AUDIENCIA 36 / “EL D2 ERA UN LUGAR CRUEL, INHUMANO Y DEGRADANTE”

27-12-2024 | Alberto José Guillermo Scafati narró los tormentos que soportó en los catorce meses que estuvo privado de su libertad durante la dictadura militar. Hizo hincapié en los casi cuarenta días cautivo en el D2. La próxima audiencia tendrá lugar el 7 de febrero a las 9:30.

En el día de la fecha, se llevó adelante la última audiencia del año en este 13.° juicio por delitos de lesa humanidad en Mendoza. Habían sido citados, en calidad de sobrevivientes, Alberto José Guillermo Scafati y Horacio Luis Narvarte, pero este último tuvo que reprogramar su testimonio para febrero por razones de salud. Alberto Scafati se apersonó ante el Tribunal Oral Federal 1 de Mendoza para relatar los tormentos que soportó en distintas dependencias policiales y penitenciarias durante la última dictadura militar.

Testigo y público en sala

Previo a este testimonio, Alberto ya había prestado declaración en el juicio a los jueces, de manera virtual en el sexto juicio, y nuevamente en el proceso que investigó al Destacamento de Inteligencia 144. Por eso, la fiscalía aclaró de antemano que esos testimonios forman parte de la prueba presentada para este juicio y que las preguntas se iban a focalizar en lo que aquí se investiga, que es el D2.

“Cuando uno ha pasado por el D2, gran parte de uno ha quedado ahí”

Para el año 1976, Alberto Scafati era médico, enseñaba en la cátedra de Medicina preventiva y social en la Universidad Nacional de Cuyo y era empleado del Matadero Frigorífico Mendoza, que dependía del Ministerio de Economía. El miércoles 14 de abril, mientras trabajaba en un consultorio fuera de las oficinas del matadero, un empleado le informó que tenía que esperar a que lo llamaran del Ministerio. Al rato, dos oficiales vestidos de civil lo abordaron, le preguntaron por una foto y le informaron que quedaba detenido a disposición de personal del Ejército, que esperaba fuera del edificio. Lo llevaron al Palacio Policial, donde ya operaba el Departamento de Informaciones (D2). Alberto fue el único detenido del operativo.

El traslado al D2 lo realizó escoltado por personal del Ejército con el que dialogaba en el vehículo y, al llegar al edificio, se sorprendió de ser vendado y enviado a lo que él creía que era un sótano. Allí lo encerraron en una celda pequeña. Con el paso del tiempo, por boca de las demás personas detenidas por razones políticas, se enteraría del lugar en el que estaba cautivo.

“El D2 era un lugar cruel, inhumano y degradante”

En los calabozos del D2 los días eran tranquilos y las noches un infierno, dijo. Siempre vendado, solo lo sacaron de la celda pequeña en la que estaba para llevarlo a una sala en la que sufrió tormentos e interrogatorios. Le preguntaron por su militancia, a lo que él respondió que simpatizaba por el peronismo. Scafati había formado parte de un grupo que buscaba mejorar las condiciones de trabajo en el matadero. Una vez terminado, lo devolvieron a la celda, tras hacerlo firmar un documento.

Acusados en sala (gentileza Radio La Mosquitera)

En el D2, pasó casi 40 días detenido soportando tormentos físicos pero también la tortura psicológica de ver y escuchar el sufrimiento de compañeros y compañeras de cautiverio. Alberto habló de la terrible violencia que padecían y recordó a personas que llegaban en muy malas condiciones al D2, así como gente que “volvía deshecha de los interrogatorios”. También contó —para ilustrar la malicia con la que se los trataba— cómo un sábado a la noche entró un militar al establecimiento y, tras pasar celda por celda, hizo que Alberto se parase en la entrada de la celda y saltara contra el marco de la puerta hasta que él mismo le dijo que si se pegaba de nuevo, se partía la cabeza.

Había otros compañeros y compañeras que la pasaban incluso peor. Recordó a uno que, tras volver muy mal de la tortura, fue pateado brutalmente en el tórax. Luego de dejarlo tirado en pésimas condiciones durante unas horas, fue retirado de la celda, probablemente muerto. Alberto nunca más lo vio y nunca supo quién era. Este tipo de situaciones, contó, eran “normales” en ese lugar. Cada tanto, recibían la visita de un médico cuya tarea se reducía a mirarlos: “Ellos sabían lo que pasaba”, sentenció Alberto.

Declara Alberto Scafati (gentileza Radio La Mosquitera)

Más adelante en su testimonio, respondiendo a las preguntas de los fiscales, el testigo recordó a algunas de las personas con quienes compartió cautiverio en este centro clandestino de detención (D2): un bancario de apellido Blanco; Jorge Reynaldo Puebla, Víctor Sabattini, Mario Roberto Gaitán y Siro Vignoni —con quienes también coincidió en el penal de La Plata—; Marité Carrer, embarazada y tirada en el suelo de una celda del D2; Eduardo Bauzá —quien pasó una sola noche en el D2 antes de ser trasladado a La Rioja; Mario Franco, Edith Arito y Felipe Cervine. Además, dijo que hubo varias mujeres detenidas mientras él estuvo ahí y recordó a una de ellas, en particular, a quien encontró muy herida el día que lo ingresaron al D2. También hizo mención a un grupo que llegó en un plazo de 24 horas al D2: los ya mencionados Vignoni y Sabattini junto a Eugenio Paris, Graciela Leda, Carlos Roca, Raúl Acquaviva y Nicolás Zárate. Más tarde, la última semana antes de que lo trasladaran a la Penitenciaría de Mendoza, lo pusieron en una celda con cuatro o cinco más, pero solo pudo recordar a un bancario de apellido Ocaña —Hermes Ocaña, empleado del Banco de Previsión Social y detenido el 6 de abril de 1976—.

Tras el infierno del D2, los tormentos continúan

Finalmente —entre el 23 y el 24 de mayo del 76— a Scafati lo trasladaron junto a otros detenidos a la Penitenciaría de Mendoza. Una vez allí, el doctor Francisco Marotta —quien integraba el Cuerpo Médico Forense— lo reconoció y le avisó a su familia que estaba vivo. En la cárcel lo colocaron en el pabellón de presos políticos, donde estuvo varios meses y, aunque se mantuvieron las condiciones tortuosas, “la penitenciaría no tenía nada que ver con el D2”, pero señaló que la situación se ponía violenta cuando entraban los militares o había una requisa.

En septiembre fue trasladado en un avión Hércules a la Unidad Penal 9 de La Plata. En el vuelo, contó, los llevaban en sillas pequeñas y los golpeaban con bastones, mientras ellos se agarraban entre sí para no caerse del avión. A él le fisuraron una costilla. Recién en La Plata se le permitió recibir visitas.También se le abrió una causa por imposición de ideas por la fuerza.

Relató haber conocido a Dardo Cabo en el patio del penal. El 5 de enero Cabo fue, supuestamente, trasladado, pero al día siguiente apareció la noticia de que había sido abatido en una tentativa de fuga. Se trataba, señaló Alberto, de una maniobra común en la dictadura: los militantes eran fusilados, pero sus asesinatos eran atribuidos a la aplicación de la “ley de fuga”.

Integrantes del Ministerio Público Fiscal (gentileza Radio La Mosquitera)

Tras catorce meses detenido en distintas dependencias, cuando había empezado el trámite para el exilio, lo liberaron en La Plata. Alberto regresó a Mendoza, donde le aguardaba la noticia de que lo habían despedido de la universidad al amparo de la ley de Seguridad del Estado —tiempo después la Universidad Nacional de Cuyo le pidió disculpas, aunque nunca lo reincorporó—. Más tarde, tras realizar una especialidad en anestesia en Buenos Aires, quiso incorporarse al Hospital Central. Pero, al no poder obtener un certificado de buena conducta por su detención, le negaron el ingreso. Tras concluir su testimonio, Alberto se retiró entre los aplausos del público presente.

La prepotencia de un imputado

Al finalizar la audiencia, un integrante de los organismos de derechos humanos presente en el público pidió un aplauso ante la noticia de que Abuelas de Plaza de Mayo restituyó la identidad de un nuevo nieto, el 138. De manera prepotente, reaccionó Armando Osvaldo Fernández, un exoficial inspector del D2 condenado múltiples veces. Fernández acumula tres condenas a perpetua, a las que suma una condena a 15 años por la apropiación de una menor.

De izquierda a derecha, los imputados Carlos Faustino Álvarez, Armando Fernández, Gerónimo Mateo Jofré y Jacinto Salvador Olmedo (gentileza Radio La Mosquitera)

El hombre empezó a vociferar “¡Viva la nieta 127!”. Se trata de Miriam, hija de Pichona Moyano y Carlos Poblete, quien nació en la ESMA y fue apropiada y criada por Fernández y su esposa, Iris Yolanda Luffi.

La próxima audiencia será después de la feria judicial, el 7 de febrero de 2025 a las 9:30.

Mirá la audiencia completa

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El Colectivo Juicios Mendoza se conformó en 2010 por iniciativa de los Organismos de Derechos Humanos para la cobertura del primer juicio por delitos de lesa humanidad de la Ciudad de Mendoza. Desde ese momento, se dedicó ininterrumpidamente al seguimiento, registro y difusión de los sucesivos procesos judiciales por crímenes cometidos durante el terrorismo de Estado.