Ricardo D’Amico estaba detenido antes del golpe de 1976 y continuó en esa condición hasta 1982. En relación a la serie de secuestros de militantes del Partido Comunista Marxista Leninista los primeros días de diciembre de 1977, aportó su conocimiento a través de la militancia de sus hermanas, María Cristina (desaparecida en Mar del Plata desde febrero de 1978) y Nélida Mabel (más de seis meses detenida). Ambas participaban en el PCML de Mendoza, antes de que su hermano -militante de Poder Obrero- fuera preso.Entre las agrupaciones existían afinidades, eran todos muy jóvenes en 1974. Ricardo conoció a Rodolfo Vera (por su compañera Mirta Hernández, “estuvo en Mar del Plata y después en el Bolsón”) y a sus hermanos Oscar y Carlos; y a José Campos y Antonia Alcaraz. Acerca del secuestro de Walter Domínguez y Gladys Castro aportó que tras salir en libertad vivió un tiempo en Villa Marini, sobre calle Lavalle. Por los vecinos supo que en las inmediaciones se hizo “un operativo muy grande, con la cuadra cortada”, donde secuestraron a la pareja. Hacia finales del 77 un grupo de militantes -sobre todo mujeres, entre ellas sus hermanas- emprendieron la huida de Mendoza. Mabel es detenida tras sus pasos por Mar del Plata y El Bolsón.
Por militantes de izquierda detenidos y averiguaciones hechas desde la cárcel y luego en democracia, Ricardo investigó el destino de María Cristina. Dio con otra serie de secuestros al PCML, en Mar del Plata a principios de 1978. “Con muy pocos elementos y limitado en un campo de concentración, supe de la desaparición de mi hermana María Cristina a los cuatro días, tras la presentación de los habeas corpus de mi mamá y del padre de Greco, una de las mujeres secuestradas con ella. Un grupo de cinco mujeres fueron secuestradas en febrero de 1978 de la vivienda que compartían escondidas en las inmediaciones de Mar del Plata: Cristina D’Amico, María Elena Ferrando y Mirta Irma Hernández escapaban de la represión en Mendoza; Silvia Roncoroni (con sus dos bebas) y Cristina Greco (embarazada de 8 meses, cuya hija nacería en la ESMA) eran de Buenos Aires. En la planta superior de la casa vivían las dueñas. Ellas se ocuparon de las niñas durante un mes, hasta que se las pudieron dar a los abuelos”.
Ricardo habló con las dueñas de casa, sus vecinos y el padre de Greco. Logró reconstruir que “el operativo fue realizado por fuerzas conjuntas a la medianoche, amenazaron a los vecinos con disparos, Cristina y Mirta probaron fugarse a través de un terreno en construcción, cuando cruzaban unos ligustrines capturan a mi hermana, reconocida fotográficamente por las dueñas de casa”.
“La persecución a los grupos del PCML a fines de 1977 y principios de 1978 fue en todo el país: Mar del Plata, La Plata, Mendoza y Córdoba fueron los principales focos”. Otro hecho relacionado es “el fusilamiento de José Fernando Fanjul -amigo suyo e integrante del PCML- en octubre del 77 en inmediaciones de la comisaría de Arana en La Plata”. Las entrevistas con otras fuentes del PCML, para quienes la represión fue desatada en algunas ciudades y durante un breve período de tiempo son otros argumentos del testigo.
D’Amico permaneció seis años y dos meses en distintos Centros de tortura y desaparición. El 29 de agosto de 1975 a las seis de la tarde la Policía de Mendoza lo estaba esperando en una casa en Guaymallén, “una ratonera. Los captores -unos seis- me vendaron y me cargaron al auto. El día anterior la casa había sido allanada y detuvieron a unas diez personas: Mocchi, Tomini; Yanzón, su padre y primos, Raquel Mercedes Miranda, Luz Faingold, Susana Villegas”.
Fue incomunicado y trasladado al D2 donde le aplicaron durante una semana “un nivel de tortura tan intenso.” De los interrogatorios -siempre vendado- participaban varios policías abocados a recabar nombres del Partido. Algunos de sus compañeros de Poder Obrero detenidos el 28 de agosto también fueron torturados. “Las celdas estaban en el primer piso, eran muy chicas, de dos metros por uno, sin mirillas, nada de nada”. Una noche fue trasladado a la Penitenciaría.
De la cárcel recordó “los primeros días del golpe entraban -Ejército y Servicio Penitenciario Federal- a las celdas a los palazos y los gritos. Un día trágico fue el 19 de junio de 1976, toda la guardia nos sacó desnudos, nos golpearon en las escaleras y los patios, pasamos horas contra el paredón mientras nos hacían gritar ´viva mi patria argentina´. El accionar conjunto de las fuerzas de seguridad fue comprobado en el traslado de detenidos hacia La Plata en septiembre de aquel año. Ejército y penitenciarios hicieron un gran despliegue de armas y procedimientos para llevar a decenas de hombres hasta el avión Hércules, reducirlos y encadenarlos al piso de la nave. “Cuando nos sacan en camiones pensé que nos llevaban a La Perla (Centro clandestino de Córdoba). Por la forma terrorífica del trato pensé lo peor. Gritos, amenazas, golpes, en el avión nos caminaban arriba, nos molían a palos”. Recordó a Gianetto, Carlos Gómez, León Golosky, Fernando Rule, Marcos Garcetti y Ángel Bustelo entre los trasladados. D’Amico pasó los siguientes cuatro años en la Unidad 9 de La Plata y uno más en Caseros, hasta recuperar la libertad en el 82.
Conducido por el fiscal Dante Vega, afirmó que si bien Poder Obrero y PCML no estaban relacionados, él -a través de la militancia de sus hermanas- compartía actividades: “Los conocí en el 74, en una reunión en un camping camino al dique Cipolleti. Éramos mis hermanas, la chica Tortajada, José Alcaráz y las hermanas Campos, Silvia y Antonia. De regreso, la Policía nos hizo bajar del colectivo en la Terminal, fuimos demorados dos horas, salvo yo, todos eran menores, nos tomaron los datos en una habitación pequeña, casi una celda, las preguntas estaban dirigidas, algún policía sabía qué hacíamos, nos fueron a buscar nuestros padres”. “De ese grupo -confirmó Ricardo-, tres personas fueron desaparecidas y tres detenidas”.
“No, son tantas que no” contestó D’Amico al Tribunal cuando se lo invitó a agregar algo a su testimonio. Respiró su silencio. “Saber dónde está mi hermana, el cadáver de mi hermana, es todo”.
Encuentro de Martín
Mario Armando Gómez era novio de Adriana Alcaraz, hermana de su amigo José “Pepe” Antonio Alcaraz. Fue testigo de cómo devolvieron a Martín, de diez meses, hijo de Pepe y Antonia Campos, la noche del 7 de diciembre de 1977 en una caja de cartón en calle Pedernera de San José, domicilio de los abuelos maternos. Martín había sido secuestrado con sus padres la noche anterior a las cinco de la mañana, de la vivienda donde vivían en Godoy Cruz.
Mario acompañó el día 7 a don Pepe Alcaraz en averiguaciones y trámites. “En dos camionetas sacamos las pertenencias de la casa de los chicos, en la puerta había un policía apostado, no podíamos dejarlo así. Parecía que faltaban cosas y me llamó la atención que la casa estuviera picada en las paredes en el garaje, cocina, comedor, en un placard había un hueco. Fue un trajín todo el día, no hubo respuestas a las búsquedas.
Al anochecer, las familias -que vivían muy próximas- se quedaron en casa de los Alcaraz. Alrededor de la una y media de la mañana del 7 de diciembre Mario decide regresar a su casa y sale a la vereda con Adriana, su novia. Allí ven pasar un Ford Falcon muy despacio que dobló en U y volvió a pasar, en tanto otro Falcon se paró enfrente de la casa de los Campos. Se bajaron dos hombres corpulentos vestidos de civil -con camisa celeste manga corta-, dejaron una caja de cartón y los pasó a buscar otro auto de las mismas características. Todo sucedió en cuestión de segundos, los hombres se movieron rápido.
Mario fue directo a la casa mientras su novia avisaba a la familia. Cuando llega descubre que era Martín, cubierto con una manta. Volvieron todos a la casa. Es posible que el niño haya sido revisado por un médico, solicitado para atender a la abuela Campos, descompuesta. “Fue Pedro, su marido quien se ocupó entonces de Martín”. A una semana del secuestro, Pedro habría dicho a Mario que “a mi hija y mi yerno lo tienen las fuerzas de seguridad en el D2”.
“Era muy amigo de Pepe, además cuñado por noviazgo formal, muy allegado a la casa, él hablaba de política, yo no lo seguía. Estuvimos mucho juntos, tuve mucho miedo posterior a una reunión en el balneario Nonquén”, dijo. Dos días antes de los secuestros –de los que se enteró al otro día- habían estado allí comiendo un asado. Al encuentro asistieron muchas personas que Mario no conocía, del Partido Obrero. Ya la desaparición de Silvia Campos dos años antes había causado conmoción en el barrio. Luego de las desapariciones de Pepe y Antonia supo que todos los que habían estado en ese asado permanecen desaparecidos, menos él y Adriana.
Las afinidades electivas
«Para 1977, 1978 no existía la actividad política, la mayoría ya no estaba, habían sido secuestrados o se había ido. Nos ocupábamos en actividades sociales, trabajar, juntarse con amigos. La actividad política fue anterior, surgió de querer cambiar las cosas. En el Partido Socialista Popular veníamos debilitados desde 1973, pero los dos estuvimos sin cambios drásticos hasta el golpe, teníamos reuniones sociales con militantes de distintas agrupaciones, después bajó la actividad política”. A pedido de Fiscalía, Carlos Antonio Castorino -marido de Margarita Dolz, desaparecida el 17 de mayo de 1978 del hogar que ambos compartían en Villanueva, Guaymallén-, ofreció al principio de su testimonio un recorrido por la militancia de su compañera y otras personas cercanas, desaparecidas o perseguidas por entonces.
“Nos consultaron si podíamos alojar a José durante algunos días. Eran de Montoneros, pero no recuerdo quiénes. Estuvo cerca de una semana, después lo llevaron a otro lugar, creo que fuera de Mendoza”, dijo Castorino acerca de Juan José Galamba, desaparecido una semana después que su compañera.
“Con Víctor ‘Tonio’ Herrera éramos amigos, compañeros de bowling. A Daniel Romero lo conocí de la actividad política, creo que en algún momento posterior a la estadía en mi casa, con su hermano Juan Carlos recibieron a Galamba. Igual que Raúl Oscar Gómez y Liliana Millet, su esposa y compañera mía del trabajo. Había amistad entre las parejas, una militancia en común. Dos o tres días después del secuestro de Margarita, Liliana me contó que Raúl había sido secuestrado el mismo día”.
A los nombres anteriores, Vega sumó los de Aldo Patroni, Gustavo Camín, Mario Camín, Isabel Membrive, Ramón Sosa, otras desapariciones para mayo de 78 y pidió al testigo que enmarcara una explicación sobre el secuestro de su esposa: “No había actividad política, no sé si habrá existido esa lista con nombres que en un principio no le dieron importancia, venía el inicio del Mundial, quizás quisieron prevenirse de protestas”. Porque ni él ni Millet fueron secuestrados, Carlos descree de la posibilidad que los captores fueran tras Galamba.
Respecto al secuestro contó: “esa noche esperábamos a unos amigos, yo llegaba de trabajar de noche, a media cuadra me frenó la niñera de mis hijas, Miriam Elisabeth Esteve. Según su versión “fueron tres o cuatro personas de civil que invocando a la Policía Federal ingresaron a la casa luego de que ella abriera la puerta. La encerraron con Paulina y Natalia -las hijas de la pareja, de dos y tres años- en el baño y se llevaron a Margarita con su documento, no pudo ver si la ataron o encapucharon”. “No entré, indiqué a la niñera que se llevara a las niñas a casa de mis padres y fui por resguardo y consulta a casa de un amigo abogado, Enzo Santoni. A través suyo presenté el primer habeas corpus. Recorrí comisarías, el Ejército. En la Policía Federal me dijeron ´acá no queremos a nadie, no hacemos este tipo de operativos´”.
Entre llantos, Carlos evocó a Margarita: “Solidaria, le gustaba mucho ayudar, siempre pendiente de que todo estuviera bien. Estudió Artes. Nuestra actividad política no era subversiva, ella estaba un poco más comprometida. No consideramos peligroso el clima para mediados de 1978, por eso nos quedamos, podríamos habernos ido”