22-11-2012 | El testimonio de Ana María Bakovic aportó claves sobre los secuestros de Oscar Daniel Iturgay y su marido, Oscar Ramos. La testigo y víctima -estuvo detenida entre 1975 y 1979- narró las crudas ausencias de su padre y de su hijo, a quien recuperó en 1984. El imputado Fernando Morellato amplió su declaración: “Todo cuerpo necesita descansar”, dijo el represor que pidió prestada una picana.
“Reclamá al Cunfi”
Ana María Bakovic y Oscar Julio Ramos se conocieron en 1973. Él se presentó a dar clases en la Universidad Popular de Mendoza. Ella tenía 20 años, el 33. Para Oscar, “el teatro tenía que manifestar lo que pasaba, expresar lo que hacía falta”. Por eso “vino de Buenos Aires a Mendoza a trabajar, a ver qué se podía hacer por el teatro”.
El triunfo de Cámpora en las elecciones presidenciales de aquel año decidió a la pareja a volcarse por la militancia en el peronismo, en Montoneros: “¡La ocho, la ocho!” recordó Ana en referencia al n° de boleta que en Mendoza llevó a la gobernación a Martínez Baca. “Hacíamos trabajo social en el territorio. Trabajábamos dando todo, era lindo. Y no estábamos clandestinos. Se empezó a poner feo cuando Perón nos dijo imberbes”, dijo.
Se casaron, nació Ernesto Sebastián, se fueron a vivir a calle Remedios Escalada de Dorrego junto con Domingo Bakovic, padre de Ana María, mayor de 80 años. Oscar dirigía, vendía libros. Ana trabajaba en la municipalidad de Guaymallén, formaron un grupo militante con otros compañeros, Daniel Iturgay, Tito Gómez, Aquilino Soria. Iturgay -de 18 años- a su vez era vecino de Bakovic y Ramos, vivía en una casa adelante con su familia, de la cual era el sostén. “Daniel estaba conscripto en el Ejército, empezó a tener problemas. Tenía miedo, decía que se iba a ir, lo apretaban, lo bailaban mucho, lo querían borrar. El hostigamiento fue político. Por eso se abrió, dejamos de verlo”, dijo Bakovic sobre Iturgay.
La tarde del 4 de abril de 1975 Ana fue secuestrada por patrullas de la policía de Mendoza, en inmediaciones de la rotonda del Avión en la costanera, donde panfleteaba con motivo del tercer aniversario del Mendozazo. El fiscal Dante Vega desprendió de la lectura del acta del procedimiento policial que el mismo se produjo en dos Ford falcon operados por el oficial principal Fernando Morellato, del subcomisario Céspedes y los agentes Rosales, Sepúlveda y Pereyra. Poco pudo recordar la testigo acerca de las instancias primeras de su detención: “Un uniformado de azul me tomó del brazo y me llevaron a una comisaría -tal vez la 25-, me tomaron declaración, recuerdo una máquina de escribir. Esa noche, o la siguiente, fui trasladada al Palacio policial. Entro al D2 en los calabozos. Fui interrogada dos veces, en otro piso, no recibí maltratos. A los diez días me llevaron a la Penitenciaría, en el interín estuve en presencia de un juez y a instancias de mi madre me dejaron ver a mi niño, a través de la mirilla de la celda. En el Penal permanecí hasta septiembre del 76, cuando fui parte de la primera tanda de mujeres trasladadas a Devoto”. Cuando salió en libertad en 1979, Ana María se avocó a las búsquedas de Domingo, su padre; Oscar, su compañero; y Sebastián, su hijo.
“Mi papá se llama Domingo Bakovic, es yugoslavo. Tenía ideas de izquierda, de su historia, de su país, hablaba de comunismo, de socialismo, de Rusia. Al Penal me visitó dos veces, me veía un ratito, estaba lúcido, bien parado. Él recibió el papel de mi cesantía en la municipalidad. Tengo el dígito pulgar de él marcado ahí. Después del golpe no volví a verlo, estaba muy viejito, nadie volvió a verlo. Cuando salí lo busqué: ningún registro suyo en ningún lado: ni partida de defunción, ni registro civil, ni pensión de invalidez, ni junta electoral, no sé si él votaba, tampoco se votaba mucho. Mi papá no sabía leer. Una vecina -Gladys Iturgay, hermana de Daniel- dijo haber oído una explosión, otros le acercaban comida, lo asistían. Al viejito nunca más lo vieron.”
Poco logró reconstruir Ana sobre Oscar: “nadie hablaba, nadie decía nada, no había nadie, no quedaba nadie. Alguien me dijo que lo agarraron, lo soltaron y lo mataron en la calle. Con Iturgay, estaban juntos”.
La mención que hizo el fiscal respecto a dos archivos permitió enmarcar las situaciones de Bakovic y Ramos: Por un lado, un pedido de capturas contra Alfredo Lerouc, Roque Moyano, Luis Santarone y Oscar Ramos, de parte del comisario Ruiz Soppe en base a “indagatorias en el D2”. Por el otro, la indagatoria de parte del fuero federal a la detenida, que incluye la mención al allanamiento de su domicilio. Los expedientes tienen fecha del 16 y 17 de abril de 1975, respectivamente. El primero lo firma Otilio Roque Romano, como juez subrogante. El segundo lo firma la misma persona, en calidad de juez federal.
Ernesto Sebastián Ramos tenía nueve meses cuando su mamá fue detenida. Nueve años tenía cuando ella lo reencontró en 1984. Ana abarcó la historia: “Mi mamá era muy pobre, tenía cinco hijos cuando me detuvieron. Mi hijo estuvo con Sara Morelli, la niñera, hasta que me trasladaron a la Penitenciaría y se quedó conmigo. Ahí conocí a Raquel Miranda que era visitada por el hermano y la cuñada. Sacaban a pasear a mi niño, se encariñaron con él. Cuando iba a cumplir dos años tenía que sacarlo del Penal. Le di la tenencia a ellos, a Ángel Felipe Miranda, regularmente por el juzgado y hasta tanto yo saliera y pudiera tenerlo. De Ramos sólo sabía que estaba bien. Que estaba, que estaba vivo. Ramos vio al chico, me mandó preguntar dónde encontrarlo. Miranda lo tenía en tenencia, para septiembre de 1976 se citaron en calle San Martín y Zanjón de los Ciruelos, fue a buscarlo. Miranda no los vio más, no aparece el padre, no aparece el niño”.
“En Devoto, me llega que Ramos había caído con el niño, que lo reclamara. Entre la censura, escribí cartas al Juzgado de Familia de la calle Chile en Mendoza. Reclamaba por mi hijo, explicaba que se llamaba Sebastián, que él sabía su nombre, que le decían Cunfi, que entendía. En la cárcel me avisaron que yo era la madre, que siguiera reclamando, llegaban señas a través del vidrio. Del juzgado me contestaban que no, que no tenían nada, no decían si era NN, si era desaparecido, si estaba perdido. Yo explicaba su edad, sus características. Cuando salgo voy derechito al juzgado, busco en la Casa Cuna, en libros, no estaba por ningún lado el niño, no estaba. En febrero de 1984 me cito con una señora que dice saber quiénes lo adoptaron. Con esos datos vuelvo al Juzgado de calle Chile, me dejan revolver los archivos, buscarlo entre los NN, busco, encuentro. ´Es mi hijo´, le dije a la secretaria de la Jueza Dávalos, Sebastián Ernesto en los NN. La jueza me conecta con quienes lo tenían. Se habían juntado las dos cosas. Fui a verlo, tenía nueve años, me abraza y me dice hola mami ¿y el papi?”
“Él no se acordaba de nada, la mujer me dijo que no quería saber más nada, yo no pregunté más nada. La mujer me dijo que no preguntara cómo había llegado Sebastián y la jueza restituyó su partida de nacimiento. Tenía sus nombres al revés y otros apellidos, Bustos Chiecher. La entrega fue el 6 de febrero de 1984, la mujer -Azucena- me dijo ´aquí termina mi rol´. Él -Faustino Samuel- se mantuvo parco”.
“No había contacto entre los tres juzgados, pedía por él en uno y en el otro piso la jueza entregaba a mi hijo; según la jueza, para ´sacar las cosas rápido y no revolver más´. Y yo tenía el indicio para reclamar al Cunfi”, dijo Ana María. La intervención de la doctora Viviana Beigel permitió entender que como “el niño se dio en adopción plena, por el derecho a la identidad, ninguno de esos documentos puede ser destruido y obliga oficiar la búsqueda a todos los Juzgados de Menores.
La verdad faltante
Fernando Morellato Donna continuó la declaración que había comenzado el 9 de noviembre. Mantuvo la estrategia de autovictimización y descargo de responsabilidades y odios en terceros, sobre todo sobre el Jefe del D2, Pedro Dante Sánchez Camargo. El fiscal Dante Vega le consultó si la División Cuerpos -Motorizada, Caballería e Infantería- tuvo relación con la denominada “lucha contra la subversión”, cuestión que Morellato descartó: “no sólo que no lo sé, sino que me parece que no”. “Cuando nos llamaba el Comando Radioeléctrico decía que debíamos trasladar a los detenidos al D2. Ya sabíamos que por algo era, porque nosotros pedíamos el antedecente, allí salía si tenían alguna militancia. Pero nunca tuvimos una relación estrecha, ni yo ni el Cuerpo”.
Vega leyó un expediente que da cuenta de un operativo en 1975 realizado por el Cuerpo de Motorizada y en el cual figura que Morellato detuvo a militantes de Montoneros, entre ellas Ana María Bakovic -compañera de Oscar Ramos- que prestó testimonio en el turno anterior. El imputado dijo que no lo “descarta”, que puede haber sido “algo de rutina”. Mencionó que el Jefe de la Policía había sacado una circular en la cual ordenaba que cualquier detención que hiciera Motorizada debía resolverse trasladando “de inmediato” a los aprehendidos hacia la Seccional que correspondiera según la zona, o al D2 si se trataba de militantes políticos. Sin embargo, Bakovic declaró haber estado largas horas en la Seccional 25 antes de ser trasladada al D2. Ramos e Iturgay también pasaron horas allí antes de ser buscados por Sánchez Camargo.
Morellato sí recordó a la perfección que Motorizada acudió a un llamado del Comando Radioeléctrico por dos personas que estaban tratando de robar un auto, lo cual “mi gente impidió”. Sin embargo refirió una y otra vez que no tuvo participación alguna en las detenciones, traslados, interrogatorios y entregas de Ramos e Iturgay al D2. El abogado querellante Pablo Salinas le leyó tramo por tramo la nota de su legajo del 6 de noviembre de 1976, que da cuenta de la sanción que se le aplicó por haber malogrado una pesquisa de militantes. Ahí consta que Morellato detuvo a dos personas y las llevó a la Seccional 25, donde las interrogó sin los conocimientos necesarios para “sacar” información sobre el núcleo político al que pertenecían, que se dirigió a la Policía Federal donde, además de publicitar que tenía detenidos “insurgentes”, pidió un “elemento eléctrico mecánico” -picana- y que se lo facilitaron. También se lo responsabiliza por haberse quedado con un revólver calibre 22 que le retiró a Ramos. En la nota se repasan horarios de detención por parte de Motorizada, entrada y estadía de Ramos e Iturgay en la Seccional 25; sobre los hechos en general Morellato refirió que se relatan allí cómo “más o menos” fueron, excepto lo que se refiere a su participación.
Tanto acerca del legajo, como de la nota de pedido de sanción y del libro de novedades de la Seccional 25, Morellato asegura que se asentaba todo como pasaba, salvo errores o “agregados” cometidos por diversas personas, todas en su contra:
El 4 de noviembre a las 20 horas toma guardia, a las 23 un agente lo deja en su casa. Desde el Comando Radioeléctrico salen tras dos personas señaladas como próximas a robar un auto. Los detuvieron bajo los nombres de Carlos Alberto Inchaurraga y Jesús Alberto Olivera. Se trataba de Ramos e Iturgay. Morellato dijo que en ese momento estaba durmiendo en su casa -en pleno turno, que era de 20 a 8 de la mañana. “Todo cuerpo necesita descansar” dijo y movilizó a toda la audiencia-. Agregó que volvió a su lugar de trabajo en la mañana, pero eso tampoco consta en el libro de novedades.
Al momento del traslado de los detenidos desde la Seccional 25 hacia el D2, el imputado dijo que se encontraba en la Comisaría 16 de Las Heras porque salieron a un procedimiento citados por el Comando Radioeléctrico que resultó “sin novedades”. Rato después dijo que como “no hubo novedades” no se comunicaron con la 16. También repitió que “ellos” -Motorizada- no sabían nada ni tenían nada que ver con la persecución de “subversivos”, eso era competencia de Sánchez Camargo, con “personal a cargo” -desconoció si se trataba efectivamente de Eduardo Smaha y Osvaldo Fernández, como sí le afirmó en entrevista al periodista Rodrigo Sepúlveda-.
“¿Qué explicación tiene la nota de sanción de Sánchez Camargo si usted dice que no hizo nada?” insistió fiscalía. “¿Por qué me pasa a mí de un delito común a uno de lesa humanidad?”, pretendió repeler la consulta. “A mí se me van un poco los libros porque soy bastante sanguíneo”, se excusó al hacer una mezcla de temas y tiempos en su descargo. Luego especuló: “Sánchez Camargo a las 10 y media de la mañana se llevó a los detenidos y a las 11 y pico ya me estaba citando a mí, porque dijo ‘acá lo voy a enganchar’”. Reiteró la historia de su sobrino que, cursando el servicio militar y tercer año de medicina, debió huir de la represión hacia Brasil. Por su búsqueda y filiación con el joven sería supuestamente asediado por el jefe del D2 y el de la Policía, Julio César Santuccione.
Morellato dejó en claro que para noviembre de 1976 era Oficial Principal, último grado de subalterno; que su Jefe era el Comisario Emilio Alfaro; y que el segundo al mando fue Oscar Lillo hasta que se suicidó y -en los hechos y sin nombramiento- Alfaro le delegó responsabilidades de subjefe. Pese a ello, intentó desligarse: “Cualquier civil de la calle sabía mejor que yo o nosotros lo que pasaba en el D2”. “Se corre la bola de lo que puede pasar, pero si yo le digo que si sé de algún caso de torturas o de un solo hecho de desaparición le estaría faltando a la verdad”.
Repitió que del D2 no sabía nada, sin embargo en la primera parte de la declaración mencionó que se reunió con Sánchez Camargo en ese lugar: “Tenía temor porque me sorprendió que me citara un sábado a las 20 horas, estaba todo apagado, el despacho suyo estaba frente al ascensor, entré, me senté y me tuvo cuatro horas”. “¿Cuándo ocurrió esa reunión, antes o después del golpe de Estado?” preguntó el fiscal. “¡Noo! Ya estábamos en pleno tiempo militar, después de que se fue el gobierno debidamente constituido”, respondió el acusado.
Vega aclaró que son dos personas las que mencionan en declaraciones la relación de Morellato con la Policía Federal en el contexto de las acciones ilegales durante la represión. Se refirió a Sánchez Camargo y Carmelo Cirella Paredes, que incluso declaró que el ex-agente de la Motorizada lo torturó tras detenerlo por delitos comunes-. Paredes -entonces agente de la Federal- dio testimonio del accionar conjunto policial, hechos retratados en el documental “7746 Legajo CONADEP” del periodista de Radio Nacional Rodrigo Sepúlveda. El acusado refirió que todo lo que hayan dicho en su contra tiene que ver con que tenía mala relación con ellos, porque lo odiaban. Pobre víctima…
Inquietudes
La jornada se completó con la breve citación al testigo Héctor Tomás Salcedo, en relación a la desaparición de su amigo Roberto Blanco. Salcedo resolvió la inquietud del Tribunal respecto al origen de la víctima: Blanco era cordobés, sus ocho años en la Provincia no modificaron su acento.
Por otro lado, con gran presencia de público y de las Madres de Mendoza, se realizó en las inmediaciones de Tribunales Federales una conferencia de prensa por parte de representantes de los Organismos de Derechos Humanos acerca de los preocupantes hechos de amenazas que desde antes de que empezara el presente juicio han sufrido jueces, abogados, familiares, periodistas. El acto de repudio se efectuó en el mismo Memorial a los desaparecidos de Mendoza, atacado al inicio de esta semana.