AUDIENCIA 67 / LOS ÚLTIMOS TESTIMONIOS DEL NOVENO JUICIO

18-03-2022 | En la recta final de las audiencias testimoniales, declararon Norberto Estrach, sobrino de Mauricio López, y Guillermo Martínez Agüero, médico y militante peronista perseguido por las dictaduras de los 60 y 70. Estrach dio detalles sobre el secuestro de su tío en enero de 1977, episodio que observó desde el techo de la vivienda. Martínez Agüero describió el estado en que ingresaron Seydell, Amaya y Moretti a la penitenciaría provincial. La próxima audiencia será el 1 de abril a las 9:30.

Los dos testigos de hoy, Norberto Estrach y Guillermo “Polo” Martínez Agüero, se presentaron a declarar en la sala de audiencias. La etapa testimonial ya está a punto de concluir. Al iniciar la jornada, el secretario del tribunal informó que otro testigo —ofrecido por la fiscalía al comienzo del juicio pero solicitado en esta instancia por la defensa de Carlos Santa María—, el exconscripto de la Fuerza Aérea José Flores Tejada, no pudo ser localizado. En la última comunicación entablada el hombre había expresado que prefería no declarar nuevamente —lo hizo en el sexto juicio— porque no tenía más elementos para aportar. 

Un operativo perfectamente planificado 

Norberto Estrach es sobrino de Mauricio López. Su madre, Marta Raquel López, era hermana del profesor y defensor de los derechos humanos, desaparecido la madrugada del 1 de enero de 1977. Estrach fue testigo presencial del secuestro, ocurrido en la casa familiar, en calle Olegario V. Andrade 345 de la Quinta Sección. 

Cuando arribaron los militares vestidos de fajina, con botas, pasamontaña y armas largas, Estrach se subió al techo de un vecino —pensaba que el perseguido podía ser él— y pudo ver todo lo que sucedió. Llegaron en dos autos sin insignias de la fuerza, un Peugeot y un Falcon, que se detuvieron en medio de la calle. El testigo vio cuando se llevaban a Mauricio con los ojos vendados: lo introdujeron en uno de los vehículos y aceleraron. Además, arrasaron con algunas cosas de valor como una cámara fotográfica, un radiograbador y dinero. Segundos después, un tercer coche que probablemente vigilaba a los otros se detuvo en la puerta de la casa y volvió a acelerar.

Norberto Estrach

En ese momento, en la casa —además de Norberto y su hijo de seis años— estaban Raúl Osvaldo López (50) —hermano de Mauricio—, Marta Raquel López (46) y su madre (77). Por cómo se dieron las cosas, siempre pensaron que había sido un operativo planificado, ya que los militares que entraron “sabían a ciencia exacta quiénes estaban en la casa” e incluso sus nombres. A pesar de que todas las personas adultas fueron maniatadas, el testigo afirmó que no recibieron malos tratos. Lograron soltarse cuando los secuestradores se marcharon y llamaron a la policía, que llegó a los quince minutos. 

Alrededor del 20 de enero, la familia recibió un sobre de Chile “escrito por otros” que adentro tenía una carta de Mauricio; no solo reconocieron su letra sino que distintas pericias la confirmaron. No recordó las letras del sobre, que Juan Carlos, un hermano de Mauricio, declaró en otro juicio: “AADAL”, probablemente en referencia a la Alianza Anticomunista de América Latina.

Allí, aseguraba que recibía buen trato, que pensaba mucho en su madre, confiaba en dios —era una persona muy religiosa e integraba el Consejo Mundial de Iglesias—, estaba tranquilo y esperaba volver pronto a su casa. Eso “desorientó mucho”, manifestó Estrach, porque “se vio como que había una esperanza dentro de la situación de mucha gente que secuestraban o desaparecían”. No recordó las siglas que aparecían en el sobre, que según declaró 

Fueron múltiples las gestiones de su familia para dar con el paradero de Mauricio López. Desde elevar un habeas corpus hasta conseguir comunicarse con el presidente de Estados Unidos, James Carter, para que intercediera en las averiguaciones.

A raíz de algunas preguntas del abogado defensor, Norberto Estrach contó que Mauricio había sido el primer rector de la Universidad Nacional de San Luis. Cuando los militares hicieron el golpe de Estado, él fue desplazado del cargo y le prohibieron salir de la provincia. Quedó retenido, como en prisión domiciliaria, en la casa de personas amigas. 

La tortura en la Comisaría Séptima

Antes de comenzar, el presidente del tribunal leyó para Guillermo “Polo” Martínez Agüero los nombres de los imputados. El testigo reconoció a Oscar Simone, quien fue su paciente muchos años atrás. Luego se enteró de que Simone había sido detenido por su participación “en los Servicios de Inteligencia”. Lo conocía, además, porque el acusado integró la Juventud Peronista, como han indicado otras testimoniales. Cuando se publicó una lista con el personal de inteligencia, “Polo” identificó su nombre. 

El recorrido penitenciario de Martínez Agüero es extenso, de 1974 a 1983, e incluye un tramo en el penal de Boulogne Sur Mer. Su detención ilegal se investigó en el cuarto juicio debido a la actuación de los jueces federales. En esta ocasión, la fiscalía se enfocó en los casos de Pablo Seydell, Francisco Amaya y Luis Moretti, quienes arribaron a la prisión desde su detención inicial en la Comisaría Séptima. La cuarta víctima de esta causa que tiene al policía Ramón Dagoberto Álvarez como imputado es Rubén Bravo, visto por última vez con vida en esta dependencia policial. 

Guillermo Martínez Agüero

El testigo ya estaba alojado en la cárcel provincial cuando en 1976 ingresaron Seydell, Amaya y Moretti en muy mal estado físico, con signos de golpes. El más lesionado era Seydell, con los hombros luxados: “Lo tuvieron colgado mucho tiempo”, indicó. Más adelante agregó: “Me llamó la atención la forma en la que llegó Seydell. Era un hombre joven, con mucho espíritu, con mucha fuerza. Pero en un primer momento había que darle de comer, higienizarlo, porque no podía usar los brazos”.

“Por lo que ellos relataron, habían sufrido torturas muy importantes de donde venían. Primero había sido una seccional (…), posiblemente la Séptima”, recordó en relación a los tres. Cuando Martínez Agüero fue detenido en 1974, luego de pasar por “el D2 viejo” —en calle Mitre—, lo llevaron junto Juan Konkurat y Valdés a la Comisaría 27 de Godoy Cruz. Horas más tarde los condujeron a la Séptima, frente a la plaza departamental, a donde ingresaron vendados por un portón de la calle Colón: “Es un punto con más garantía de seguridad”, oyó que decían respecto del traslado. Los ubicaron en un calabozo con puertas selladas que daba a un patio o pasillo interno, probablemente sobre la misma calle Colón. Allí estuvo cautivo entre el 25 de octubre y la declaración del estado de sitio, en noviembre de ese año, momento en que pasó finalmente a la penitenciaría.

Hasta la Ley de Defensa de 1975, la comunicación, la prensa y las visitas fueron fluidas en Boulogne Sur Mer, explicó a pedido del defensor oficial. Ya en su declaración previa Martínez Agüero había relatado que los presos políticos recibían visitas frecuentes del exgobernador Martínez Baca, del sacerdote “Macuca” Llorens y de “Angelita” Gutiérrez de Moyano. Recordó a esta última como una “gran compañera”. “Llevó a mi hijo que era muy chico a visitarnos”, explicó.  

Antes de retirarse, Guillermo Martínez Agüero ofreció algunas reflexiones “más allá de lo estrictamente jurídico”, es decir, “el marco político” de lo que les tocó vivir. Sostuvo que su detención, ocurrida en 1974 dentro del marco de un gobierno democrático, fue quizás una “suerte”, dado que la represión “se fue escalonando” hasta volverse más cruenta. Desde su experiencia íntima, refirió que su exesposa —María Adela Reyna Lloveras— y su hermano desaparecieron en 1976, dos años más tarde, al igual que “otros compañeros entrañables”.

“Creo que hay un marco del porqué estuvimos en esta situación (…) el marco de las grandes injusticias sociales —y hoy se suman las socioambientales—. Esto de una forma u otra va a estar siempre hasta que no haya realmente el imperio de la justicia social y ambiental”, concluyó.

La próxima audiencia será el 1 de abril a las 9:30.

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.