D2 y sufrió violencia psicológica permanente. Fue liberada el 7 de diciembre de ese año. El abogado le había hecho un embargo por haberla puesto presa. Su prima, jueza de la Provincia, le dijo que Carloni era abogado de la policía.
La próxima audiencia será el jueves 30 de noviembre a las 9.30.