AUDIENCIA 32 / Un mal día

21-12-2012 | Testigos convocados por la representación de la defensa del acusado Fernando Morellato, excompañeros, policías de la provincia, actuantes en el Cuerpo de Motorizada durante 1976 cuando en un operativo fueron secuestrados Oscar Ramos y Daniel Iturgay, se prestaron al encubrimiento. Cada uno de los aportes de Bruno Medina fueron rebatidos y se le señaló falso testimonio. Manuel Martínez prefirió el olvido. Cerró la etapa testimonial, las audiencias se retoman el 7 de febrero con los alegatos.

Parecía que Bruno Lisandro Medina Cortínez había recuperado buena parte de la memoria secuestrada, archivada, que a través del pacto de silencio sostienen cientos de ex agentes policiales y militares, testigos, cómplices o partícipes de la represión ilegal. Lo locuaz le duró el tiempo que duraron las preguntas de Ariel Civit, abogado defensor del imputado Fernando Morellato Donna, quienes convocaron a Medina. Diez minutos le duró el ejercicio de memoria. Un relato armadito, con notable detalle de los hechos que en un operativo del Cuerpo de Motorizada de la Policía de Mendoza derivó a las 4.45 del 6 de noviembre de 1976 en los secuestros y desapariciones forzadas de Ramos e Iturgay. “Yo fui el que los aprehendió y corrí a uno también”, dijo Medina. Morellato “simplemente era un superior mío cuando estaba en Motorizada, jefe de los Talleres mecánicos del Cuerpo”, agregó.

El reflejo de la foto del rostro de Daniel Iturgay, que una compañera llevaba en la audiencia, en el blíndex que separa al Tribunal del público ilustraba la situación. Diez minutos hasta que Civit concluyó las preguntas a su testigo y comenzaron las del fiscal Dante Vega, los abogados querellantes Fernando Peñaloza y Pablo Salinas –representantes por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nacióny por el Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos, respectivamente- y los jueces Juan González Macías y Antonio Burad. Todos indagaron a Medina respecto a precisiones del operativo, del accionar y logística del Cuerpo de Motorizada, del rol que él tenía en esa estructura y su relación con el acusado.

El relato de Medina, la estrategia de Civit se desplomaron. A la omisión de datos evidentes que el ex policía negó conocer acerca del accionar ilegal  de la Policía y su “cadena de mandos y responsabilidades” hay que añadir contradicciones flagrantes que evidenciaron que mentía respecto a su propia responsabilidad en esa época y deformaba las circunstancias del procedimiento contra Ramos e Iturgay a fin de tergiversar los hechos, que indudablemente indican que se trató de un “operativo clandestino” y de desviar la atención de sus autores. Lo patente se hacía insostenible, en mitad del relato el doctor Peñaloza lo desestimó y solicitó compulsa penal contra Medina por falso testimonio. Se adhirieron Vega y Salinas. El Tribunal y los abogados ajustaron las observaciones, el defensor se replegó, el testigo desorientado, en medio de la verdad.

“La Motorizada como institución, hacía prevención, no interveníamos respecto a la lucha contra la subversión. Si hubo órdenes no nos llegaron a nosotros sino a los jefes. ¿Persecución política? No estábamos en conocimiento de nada, nos llegaban las órdenes para trasladar a los detenidos siempre a Motorizada. “Nosotros cumplíamos las órdenes, asegurar la entrega de los procedimientos a la guardia, las derivaciones posteriores las decidía el jefe de la dependencia. Llegábamos, entregábamos los aprehendidos, no detenidos, entregábamos el armamento y nos íbamos. Los aprehendidos quedaban en la guardia y los jefes decidían su permanencia. Para estar en la dependencia había que tener calabozos, Motorizada no tenía”.

“Para los operativos obedecíamos al Comando Radioeléctrico y al jefe del Servicio Nocturno de Motorizada, donde remitíamos los detenidos y el oficial de servicio consignaba el parte en el libro de novedades. El Comisario superior eran Alfaro o Grecco. Teníamos las zonas operativas de la Primera a Sexta secciones y la 33, por los barrios del Oeste. Yo era responsable del móvil O28 -Oscar 28-”.

El mismo libro de novedades fue el que presentó la defensa al testigo, a fin de dar cuenta de la supuesta inconexión de los hechos con Morellato. Apoyado en el libro, Medina explicó los hechos del 5 de noviembre de 1976, hacia las 4.30 horas donde hay una constancia del desplazamiento del móvil O28, por orden del Comando, hacia calles Pellegrini y España de Ciudad, tras dos personas en intento de robo de un citröen estacionado. Dijo Medina:

“Uno estaba en la parte trasera y otro en la delantera del vehículo. El de atrás forcejeaba el baúl o la chapa. Al ser aprehendidos los colocamos boca abajo, uno de ellos se levanta, sale corriendo, lo alcanzo en los baldíos detrás del monoblock, llega otro móvil de apoyo -habló hasta de un tercer móvil, los vio, sin embargo no recuerda quiénes ni cuántos eran-, ordenan trasladarlos a Motorizada. El móvil de apoyo se quedó tomando la denuncia al vecino dueño del auto -Oscar Heinze, al que Medina no vio-. El operativo fue de 15 a 20 minutos, Ramos e Iturgay fueron requisados, sin armas, trasladados para la identificación correspondiente en la dependencia. Está la constancia, “entregamos a los aprehendidos, le dieron entrada en los libros y nos retiramos a continuar patrullando. Ignoro qué pasó con ellos”. Sí en cambio reconoce por qué se acuerda de ese procedimiento de Motorizada: “En cuatro, cinco años hice ese solo procedimiento. Era tranquilo, de noche no había gente en la calle, eran las doce de la noche y no había nada”.

“Diríjase al Tribunal”, propuso el fiscal: “No recuerda cuándo ingresó a la Motorizada ni cuándo se retiró, no recuerda el nombre de sus superiores para la época de los secuestros, ni quiénes lo acompañaron al operativo ni cuántos eran los policías que llegaron de apoyo. No recuerda la fecha del golpe de Estado, ni al Jefe de la Policía, ni que se encontraban bajo órdenes del Ejército. Ni que Sánchez Camargo fuera el jefe del D2. Ni qué hacía el D2, ni su vinculación con el resto de las secciones policiales, ´ni qué era Investigaciones´. Sin embargo recuerda al detalle el hecho porque en cuatro o cinco años fueron las únicas dos personas a las que aprehendió”. El testigo aseveró al doctor Vega, que el libro de novedades de una dependencia policial tiene valor de documento. Preguntó a continuación el fiscal:

-: ¿Por qué figura un solo móvil en el libro si son dos los del operativo, y hasta tres según usted dice?
-: … … …
-: El libro consigna que a las personas se les requisaron dinero y un arma. Usted dice que no tenían nada. ¿Cómo se explica?
-: … … …
-: Según usted se tomaban medidas respecto a esas personas, se las identificaba, se las fichaba. Y no había calabozos. A los detenidos, ¿dónde los ponían? ¿dónde? ¿quién estaba a cargo de los detenidos?
-: La guardia. Había siempre tres o cuatro personas, una a cargo. Sobre ellos -Ramos e Iturgay- no sé, en la guardia.
-: Esto contrasta con el testimonio de Heinze, que dijo que había una sola persona en el edificio cuando fue compelido a realizar la denuncia esa madrugada. El libro también indica que a las 10.15, Sánchez Camargo, jefe del D2, retira a los detenidos. ¿Cómo sabían de esas detenciones en el D2, y que esas personas hayan sido encontradas con otras identidades, cómo lo explicaban?
“En el D2 podrían haberse enterado por radio”, esgrimió Medina, al igual que en su momento Morellato.

El doctor Peñaloza se centró en el procedimiento. Medina no recordó el número del otro móvil, quiénes se quedaron con el damnificado, quiénes iban con él -sólo mencionó a “Martínez”-. “Habrán salido a patrullar”, los excusó Medina respecto del testimonio de Heinze, que asegura que en Motorizada había una sola persona, sumado a que aseguró no haber visto nunca al primero ni al segundo o tercer móvil. “¿Quiénes en ese caso, Medina, custodiaban a los detenidos? ¿Una sola persona?”, apuntó Peñaloza.

La particular “memoria selectiva” del testigo reveló el juez González Macías. Y le señaló el conocimiento que las instancias de la justicia tienen de esa complicidad en todas las causas, respecto a ex policías ligados a la represión. El juez Burad a su vez hizo notar que Medina reiteró una y otra vez que las detenciones las hizo en Pellegrini y Patricias Mendocinas, a cien metros de lo que indica el libro de novedades -Pellegrini y España-; a cien metros de donde estaba estacionado el vehículo; y a cien metros de donde vivía el dueño, Heinze, que tuvo que salir de su casa por la presencia policial -sin móviles a la vista- en su puerta. Respecto al acusado Morellato, Burad señaló a Medina: “No sabe qué hizo esa noche y sin embargo usted es testigo”.

Contradicciones palpables y pedido de compulsa penal por falso testimonio

“Una mera posibilidad de que se acuerde”, ironizó Civit respecto a datos que particularmente no eran beneficiosos para su defendido y para el mismo testigo si son requeridos. Vega avanzó: “Diríjase al Tribunal, usted habla de dos únicos aprehendidos por única vez en cinco años en la Motorizada. Y era el responsable del móvil O28. La misma noche del procedimiento contra dos personas hoy desaparecidas usted hizo un operativo con seis detenciones. Tres horas antes, figura en el libro. Otra más, una hora después, 5.15, tres móviles -O20, O21 y O28-, por un llamado, un minioperativo para aprehender a unos sujetos que fugaron de un negocio. 21 de Noviembre del 76, arresto de dos personas “por prostitución” y trasladadas a la Seccional Primera. Última, usted -a diferencia de Morellato- aseguró nunca haber realizado salidas en auto  particular en comisión, ni qué significa eso. A las 10.10 de ese día salió usted en auto particular en comisión. A pesar de que según usted se retiró a las ocho de la mañana. Figura en el libro”.

El otro bastión que probó explotar la defensa respecto al testimonio de Medina fue la recurrencia a la figura del jefe del D2, Pedro Sánchez Camargo- “enemigo” de Morellato y responsable de los traslados de Ramos e Iturgay al D2. El testigo conocía a Sánchez Camargo como comisario de la 33 en 1965 y 1966. Era su chofer. Explicó su prepotencia para “con los subalternos”, narró un hecho confuso, personal, que habría derivado en una sanción disciplinaria por abandono de servicio de parte de su jefe, que después no quedó en nada, ya que Medina obtuvo el traslado a otra dependencia. Fue otra estrategia victimizante de la defensa que no funcionó. Una vez desestimado, el testigo agregó “el incidente prácticamente no existió”. El audio a continuación ejemplifica la verdadera categoría de “enemigos” contra quienes actuaban las fuerzas policiales.

El enemigo en la trampa

El papelón no concluyó con el falso testimonio de Medina. Ni sus nuevos problemas. Manuel Martínez Alvarado, excompañero suyo y de Morellato, en la Motorizada entre 1974 y 1989, también fue convocado por la defensa a prestar testimonio. Alguna señal habrá tenido en el camino, “mejor es no hablar”. Casi nada recordó, nada. Solamente que Bruno Lisandro Medina lo había contactado tres días antes para saber si se acordaba de los hechos. Cinco minutos duró todo su testimonio.

 

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