AUDIENCIA 28 / Las flores del reclamo

30-11-2012 | Exagentes del Cuerpo de Motorizada de la Policía de Mendoza, compañeros del imputado Morellato, repasaron partes y anotaciones del 4 y 5 de noviembre de 1976, cuando Oscar Ramos y Daniel Iturgay fueron detenidos ilegalmente en la Seccional 25, que compartía dependencias con la Motorizada. Blanca Moyano -hija de Ángeles Gutiérrez- y Francisco González -ex detenido y allegado-, abrieron la historia de la docente, sindicalista y dirigente desaparecida desde el 20 de abril de 1977.

Angelita, sus luchas

Francisco Javier González brindó testimonio por teleconferencia desde la Embajada argentina en Madrid. Fue obrero textil, militaba en el peronismo de base y estuvo detenido al igual que sus dos hermanos, uno de ellos desaparecido.

El testigo contó que vio por última vez a Ángeles Josefina Gutiérrez de Moyano, días antes de su desaparición el 20 de abril de 1977, cuando fue secuestrada en el trayecto de las cinco cuadras céntricas entre la florería de su propiedad y su domicilio de calle Espejo, en Ciudad. Francisco la visitó en la florería, le consultó por Pablo Guillermo González, su hermano secuestrado por esos días. Caminaron por plaza España; hablaron de las desapariciones cercanas y masivas, del futuro, “el futuro era muy malo para nosotros, para todos”. “Yo todavía creía que para Angelita no, todavía no, porque era una persona ajena a la violencia, que no la iban a tocar”. A Francisco le llamó la atención que Angelita le dijera que si a ella le sucedía algo cuidara a Gringo -su hijo menor-. También la notó más afectiva que de costumbre, “me abrazaba, me daba besos”. En ese momento el testigo vio pasar por calle 9 de julio un auto pequeño. Desde el interior una persona los miraba, lo reconoció como el mismo que lo había detenido a él, el 22 de septiembre de 1976: “Era un hombre pelirrojo, delgado y alto, con pecas y una cara muy particular, de unos 35 ó 40 años”, y le dice a Angelita que le parecía raro. Ella le restó importancia: “ves visiones, por aquí pasa todo el mundo”. “Lo volvimos a ver al rato, ´será cierto´ dijo Angelita, y la dejé en su casa. No la volví a ver más”, precisó Francisco.

Luego de su desaparición, los hijos de Ángeles comienzan a preguntar y a averiguar. Consultan a un primo, Osvaldo Aizcorbe, que acudió al responsable de seguridad de su empresa -un militar, un agente de la SIDE- y le dijo a Gringo que Ángeles había muerto en un interrogatorio en Córdoba, que le falló el corazón.

Sobre su propia detención, González narró que lo llevaron al D2 -en un auto, acuclillado y con la cabeza abajo y las manos de los represores sobre su espalda. “Sabía que era el D2 porque trabajé durante siete años enfrente del Palacio Policial, en la Oficina de Construcciones del Ministerio de Obras y Servicios Públicos. Considero que sabían perfectamente quién era yo, porque soy yerno del comisario Federico Massa que trabajaba en esa época en la SIDE y también conocía a Francisco Jesús Fiumarelli que trabajaba en Construcciones y luego ingresó a la Policía y al D2. Él comentaba como una aventura que era uno de los golpeadores en el Centro clandestino. Con los compañeros de trabajo notamos cómo iba cambiando de carácter”.

“Mendoza es muy pequeña”, señaló al hacer un último aporte en relación a la participación del médico de la Marina Juan Manuel Velazco Martons -conocido eventual suyo- en el D2: “Lo vi entrar por la puerta de atrás del D2, no una, sino muchas veces”.

Tras un infructuoso reconocimiento fotográfico -del cual el Tribunal aseguró repetir vía electrónica los registros digitalizados- Francisco González estalló de sorpresa al reconocer por teleconferencia a quien le sucedería en la ronda testimonial: Blanca Estela Moyano, la hija de Ángeles, la compañera madre de su amigo Gringo: “¡Estelita! ¡Pero qué linda estás! ¡Qué alegría después de tantos años!” El reencuentro iluminó la sala, resurgieron las flores con las que Blanca y Francisco vivieron juntos “antes del 73”. Blanca Estela recogió el testimoniar.

“Mi madre provenía de una familia de profundas creencias religiosas, con un alto sentido de la moral y la honorabilidad. A partir de su labor como directora de la escuela Ponce de Videla asume un profundo compromiso con la comunidad boliviana en los años ´50, en el origen de los asentamientos del Oeste. Se transforma en una referente, logra que las familias envíen a los chicos a la escuela, dos de esas niñas, huérfanas, fueron criadas conmigo y mi hermano. A la par, iba al Convento del Buen Pastor. Luego, a través de su participación en el Sindicato del Magisterio, donde era continuamente reelegida, profundiza su actividad gremial hasta fines de los ´60. Después integra la Dirección de Enseñanza Media, comienza a agruparse y participar de conferencias con otras mujeres. Trabaja y milita en el ámbito del Partido Peronista Auténtico, donde fue nombrada Secretaria. Sus contactos son Alicia Peralta, Angélica de Coria, Susana Sanz, Héctor Chávez, Gerónimo Morgante, José Suárez.


Estela detalló el clima hostil que se desenvolvía en torno a su madre, semanas previas a su desaparición. Se apoyó en los aportes de allegados y de una historia reveladora que da cuenta que a Ángeles la tenían apuntada: “María Elena Moyano de Blanco fue secuestrada, llevada al D2 y luego liberada cuando se dieron cuenta de que no se trataba de Ángeles Gutiérrez de Moyano”, señaló el fiscal Dante Vega. La testigo explicó: “eran muy parecidas físicamente, las dos eran docentes, las dos peronistas. En el interrogatorio le preguntan por su rol como Congresal del Partido, ahí descubre la confusión respecto a su amiga. Se produjeron silencios, vacilaciones de los torturadores, uno de ellos comentó a Elena ´ha habido una confusión con usted´. La liberan. Le dice a Angelita que se vaya, que ella había sido detenida en su lugar”.

Otras personas que notaron la persecución a la docente fueron Gringo, su hijo y confidente, que estaba muy preocupado ya que sabía que “corría peligro, estaban desapareciendo gente”; Camilo Giménez, que vio a un sospechoso merodear la florería dos días antes del secuestro; el doctor Alfredo Guevara, que desde su estudio próximo a la florería vio un Renault 12 blanco estacionado sobre España; Angélica de Coria que aquella misma tarde estuvo en el negocio y se alertó ante tres personas que bajaron de ese vehículo con la excusa de comprar flores.

La noche del 20 de abril de 1977 Ángeles y su hijo cierran tarde la florería de calles España y San Lorenzo. Cerca de la medianoche se separan en la puerta del negocio, la madre por España hacia su casa de calle Espejo, el hijo junto a su amigo Gabrielli, por San Lorenzo hacia el Oeste. Entre Rivadavia y Sarmiento, Ángeles es interceptada por un Renault 12 blanco, del cual descienden personas armadas que la toman por la fuerza, ella grita su nombre, que avisen a su hijo, que es la dueña de la florería. En la entrada del cabaret Tiffanys alcanza a ver a un hombre, potencial testigo del hecho. Él sale en su defensa y de otro vehículo apostado con más individuos armados lo amedrentan. Los vehículos se van, el testigo -Oscar Savarino- camina 150 metros hasta Investigaciones donde le rechazan la denuncia. Vuelve al cabaret y narra lo que presenció a dos mujeres. Son ellas las que al día siguiente -al escuchar por la radio en un taxi el pedido de la familia por información sobre la secuestrada, y a instancias del taxista- contactan al hijo de Ángeles.

Ya había sido presentada la denuncia en la Comisaría 2da, bajo firma del oficial Bardaro. La respuesta al habeas corpus presentado ante la Justicia Federal demoró 45 días y fue rechazado. El juez Guzzo, Garguil y Walter Rodríguez son los firmantes de las cédulas. Una prima de Estela le habría dicho que Guzzo le realizó proposiciones sexuales para brindar datos sobre su tía, de lo contrario, la familia “nunca más sabrán nada si depende de mí”. Por su parte, Gringo también fue perseguido tras el secuestro y se mudó a casa de unas  tías, constantemente acosado por un auto sin patente. Un mes después, esa vivienda es allanada, a Gringo lo despiertan con un arma en la cabeza y sin dar explicaciones se van. El fiscal Vega aportó que la ex detenida Susana de Porras habría visto fugazmente y por comentarios de los policías, a Angelita en el D2.


“Mi hermano fue citado ese invierno por una persona en Las Heras que le dijo saber sobre mi mamá, tenía miedo. Parado en una esquina oscura, un auto que daba vueltas, dos hombres que le vendan los ojos, lo llevan a una casa, en una habitación donde dormía un niño le quitan las vendas. Aparece un hombre que dice venir de Córdoba y le indica que mi mamá estaba allá, que hagamos algo y rápido. Viajamos en julio, en el III Cuerpo del Ejército nos entrevistamos con los generales Maradona y Santiago. Dijeron saber quién era ella, que era del Peronismo Auténtico, que militaba con Martínez Bacca, que era comunista, y que como todos los comunistas debía estar fuera del país. Negaron todo, que no hiciéramos más nada».

Por pertenencia y contacto con las monjas y sacerdotes mercedarios, los hermanos se dirigen al Buen Pastor de Córdoba. La madre superiora les dice que no había presos políticos en la provincia, sin embargo, en los  techos del Convento estaban apostados en ese momento uniformados del Ejército con armas largas. Estela recordó al Presbístero Antonio Portero, confesor de Ángeles desde la época del Buen Pastor en Mendoza y hasta que la secuestraron -Ángeles “era de confesión semanal”-, que resultó ser capellán de la Fuerza Aérea y no atendió nunca sus consultas. También recordó a las monjas del Hospital Militar, donde acudió en diciembre de 1977, ante un anónimo en el que decían que allí estaba su madre. También dijeron desconocerlo todo, recordó Estela.

El 25 de junio de 1989, el coronel Hugo Alfredo Soliveres juez instructor militar, indaga a Estela y la presiona respecto a que revele el nombre de Oscar Savarino, único testigo presencial del secuestro y en compromiso de no ser revelado ante autoridad militar su nombre por la familia Moyano. El testigo está fallecido y nunca prestó declaración en ninguna dependencia.

Cartas a Videla, a Massera, a Agosti, a Harguideguy, a Lépori, a Maradona, al Papa, al representante de los Derechos Humanos en Estados Unidos, a la Organización de Estados Americanos, a la Cruz Roja Internacional. “Era lo único que podíamos hacer, ya nadie daba datos de su paradero, estábamos como al principio: se la llevaron, la subieron a un Renault 12 blanco y hasta hoy nunca supimos que pasó con ella. La versión es que la orden de desaparecerla vino de la Fuerza Aérea y la ejecutó la Policía de Mendoza. Agradezco profundamente esto que están haciendo. Lo hemos esperado más de treinta años, que se haga justicia, sólo eso esperamos, Justicia”, cerró Estela.

Tiempos para interrogar

Ricardo Nazareno Porfiri, Héctor Silvano Cuadro y Guillermo Humberto Bastías son jubilados de la Policía de Mendoza. Prestaron testimonio a pedido de la defensa de Fernando Morellato Donna. Los tres se remitieron a su experiencia en el Cuerpo de Motorizada en particular y leyeron e interpretaron las anotaciones del libro de novedades de la dependencia entre los días 4 y 5 de noviembre de 1976, fecha en las cuales son detenidos, retenidos en Motorizada y trasladados al D2 Oscar Ramos y Daniel Iturgay.

Con distintos grados de “recuerdo”, los ex agentes dieron datos contradictorios en cuanto a la rigurosidad de lo consignado en el libro de novedades. También difirieron en su apreciación respecto del funcionamiento en el cuerpo. Por ejemplo, y a los fines de determinar responsabilidades en los operativos realizados por aquellas jornadas, no coincidieron los ex compañeros de Morellato al decir si los móviles de Motorizada durante todo un turno eran responsabilidad y utilizados por los mismos agentes o si podían cambiar de móvil en un mismo turno. Esto resulta dato relevante a la hora de determinar actores presentes en los procedimientos, los cuales fueron asentados en el libro según el móvil que concurrió al lugar de los hechos.

También hubo disidencias acerca de la valoración de un supuesto que el abogado defensor le planteó a sus testigos. Ariel Civit pretendió sentar la idea de que hacia el domicilio de Oscar Heinze, dueño del auto que habrían intentado robar Ramos e Iturgay y motivo de que hayan sido detenidos en la madrugada del 5 de noviembre, puedan haber concurrido dos móviles. Esa hipótesis, sin sustento probatorio, demostraría -según la estrategia de la defensa- que quizás los detenidos partieron en un móvil y otro se quedó en el lugar y se conectó con Heinze, por ese motivo el dueño del Citroen “casi robado” no habría visto ningún detenido y ni siquiera la tentativa de hurto. Sólo se encontró con policías en la calle de su casa que le dijeron que intentaron sustraerle el auto.

Otro dato consultado con los policías fue respecto de la orden del Jefe de la Policía, Julio César Santuccione, según la cual los detenidos que tuviesen vinculación con la militancia política -“subversivos”- debían ser remitidos al D2 y a la Comisaría de la zona. La Fiscalía consultó cómo podrían saber ellos -Motorizada- si se trataba de activistas políticos, o no, los aprehendidos por ellos en un procedimiento, de manera tal que pudiesen dar aviso al D2 y trasladarlos allí. Dudas y respuestas a medias salieron de boca de los testigos. Solamente coincidieron en que Pedro Dante Sánchez Camargo -jefe del D2- podría haberse enterado de la detenciones de Ramos e Iturgay a través de las comunicaciones por medio del canal de radio que conectaba a las delegaciones y móviles con el Comando Radioeléctrico. También surgieron dos posibles vías de conocimiento: los partes de novedades que las delegaciones entregaban entre las 7 y las 8 de la mañana a los jefes y que contenían los movimientos ocurridos en las últimas 24 horas; y las actas de aprehensión labradas respecto de cada operativo “con resultado positivo”.

Con tantas vías de comunicación y de intercambio de comunicación, consultó Dante Vega, ¿cómo puede ser que cuando la justicia hacía averiguaciones en aquellos años en virtud de los miles de habeas corpus presentados por familiares detenidos desaparecidos, siempre las respuestas hayan sido que no se tenía conocimiento, que no se habían enterado de nada… “No lo sé doctor” se escuchó como respuesta.

Los tres testigos adujeron que la demora de más de 5 horas de Ramos e Iturgay en la dependencia de Motorizada, entremezclada con la Seccional 25, podría deberse a colapso laboral incluso a esa hora de la madrugada de ese día que hicieron que Heinze fuera. Él, según dijo en su testimonio, cuando se presentó no vio movimiento alguno. Dejaron en claro que cuando ese Cuerpo de “acción rápida” detenía a alguien, si lo llevaba hacia su establecimiento era simplemente para labrar actuaciones que no incluían ni denuncias ni certificación formal de identificación: “nosotros lo que hacíamos era un acta de aprehensión, con inspección ocular y secuestro de vehículo, tras lo cual lo trasladábamos de inmediato a la Comisaría” correspondiente según el lugar del acto delictual, relató Porfidi. El mismo testigo respondió a Civit que no se interrogaba a los detenidos en la sede porque no había ni tiempo ni lugar para hacerlo. “En 5 horas”, repreguntó Dante Vega, “¿no alcanza el tiempo para interrogar?” Afirmativo.

Hay cinco horas, repasaron Vega y Burad, en las cuales algo debe haber pasado respecto al caso de Ramos e Iturgay para que el mismísimo jefe del D2 fuera a una dependencia a buscar a dos detenidos que en sus prontuarios -levantados y exhibidos en ese momento ante la sala – no tenían asentada ninguna militancia política. ¿Cómo se supo que eran activistas? ¿Cómo lo averiguaron en Motorizada y luego lo supo el D2? Esas preguntas llenas de espacios en blancos en las declaraciones de los agentes policiales de aquella época son las que encuentran respuestas en la hipótesis de la querella de que Morellato los retuvo en la sede del Cuerpo, los interrogó y hasta le pidió prestada una picana a la Policía Federal para continuar con la indagación. Esas acciones, no previstas por las autoridades de la Policía Provincial para una división como la Motorizada -dedicada a otra tarea y sin instrucción particular respecto de la “lucha antisubversiva”- le valieron a Morellato una sanción pedida por Sánchez Camargo.

Los testigos dijeron no tener conocimiento sobre qué sucedía en el D2 durante los años de la represión ilegal. “¿Usted dijo que no sabía nada del D2 ni de la orden de Santuccione de remitir allí a militantes detenidos?”, consultó la querella. “No, eso no estaba al alcance de mi jerarquía” respondió uno; “No tengo idea”, dijo otro. – “Pero ¿sabía que le decían ‘El Loco’ a Sánchez Camargo?”, insistió el Fiscal. -“Sí”. -“Eso, más la orden de enviar detenidos subversivos al D2 no le daba una idea de lo que allí se hacía?” Silencio.

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