26-11-2021 | Declaró Rosa Antonia Pérez por los allanamientos en los que fueron secuestrados su tío Emiliano Pérez y su hermano Jorge Albino Pérez. Reconoció a Juan Carlos Santa María como uno de los responsables del operativo que realizó la Aeronáutica en su domicilio de Las Heras. A continuación, Alberto Córdoba relató su extenso cautiverio en la Comisaría 7 de Godoy Cruz. La próxima audiencia será el 10 de diciembre a las 9:30.
Con presencia de público en la sala, de acuerdo a los nuevos protocolos vigentes, se desarrolló una nueva jornada de declaraciones testimoniales en el noveno juicio. En las escalinatas de Tribunales Federales una bandera reivindicó los “sueños de los treinta mil”.
Allanamientos en Las Heras
Rosa Pérez ha declarado en numerosas ocasiones. En los ochenta lo hizo ante la justicia militar de Mendoza y luego de Santa Cruz, donde vivió. Posteriormente brindó su testimonio en el cuarto juicio por delitos de lesa humanidad de nuestra provincia. Cuando el presidente del tribunal leyó la lista completa de los imputados, la testigo reconoció a Juan Carlos Santa María como una de las personas que intervino en el procedimiento de su domicilio.
Son tres las víctimas de desaparición forzada por las que testimonió: su hermano mayor, Jorge Albino Pérez, su esposa, Gloria Fonseca, y su tío paterno, Emiliano Pérez. Los secuestros se enmarcaron en los procedimientos de abril de 1977 contra la militancia “residual” peronista, en palabras de los represores.
Rosa comenzó relatando que la familia se trasladó en la década del sesenta a General Alvear. Su padre Albino trabajaba como enfermero, era militante político y había sido concejal. El hombre sufrió persecución y fue obligado a renunciar hasta que en 1976 lo detuvieron junto a un grupo de compañeros. En consecuencia, él y su esposa, Mafalda Pereyra, prefirieron regresar a Las Heras, donde tenían una vivienda: “Después del golpe volvimos a la ciudad”, explicó la testigo.
La casa se ubicaba en la calle Monteagudo del barrio Tamarindo de ese departamento, muy próximo a la IV Brigada Aérea. Allí vivían Albino y Mafalda con sus hijas e hijos: Rosa, Verónica, Gustavo y Virgilio Ponce, un sobrino al que criaron. Ese mismo domicilio había sido ocupado previamente por el hijo mayor, Jorge Albino Pérez, y su esposa Gloria, oriunda de Córdoba. La pareja se había conocido en esa provincia durante sus estudios universitarios, pero se trasladó a Mendoza a raíz de la persecución.
Luego de Las Heras se instalaron en un departamento de Godoy Cruz. Rosa calculó que permanecieron allí hasta el verano del 76-77. Un diariero le comentó a Jorge que lo estaban siguiendo y que habían preguntado por él. El matrimonio decidió moverse: “Jorge y Gloria comienzan un periplo por viviendas de familiares. Mi padre le pide a su hermano Emiliano que Jorge y Gloria fueran a su casa y mi tío acepta”. Emiliano vivía a unas siete cuadras del barrio Tamarindo, en la calle Lucio B. Mansilla. La testigo aclaró que Jorge no estaba “clandestino”: “El día antes de su desaparición durmió en casa”.
El 6 de abril de 1977 hubo dos operativos simultáneos en horas de la tarde. Uno en la calle Monteagudo y otro en la casa de Emiliano Pérez. Mafalda Pereyra fue la primera en regresar a su vivienda entre las cinco y media y las seis, luego de retirar a su hija menor del jardín. La encontró ocupada por personas de civil.
Rosa llegó poco después de trabajar. Vio la puerta partida en dos y la marca de un borcego. Un hombre de civil, grande y con bigotes, le preguntó qué vínculo tenía con Pérez “el chico”. La obligó a sentarse en un sillón custodiada. “Me dice que me quede quieta, que el conscripto tiene la orden de tirar a matar”, refirió.
Durante el procedimiento entraba y salía gente y se llevaban bultos y cajas. El personal se comunicaba por radio entre “casa uno” y “casa dos”. En determinado momento apareció Santa María, a quien describió como un hombre “bajo pero corpulento”, vestido de civil con un abrigo largo. No habló con la familia de Rosa pero dirigía el operativo junto al hombre alto antes mencionado.
La testigo relató que más tarde llegó su hermano Gustavo, que estudiaba en un colegio nocturno. La familia fue ubicada en distintas habitaciones. A ella la dejaron en la del fondo con un conscripto que “hacía juegos con el arma”. El soldado le preguntó si estaba preocupada por su padre y la “tranquilizó”: “Pero acá no han hecho nada, no sabés cómo quedó la otra casa”. Aunque el joven no era de la ciudad, por la explicación que le dio Rosa supo que era la de su tío Emiliano.
Cuando apareció su primo Virgilio, Rosa oyó que decían “acá está el flaco del otro día”. Poco antes del allanamiento unas personas habían ingresado con el uniforme de Agua y Energía a revisar una “fuga” y Virgilio los recibió. Luego de los secuestros, la empresa explicó a la familia que no era un procedimiento normal porque sus empleados no tenían autorización para entrar en los domicilios.
En determinado momento hubo un cambio de conscriptos y uno de los soldados de apellido Gaffoglio reconoció a Gustavo porque también era de General Alvear. El hombre declaró en este juicio sobre el episodio al igual que Miguel Lorenzo Domínguez, que estuvo apuntando desde la casa de enfrente.
De madrugada, luego de llevarse libros, fotos y cosas de valor, le comunicaron a Mafalda que se retiraban y que al día siguiente les devolverían los documentos. Se trasladaron en camiones Unimog de la IV Brigada Aérea. Rosa los conocía: “Como vivíamos prácticamente enfrente, en el barrio había oficiales y suboficiales. Mi vecino de enfrente era Carelli. El vecino de la esquina también era suboficial”, refirió. En la casa de Carelli había un jardinero que durante el allanamiento regaba y hablaba de forma muy amistosa con la gente que entraba y salía. “También sabía lo que estaba pasando”.
A media mañana llegaron uniformados y preguntaron qué había pasado. “¿Cómo?, pero si usted estuvo ayer”, respondió Rosa al hombre alto que el día anterior dirigía de civil el operativo. Esta persona vivía en el barrio Tamarindo II y lo habían visto.
Inteligencia previa
A pedido de la fiscalía, Rosa refirió un hecho previo que da cuenta de la inteligencia desplegada contra su hermano y su esposa cuando residieron en el barrio Tamarindo. La familia Fredes, que vivía al lado, había invitado a Jorge y a Gloria al festejo por el compromiso de “Magui” Fredes con un suboficial de la Fuerza Aérea. Tanto ella como su madre eran personal civil de la misma fuerza, explicó la testigo. En el evento, al que asistió Carelli, sacaron muchas fotos y Jorge comenzó a incomodarse. Con la pareja había ido también Elvira Benítez, compañera de San Juan que se quedaba con Jorge y Gloria junto a su pequeña hija luego de la detención de su esposo. Elvira se refugió luego con Julio Pacheco y Nora Otín y fue secuestrada dos días más tarde de las desapariciones de Jorge y Emiliano.
Los secuestros de Jorge y Emiliano
La testigo reconstruyó cómo ocurrieron las detenciones de su hermano y su tío a unas cuadras de su domicilio, en el operativo simultáneo de la calle Mansilla. Esa tarde del 6 de abril Jorge se encontraba en la casa de Emiliano cuando sintieron golpes. Su tío abrió el portón y lo ataron con su propia camisa antes de meterlo en el baúl de un auto. Todo esto fue relatado por los vecinos ya que ocurrió de día.
Luego entraron a buscar a su hermano Jorge y lo metieron en el asiento trasero del mismo vehículo “común”. El personal que realizó los secuestros vestía de civil, cargaba armas largas y usaba pelucas. Ninguno de los vehículos era de la Fuerza Aérea.
Poco después apareció la Policía, preguntó qué había sucedido y llevaron a su tía Isabel a realizar la denuncia a la comisaría del centro de Las Heras. Susana y Alejandra, primas de Rosa, quedaron con una vecina. Cuando su tía regresó ya no las dejaron entrar a la casa. Se llevaron todos los objetos de valor, picaron los pisos y rompieron lo que no robaron. También pintaron inscripciones con aerosol negro en los muebles. “Estuvieron hasta altas horas de la noche mientras mi tía estuvo en la casa de su vecina”, concluyó.
Un rostro que no se olvida
Rosa Pérez volvió a ver a Juan Carlos Santa María durante el desarrollo del sexto juicio de Mendoza. En esa ocasión, el exvicecomodoro se identificó por videoconferencia y la testigo pudo reconocerlo en la pantalla de la sala de audiencias: “He venido muchas veces al recinto, vengo a los debates a estar con la gente con la que nos hemos acompañado en nuestros años de lucha”, explicó ante las preguntas de Carlos Benavídez, abogado de Santa María.
El defensor pidió precisiones sobre los rasgos físicos de Santa María, a quien Rosa vio ingresar dos veces durante el allanamiento. Después de indicar que tenía cara redonda, tez blanca y pelo corto, ante la insistencia del abogado la testigo explicó que la situación había sido “muy difícil, de mucha tensión y mucho temor”. “No se olvide que yo estaba sentada en un rincón con un conscripto que me estaba apuntando”. No obstante, el rostro quedó grabado en su memoria.
“Si nos dicen dónde tiraron sus restos quizás se puedan ir más livianos”
“Mi madre tiene 96 años y todavía busca y espera”, agregó Rosa. “Primero buscamos con vida. Cuando supimos que no era posible, los buscamos con la justicia, con la verdad. Hasta en los cementerios (…) Hoy tengo la posibilidad, por ustedes, de dirigirme a los imputados. Y ellos saben qué hicieron con los restos de los nuestros. Es muy posible que en este grupo de imputados sepan”, reclamó. Por último, se refirió a un llamado anónimo que alguien realizó a Tribunales Federales. Esa persona aseguraba que Jorge y Emiliano habían sido asesinados por Carelli y que se encontraban en Las Lajas.
El relato de Ramón Alberto Córdoba sobre su cautiverio en la Comisaría 7
En segundo lugar declaró Ramón Alberto Córdoba, quien ha prestado testimonio en múltiples ocasiones sobre los diversos tramos de su detención como preso político. Sin embargo, en esta ocasión no fue citado como víctima directa. El fiscal le solicitó que profundizara el relato sobre el tramo de su cautiverio correspondiente a la Comisaría 7, a donde pertenecía el entonces cabo primero Ramón Dagoberto Álvarez, procesado en este juicio. Se investigan las privaciones ilegítimas de libertad de Luis Moretti, Francisco Amaya y Pablo Seydell, y la desaparición de Rubén Bravo.
Cuando fue secuestrado, el 30 de julio de 1976, Córdoba fue trasladado al D2. El 12 de octubre sacaron a un grupo —Belardinelli, Luna y él— y lo subieron a un camión celular con destino desconocido. A través de la mirilla —y con las dificultades de la venda en los ojos— pudo visualizar que se dirigían hacia el sur por calle San Martín. Arribaron a la Comisaría 7.a y la identificó porque durante algún tiempo vivió a pocas cuadras del lugar. Bajaron vendados e incluso le hicieron cruzar una acequia sin puente, para chequear que no estuviera viendo, pero lo agarraron antes de que se cayera.
En “la Séptima”, como se la conoce, los arrojaron a un calabozo y permanecieron acostados, vendados y con órdenes de no moverse. Con sonidos y gritos les querían hacer creer que estaban en un cuartel militar. Allí Córdoba relató haber sido alojado en un calabozo en la parte posterior del edificio, que daba al patio. Era la última celda hacia el sur y por una mirilla pequeña podía ver algo de lo que sucedía en el patio, al interior de la comisaría.
Los ingresos de personas detenidas por razones políticas eran por el portón que daba a la calle Colón. Otras detenciones como las de mujeres en situación de prostitución ingresaban por el frente de la seccional. Recordó que ingresaron tres compañeros y desde el calabozo fueron testigos de las torturas a las que estos tres fueron sometidos. No compartieron celda pero posteriormente supo que se trataba de Seydell, Moretti y Amaya. De Seydell pudo saber su nombre, su apellido y su origen cordobés.
El grupo con el que arribó Alberto Córdoba estuvo en la comisaría tres meses, hasta el 11 de enero, cuando fue trasladado nuevamente en un celular y recogieron a otras personas detenidas por comisarías como la 9.a de Guaymallén y la 6.a de Ciudad. El destino era la Penitenciaría Provincial.
La próxima audiencia es el viernes 10 de diciembre a las 9:30.